El móvil (celular) del cura, siempre operativo
Compré mi primer teléfono móvil creo que el año 1996. Acababa de ser nombrado párroco de dos pueblos y desde el primer día hubo una cosa que me preocupó mucho: que alguien me necesitara y no estuviera localizable, sobre todo si se trataba de un enfermo grave o un fallecimiento. Lo que para muchos era sinónimo de atadura, a mí me resultó una fuente de libertad. Con qué tranquilidad podía moverme por el pueblo o salir a algún sitio sabiendo que siempre estaba localizado. Me he dado cuenta de que ente un problema grave, como un enfermo o una defunción, lo que más tranquiliza a la familia es la pronta respuesta del sacerdote que dice: “tranquilos, voy para allá”, y más sabiendo que hoy con un coche estás en minutos en cualquier sitio. Más de una vez recibí una llamada urgente estando en Madrid. Cuarenta minutos de coche.

A uno le puede gustar una cosa más o menos. A otro menos o más. Hay gente “pa tó”
Sabía que fue por ahora. El caso es que he echado un vistazo al blog y veo que hoy hace un año y una semana que comencé a escribir en Infocatólica. No está nada mal.
Una mañana de primavera en el pueblo. Falta más me media hora para la misa y estoy por el templo preparando cosas. Por la puerta de la iglesia, al fondo, veo cómo llega una pareja casi arrastrando un enorme bulto que parece de un peso más que considerable. Sin decir palabra, se acercan a mí, y veo cómo desenvuelven el misterioso paquete, del que emerge en todo su esplendor una impresionante imagen de santa Gema Galgani de aproximadamente un metro y medio de altura. “Es para que la ponga en la parroquia, ¿le gusta? Lo tenemos ofrecido…”
Ya se sabe. Son esas cosas que no necesitan demostración. Hartitos estamos de leer y escuchar eso de que la curia vaticana es un antro de perdición donde los curiales son gente que vive en la opulencia mientras se apuñalan por la espalda en siniestros manejos de lujuria y poder. Se sabe. No hay que demostrar nada.