Esos humos los quiero yo en Despeñaperros
La historia nos lleva a los años 50 del pasado siglo. Tras una tarde de triunfo en la plaza de toros de Madrid, el matador y la cuadrilla se dirigen a la estación de Atocha para tomar el tren expreso camino de Andalucía. Al llegar al andén, la máquina a vapor, preparada y a punto para el viaje, resopla manifestando su poder y su fuerza a la vez que pita con entusiasmo. En ese momento un banderillero pequeñito, mientras acomoda los esportones en el departamento lo mejor que puede, exclama: “esos humos los quiero yo en Despeñaperros".