Las reglas de juego
Miren, a mí me da igual hablar de teología, estudir los evangelios, preparar la misa de mañana o jugar al parchís. O ponemos antes claras las reglas de juego o es que ya ni me molesto en perder un minuto de mi tiempo.
Empecemos por el parchís, de reglas facilitas y de conocimiento universal. Si me invitan a una partida de parchís y me empiezan que si esto depende, ahora se cambia, yo creo que es mejor, y aunque se sale con cinco por qué no puede valer seis y si te como una ficha en vez de veinte me cuento treinta porque sí. Yo ya ni empiezo la partida.
Vamos ahora a la fe de la Iglesia. Hartito estoy de reuniones con laicos y sacerdotes en las que se discrepa de todo, se duda de todo y se relativiza todo con argumentos tan sólidos como “es que esto es machista", “eso es una bobada”, “a Dios qué más le da” o “no pasa nada por cambiar” o cuyo centro de interés sea “los horrores de la inquisición", “ya ves lo de las cruzadas", y “qué requetemalísimos fuimos en América". Si me añaden como principio moral que “lo importante es que la gente se quiera", es que prefiero el parchís aunque me hagan trampas.