Cuidemos la religiosidad popular
¡Cuán denostada ha sido en los pasados años la religiosidad popular! Lo que se nos había enseñado es que vaya religiosidad, que va un día a la procesión, a la novena o a la fiesta del santo patrón y hasta el año que viene sin pisar una iglesia. No es fácil de explicar. Gente que no tiene relación con la vida ordinaria de la iglesia pero que acude generosamente llena de fe al encuentro con el Señor, con la Virgen, con los santos. ¿Tiene esto sentido, nos hemos preguntado mil veces?
Mis años de cura de pueblo me hicieron comprender muchas cosas. Viví y conocí una fortísima devoción a la patrona que se traducía en muchas cosas positivas. Por ejemplo, una novena celebrada cada día a las doce de la mañana sobre todo para gente mayor y familias de luto y que congregaba no me nos de doscientas personas en un pueblo que apenas pasaba de los tres mil habitantes. Una novena solemnísima cada noche a las 22:30 con una iglesia abarrotada y gente de pie, y la asistencia TODA LA NOVENA de la corporación municipal en pleno. Dos procesiones multitudinarias y en absoluto respeto. Una tarde entera para las ofrendas a la Virgen a la que no dejaba de acudir gente como un rosario casi eterno. Y la imagen de la Virgen en cada casa, en cada hogar, en cada rinconcito. Siendo párroco un servidor levantamos la ermita por suscripción popular donde tantos vecinos fueron a trabajar completamente gratis.