Divertimento sabatino: el himno de los cojos
Llevaba un servidor apenas un par de meses como párroco de mis dos pueblos. Las mañanas de domingo, complicadas. Misas de 11, 12 y 13 h., pero cambiando de pueblo. Así que era celebrar midiendo bien el tiempo, salir corriendo con el coche y llegar a la siguiente misa con un margen de poco más que revestirte y salir al altar.
Todo era posible gracias a mis buenas sacristanas que hacían que todo estuviese listo para la celebración: iglesia abierta, altar preparado, lectores y hasta los cantos, muy conocidos, muy repetidos, que entonaban un grupito de mujeres de buena voluntad.