¿Quieren democracia eclesial? Pues nada, que se la den...
Me ha llegado en estos días una curiosa petición escrita por no se sabe quién y que pretende que “lleguen nuestras voces lleguen al papa y a todos los arzobispos españoles”. Curiosa carta que pide cosas muy nuevas, como los derechos humanos, los derechos de la mujer, la renuncia a las riquezas, abajo la moral, yo te amo, tú me amas y viva la democracia: “todos y todas nos sintamos representados, escuchados y unidos”.
Simpática la misiva. Para empezar porque no comprendo por qué hacer distingos entre arzobispos, que sí deben recibir la carta, y obispos que por lo visto no. Pero cada cual es dueño de escribir a quien le plazca.

Hablé con Rafaela la otra noche. La cosa de saber cómo están, qué tal todo por el pueblo… Y con esa disculpa preguntarle por lo del escrache que servidor había escrito unos días antes.
Siempre hay un espabilado que, con voz de suficiencia, y como si acabara de descubrir la cuadratura del círculo proclama con una medio sonrisa de conmiseración ante los pobres mortales que tienen la paciencia de escucharle, eso tan poco original de que “es preferible un sacerdote comprometido con los pobres, que uno puntilloso en la liturgia o la doctrina”.
Si en algo estamos de acuerdo todos es que sor Lucía Caram, como la España de Fraga, “es diferente”. Un día se encontró con un micrófono en la mano y unos palmeros que jaleaban sus ocurrencias y desde entonces no ha dejado de hacer méritos para estar cada día en el “candelabro” mediático, sin importarle a costa de qué.





