Ser cura es casarse con la parroquia
Tuve la oportunidad ayer de charlar un rato con un diácono madrileño que en pocos meses será ordenado sacerdote si Dios quiere. Conversación de un cura veterano con alguien que está comenzando a descubrir el mundo de la parroquia.
Cuando me encuentro con un sacerdote, con un diácono recién destinado a una parroquia la primera palabra que le digo es que la parroquia no es un trabajo o una oficina donde uno puede colocar horarios, días de descanso, puentes o condiciones. La parroquia es para el cura como su esposa, se casa con ella, y me permito hasta acudir al ritual del matrimonio para aclarar que es eso: “me entrego a ti, parroquia, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Sí, digo bien todos los días de mi vida, porque también es labor del sacerdote orar por las que fueron sus parroquias.