Al instante, se soltó la atadura de su lengua
Uno tiene amigos hasta en el infierno, quiero decir que hasta en Roma, y no me hagan el chiste fácil, que ya se lo he dado yo.
Mis amigos romanos, mis espías catacumbales, me dicen que desde el momento de la muerte de Benedicto XVI se está cumpliendo de manera especial la Escritura, especialmente algunos fragmentos evangélicos, como por ejemplo Marcos 7,32-37:
“Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»