¡Que vienen las primeras comuniones!
Me encuentro en estos días gente disgustada con las primeras comuniones a las que les toca asistir. Algunos me dicen que incluso se han salido de alguna celebración porque no aguantaban ni la misma celebración ni la actitud de la gente: hablar prácticamente a gritos, moverse por todo el templo, fotos, carreras. Todo menos una celebración de la Eucaristía. Me preguntan que si no es posible hacer nada.
También hay compañeros sacerdotes que lo pasan mal. Dos o tres años trabajando con los niños y al final tienes la sensación de que no sirve de nada. Mala cosa que las primeras comuniones nos pongan a todos de los nervios.
Lo que tengo más que observado es que si las cosas no van bien una parte importante de la responsabilidad la tenemos los sacerdotes, que quizá muy cansados de problemas acabamos por tirar la toalla y pasar el trago como buenamente podemos.

Me gustaron tanto estas dos palabrejas como lo que un amable comentarista ayer me dejaba en el blog: “pretenden hacer creer que los católicos de a pie somos pagolitos y forcaditas que estamos en contra de lo que dicen los obispos.”
Comprendo que para gente como Elena Valenciano la educación esté bien así. Somos la cola de Europa y nuestros niños no saben nada de nada. Mejor, mucho mejor. Porque si nuestros niños y jóvenes hubieran estudiado historia simplemente del siglo XX, sabrían perfectamente que eso de que la democracia la inventó la izquierda es algo más falso que un billete de quince euros. Por eso es mejor que no sepan historia ni geografía, y que dediquen su tiempo a ser adoctrinados en lo buena que es la izquierda y lo mala que es la derecha, y que lo que han de hacer es revolcarse en sus gustos más íntimos como sea y caiga quien caiga.
Joaquina se nos ha dado de baja en las misas. El caso es que sigue acudiendo a la capilla de la adoración perpetua, donde por cierto echa horas. Pero dice que a misa no vuelve, que se ha enfadado con la parroquia y que se acabó. ¿La razón? Que ella no está dispuesta a rezar a un Cristo de espaldas.
En la parroquia celebramos una misa los domingos con una especial presencia de niños. He de decir que personalmente me siento un tanto dividido. Comprendo que una misa donde los niños estén especialmente presentes es bueno, y a la vez tengo miedo de que acabemos infantilizando la misa, que los mayores la vean como un entretenimiento y los niños no se enteren de mucho.





