Mi Cristo roto
Muchos lo recordarán. Era un precioso libro del P. Ramón Cué, jesuita, que fue origen de una serie de meditaciones. Ante una imagen de Cristo, roto, va orando y hablando con el crucificado.
En La Serna tenemos un Cristo roto. No tanto como el del P. Cué, pero sí bastante deteriorado. Tampoco era una obra de arte de siglos. Un Cristo de apenas 50 centímetros, de esos de Olot, de principios del siglo XX. Bonito, que despierta devoción. Un Cristo colocado en el presbiterio desde hace muchísimos años. El Cristo que en semana santa abandonaba su lugar para ser adorado el viernes santo y recorrer La Serna en un emotivo viacrucis. Un Cristo humilde que ocupa de siempre un muy discreto lugar en la pared del presbiterio al lado del evangelio.

La verdad es que en estas parroquias vivimos como buenamente se puede. Las colectas son mínimas, cuando se hacen, no voy a pasarle el cesto a la Juana. Intenciones de misas prácticamente inexistentes y apenas nos mantenemos con los donativos de las fiestas. Es verdad que nuestro sueldo, por llamarlo así, nos lo hacen llegar directamente del arzobispado, pero es que aquí cualquier gasto es una montaña. Estoy ahora cerrando las cuentas del año 2024. En La Serna, por ejemplo, las colectas han supuesto, en todo un año, algo más de 500 euros. 40 euros al mes. En Gandullas no llegamos ni a 400 euros de colectas en doce meses. Gracias a Dios hay amigos que de vez en cuando nos mandan una ayudita.
Lo de la vacaburra de fin de año enseñando una imagen del Sagrado Corazón de Jesús con cabeza de simpática vaca, hasta ahora podríamos decir que era de juzgado de guardia. Hasta ahora, porque con la nueva ley que elimina del código civil las ofensas a los sentimientos religiosos, me temo que la querella poco iba a prosperar.
Son muchas las cualidades que nuestros fieles nos tribuyen a los sacerdotes, especialmente a los párrocos. Yo creo que como nos ven en el altar y, nos sienten así como hombres de Dios, se piensan que nuestros son todos los atributos del mismo Dios.