La tortilla se nos dará por añadidura
Perdón ante todo por el anacronismo de meter la imposible tortilla de patatas en tiempos de N.S. J., pero como figura literaria me vale.
No es baladí la respuesta a quién es Jesús. Seguro que todos hemos sufrido en algún momento, sin desdeñar la buena voluntad, la imagen de un Jesús precursor del movimiento hippie que pareciera que se pasaba el día de convivencia con los amiguetes y añadidos en torno a la tortilla de patatas, la bota de vino y la observación de flores y aves. Un Jesús ciertamente guay, amable, que sonríe, que todo lo acepta, que nada condena, y al que sólo le faltara compartir una chinita de costo con los apóstoles en fumeque solidario.

Pues sí. Son cosas que pasan. La traes a casa, buscas un buen lugar para ella, te ocupas de su comida, la limpieza, que esté bien. Poco a poco vas notando cómo la cabra te sigue, te conoce, responde a tus cuidados. Y un día, sin buscarlo ni quererlo, de repente descubres que la cabra es el amor de tu vida. Cosas que pasan. Cosas inevitables.
Justo hace hoy una semana publicaba Religión Digital una
Tengo que reconocer que cuando recién ordenado comencé a sentarme en el confesionario, una de las cosas que más me sorprendían era que la gente se acusara de dificultades y poca paciencia en el trato con sus padres mayores. Mis padres eran todavía jóvenes y para mí estar con ellos, poder pasar unos días en casa, era todo un privilegio. Es más, incluso en verano nos íbamos juntos unos días de vacaciones. Por eso mi sorpresa: ¿era posible que hubiera gente que tuviera dificultades para relacionarse con sus padres, que tuvieran incluso conflictos hasta el punto de decir que no soportaban a sus padres?





