No sé por qué a los curas la gente nos regala bolígrafos. Es igual. El caso es que cuando hay boda me llevo uno de esos bolis de regalo para que firmen los novios. Pues acabo una boda y veo que el padrino se lo lleva. Oiga… que ese bolígrafo no es suyo. Padre… un recuerdo para los novios. Y se lo llevó. Creí que era una anécdota aislada, pero a los pocos meses de nuevo la misma jugada y con otro boli que valía su dinero y que para estas cosas tenía. Desde entonces en esta parroquia las actas se firman con un BIC (1). Y el que quiera otra cosa, que lo traiga.
Boda de pueblo. Cinco minutos antes de comenzar una llamada telefónica: “Oiga, que somos los del coro, que hemos pinchado… que no empiecen la boda hasta que lleguemos nosotros”. Les dije que no podía ser, que en hora y media tenía la misa de la tarde. Se presentan a media celebración y son preguntar nada se arrancan en mitad del pasillo con unas bulerías cantando “qué bonita va la novia…”.
Tengo miedo a los coros rocieros en bodas, qué quieren que les diga. Y el caso es que la mayor parte de ellos son estrictamente litúrgicos. Creo que el reparo me viene desde un día en que al acabar, y no fue de los peores, me dejaron una tarjeta por si acaso. El nombre de la agrupación rociera: “El coro de la Bernarda”. Sin comentarios.
Misa de boda. A punto de comenzar el prefacio. Y en esto que veo al fotógrafo que se me viene al altar, se me coloca justo al lado y me arrea un codazo para que me quite: “¿le importa”?
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