El organigrama
Ya. Ya sé que lo hay en las empresas. En la Iglesia católica, también. Sólo faltaba. En muchas diócesis lo tienen colgado en su web y así uno puede conocer el funcionamiento interno de la Iglesia local. Claro que además de que tengamos un organigrama de la iglesia universal, otro quizá de la Conferencia episcopal, alguno diiocesano, y de ahí para abajo no pueden faltar el de la vicaría, el arciprestazgo, la delegación o la parroquia de cada cual.
El organigrama ha de ser rellenado con personas que, en aras de un actual espíritu sinodal, buscan equipo y subdelegaciones. Por ejemplo, imaginen que dentro del organigrama diocesano tenemos una delegación de misiones. Hace falta nombrar un delegado que, sinodalmente, formará equipo, pedirá delegados de vicaría, responsables de arciprestazgo y explicará la necesidad de un contacto en cada parroquia.

Tiene su mérito. Son las cinco magníficas de Gandullas. Tienen su mérito, porque en una localidad que apenas llega a los 80 habitantes, es todo un lujo que un jueves cualquiera, a la adoración, el rosario y la misa acudan cinco buenas mujeres.
Llevamos sesenta años de retorcimiento del Vaticano II con la única justificación posible: no lo dicen los documentos, no lo apoya ningina reflexión, no hay magisterio posterior… Es igual. Basta afirmar que cualquier barbaridad, cualquier ocurrencia, sostener la idea más peregrina, celebrar de forma creativa… ni están en los documentos conciliares ni en el desarrollo posterior, pero todo es posible porque en realidad lo único que vale es que es conforme con el espíritu del concilio.
Que el cura de Braojos y aledaños no haya sido un entusiasta del sínodo pueden entenderlo desde la simpleza de los curas de pueblo y nuestra ancestral resistencia a todo lo que supongo novedad. El asunto es que los que apostaron por el sínodo a muerte, o directamente y sin tapujos proclaman su decepción o intentan seguir manteniendo el entusiasmo pero con unos argumentos que mejor se los guardaran.





