Magníficos discursos del papa Francisco ayer en Río
Esperaba con ansia la JMJ de Rio de Janeiro. Me parecía que podía ser una excelente ocasión para que el papa Francisco aterrizara y comenzara a hablar de cosas concretas. Así que aquí estoy tragando JMJ, escuchando y leyendo.
Pues hasta ahora, y visto lo visto, me ha gustado de forma muy especial el discurso del santo padre en la favela Manguinhos. Una favela es pobreza, es violencia, es narcotráfico, es dolor y muerte. Lo sabe el papa Francisco mejor que nadie. Pues ahí ha querido explicar lo que es la auténtica dignidad del hombre y cómo se alcanza.
Se podía haber imaginado uno un discurso hablando de pobreza material y compromiso por la justicia, que no cabe duda de que lo fuera. Pero el papa ha querido destacar, justo entre los pobres, que la dignidad del ser humano va mucho más allá.

Los sueños, sueños son. Por soñar que no quede. Buen soñador José Manuel Vidal que se hace eco de las palabras de otro fantasioso de la fe llamado Genésio Darci Boff, aunque en los carteles mediáticos decidió cambiar eso de Genésio, tan poco comercial, por Leonardo, que suena a fuerza y vende más. No saquen malas conclusiones. Es por facilitar las cosas a los sencillos.
Hace ahora algunos años tuve la oportunidad de viajar a Perú. Recuerdo una pequeña ciudad en el Amazonas, no lejos de Iquitos, de nombre Indiana. No sé cuántos habitantes tendría ¿dos mil, tres mil? pero sí me sorprendió una cosa: descubrir entre sus calles no menos de quince lugares diferentes de culto y reunión correspondientes a confesiones evangélicas y aún no cristianas.
Tengo la impresión de que es un sacramento medio en desuso. Rarísima vez me llaman para administrar la unción a un enfermo. No digamos eso de las urgencias nocturnas. Nada. Pienso que parte, sobre todo en grandes ciudades, se debe a que la gran mayoría de las defunciones se producen en centros hospitalarios y son los capellanes de hospital los que atienden a los enfermos en esos momentos. Pero también influye el rechazo de la familia para que el enfermo “no se asuste”. Seguimos con la idea de que si un enfermo grave ve a un sacerdote se llevará el susto de su vida.





