Objetores de colecta
Apareció hace apenas unos días por la parroquia. Viejo conocido de una de mis anteriores parroquias, de vez en cuando aparece para saludarme y pasar un ratito con el Señor en la capilla de la adoración perpetua. En esta ocasión, entre saludos, ponerme al día de su extensa familia entre hijos y nietos, y contarme su siempre emocionante veraneo, aprovechó para poner en mis manos un sobre con doscientos euros como donativo para la parroquia.
– Lo agradezco mucho, pero ya sabe que no tiene por qué…
– Déjeme que se lo explique, padre.
Mire, me decía, he pasado el verano viajando más que el baúl de la Piquer, que se decía antes. Cada hijo en un sitio, y todos casi exigiéndonos que fuéramos a pasar unos días con ellos, así que, como los feriantes, de pueblo en pueblo
Mi costumbre, de siempre, es acudir a misa al menos los domingos y festivos, y no sabe, padre, lo que me ha tocado aguantar. Sacerdotes celebrando sin casulla ya casi ni me afecta. He tenido que aguantar eso, la ausencia de la casulla en muchos sitios. El lavabo por supuesto que desaparecido. Parroquias donde se omitía una de las lecturas. Sagrario alguna vez imposible de descubrir, bancos sin reclinatorios. En una parroquia me tocó el rito de la paz no solo con la cancioncita, sino con baile y palmas. Confesarnos, imposible. Y no entro en el contenido de algunas homilías, directamente heréticas, y donde me he sentido insultado más de una vez. Ya sabe: eso de los que se creen buenos por cumplir pero que echan a los demás de la iglesia por su cerrazón. Qué le voy a contar.
Un domingo me dejaron sin comulgar. Me gusta comulgar, tengo derecho, de rodillas. No había reclinatorio e hice el esfuerzo de arrodillarme en el suelo. Me quedé sin comulgar porque el sacerdote dijo que o me ponía de pie o nada. Pues nada. Me tuve que conformar con una comunión espiritual.
Mire, al final uno es el pagano que tiene que aguantar todo y encima pagarlo. Pues me he cansado. Seguiré colocando la crucecita en la declaración del IRPF porque sé que la Iglesia nos necesita, y que no me sigan tocando las narices.
Protestar es perder el tiempo. Si hablas con el sacerdote del lugar te despide llamándote reaccionario, carca y poco misericordioso. Hablar con el obispo es más de lo mismo: si acaso responde -que no siempre- con buenas palabras y ya está. Así que hemos decidido mi mujer y yo que nos convertimos en objetores de colecta.
Es muy facilito. Nosotros tenemos nuestro presupuesto de jubilados para la colecta dominical y festiva, y procuramos que sea lo más que podemos. ¿Que vamos a una parroquia normalita, bien arreglada, con sus reclinatorios, una celebración correcta, aunque falte alguna cosita? Pues donativo en la colecta.
¿Que nos toca aguantar originalidades, decisiones arbitrarias, liturgia alternativa, ocurrencias del reverendo de turno? Pues aguantamos, porque mejor es eso que quedarnos sin misa, aunque no se crea que lo tengo tan claro. Pero eso sí, en la colecta ni un céntimo. Lo vamos guardando y cuando nos toca parroquia normal, se lleva lo suyo y los ahorros de las misas anteriores.
Hoy me apetecía venir a la capilla y me he dicho: los últimos ahorros, para la parroquia de D. Jorge. Mire, no me eche reprimendas. Que usted me entiende. Si el cura con la liturgia de la Iglesia puede hacer lo que le venga en gana, imagine yo con la colecta. Por cierto, que usted disponga, pero si pudiera ser, me gustaría que este donativo fuera para gastos de la capilla de adoración perpetua.