Me he levantado sinodal
Sí. Me he levantado del todo sinodal. No he podido resistirme.
Luce el sol espléndidamente en La Serna en esta mañana de lunes. Su luz y su calor penetran las entrañas, llegan al alma y te transforman en lo más hondo. Sí. Basta de abrazarse a tenebrosas ideas que constriñen y nos apartan de los hermanos. Es la hora de abrir mente y corazón a esa luz que viene de lo alto, transforma la existencia y nos hace hermanos de toda la humanidad.
Es esta la hora en que uno despierta del sueño reparador que Dios nos regala para permitirnos vivir con intensidad, pero es también, y a la vez, la hora en que el corazón, reconfortado por esos rayos de sol que hablan de vida y generosidad, tanta que salen para justos e injustos, decide dejarse llevar por esos sueños, tal vez de adolescente o joven, y que un día declaramos imposibles.

Pues es algo que me vengo preguntando desde hace tiempo. Porque de cuando en cuando aparecen por ahí escritos y reflexiones que saca una autodenominada “iglesia de base” protestando por todo y quejándose de todo. Sea por lo que sea. ¿Se acuerdan aún de lo que pasó con la JMJ de Madrid? Gritos, lamentaciones y rasgamiento de vestiduras. Es como si todos fuéramos por el camino errado excepto un pequeño resto de Israel, investidos de especial pureza de visión y conciencia, constituidos a sí mismos como nuevos profetas del Reino de Dios, que se autoproclaman la iglesia de base y nos hacen el gran regalo de iluminar nuestras mentes pecadoras con sus sesudas y meditadas reflexiones.
Hablar, comentar, discutir y aclarar lo que haga falta, pero siempre con una cierta seriedad. Ponerte a comentar cualquier cosa con alguien que esgrime como argumentos eso de “total no es tan importante“, “a ver si crees que a Dios le importa” o “Jesucristo haría o dejaría de hacer” es una pérdida de tiempo, amén de una total vagancia inntelectual.
Seamos claros. El sínodo de la sinodalidad ha suscitado en la santa madre Iglesia un interés del todo descriptible: escasísimo. Desde el primer momento. Y cada vez menos. Evidentemente es defendido con mayor o menor convencimiento por todos aquellos que lo llevan en el sueldo: secretaría general, obispos… A ver qué remedio queda. No va a decir un obispo abiertamente, salvo rarísimas y valientes excepciones: Müller, Zen, Sarah… que todo es un despropósito. Si toca sínodo, toca sínodo y, por lo menos, habrá que cumplir por la cosa de la obediencia debida, aunque no sé si mal entendida, y para que en Santa Marta no digan que tal obispo es poco sinodal. Cumplir. Al menos.





