No sé ni para qué viene
Ayer viernes tocaba misa en Piñuécar. Suelen acompañarme dos religiosas, pero fallaron. Al comenzar la exposición y el rosario, una señora. Un poco más tarde, otra. Dos en misa. No está mal.
Al acabar, una de ellas me dice: “no sé ni para qué viene, hoy estamos las dos, pero en cuanto el día esté regular no vamos a poder venir, así que no vale la pena“.
No es la primera vez que lo oigo de parte de los feligreses y también de parte de compañeros: “no merece la pena". La verdad es que aparentemente tienen su razón.
Aparentemente, pero solo aparentemente.