La homilía no es lo más importante
Tanto Sacrosanctum concilium: “52. Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma Liturgia, la homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más aún, en las Misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto, con asistencia del pueblo, nunca se omita si no es por causa grave", como la Instrucción general del misal romano: “66. Los domingos y las fiestas del precepto debe tenerse la homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo y no puede omitirse sin causa grave, por otra parte, se recomienda tenerla todos días especialmente en las ferias de Adviento, Cuaresma y durante el tiempo pascual, así como también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia", son taxativos a la hora de afirmar su necesidad y obligatoriedad.
Dicho esto, la homilía es una parte más y no la más fundamental. Se puede celebrar válida y lícitamente la misa sin ella, especialmente en los días que no son de precepto.

La historia nos lleva a los años 50 del pasado siglo. Tras una tarde de triunfo en la plaza de toros de Madrid, el matador y la cuadrilla se dirigen a la estación de Atocha para tomar el tren expreso camino de Andalucía. Al llegar al andén, la máquina a vapor, preparada y a punto para el viaje, resopla manifestando su poder y su fuerza a la vez que pita con entusiasmo. En ese momento un banderillero pequeñito, mientras acomoda los esportones en el departamento lo mejor que puede, exclama: “esos humos los quiero yo en Despeñaperros".
Cuando ayer a primera hora de la mañana recibí la carta y el dossier a través de los cuales las clarisas de Belorado se situaban voluntariamente fuera de la Iglesia católica y se ponían bajo la autoridad de un supuesto obispo excomulgado hace años, bien pensé que era una de esas noticias falsas fabricadas con inteligencia artificial.