Un perro anticlerical
No he tenido suerte con los perros que han llegado a casa. Las cosas como son.
El pobre Socio, ya saben, era poco piadoso. Si alguna vez intenté que me acompañara a alguno de los templos, simplemente se daba la vuelta en cuando descubría mis intenciones, y si forzando llegaba a entrar, era tan solo para levantar la patita en el sitio menos adecuado, no sé si para marcar territorio o hacer patente su desprecio. Al final tuve que dejarlo por imposible.
Trapella, ya un mes en casa, de momento no había dado muestras de nada especial, aunque bien es verdad que uno va observando los más nimios detalles con la pretensión de lograr un día que al menos no rechace ostesiblemente lo sagrado como hiciera su antecesor.
Lo que ayer observé me dejó hondamente preocupado. No me digan cómo, los perros son así, se hizo con una tirilla de mi alzacuellos. Cuando quise darme cuenta, la tenía entre sus dientes y tarea imposible fue recuperarla intacta. Trapella mordisqueaba ese trozo de plástico con una mezcla de diversión y ensañamiento. Bien es verdad que ha sido un primer detalle, pero, claro, uno siente su miajita de preocupación. Anda que vamos bien, Socio poco piadoso y Trapella anticlerical. Confiemos que haya sido apenas una casualidad.
Me van a perdonar esta pequeña broma. Tanto hablar y escribir de cosas serísimas y no siempre agradables de nuestra Iglesia, alguna vez uno como que necesita un divertimento. Si añadimos quye algún lector me ruegas noticias de Trapella, pues dos pájaros de un tiro.
Trapella está bien, parafraseando el evangelio de Lucas, va creciendo y robusteciéndose. Hace honor a su nombre: es trasto, enredador, simpático, muy activo y con su punto de peligro. Entre las bajas, el cable de la impresora, que, eso sí, primero desenchufó y después cortó por la mitad. A veces tengo que buscar una zapatilla en el jardín y le ha cogido afición a robarme la alfombrilla del baño. Es un torbellino, pero es un perro encantador. Estoy muy contento.
Y lo del alzacuellos esperemos que no sea mala señal. Esperemos.
12 comentarios
Yo pienso que el P. Iraburu tiene razón, a algunos perritos no le gustan ir a la parroquia porque no están bautizados. Y creo que lo de morder el alzacuellos es porque quiere saber qué sabor tiene eso que se pone en el cuello
Creo que tiene que catequizarlo un poco, explíquele por ejemplo que van a ir a casa de Papa Dios, "Él es tu Papá, Él te ha creado, y en Él te mueves y existes". Sería maravilloso que un perrito pueda albar a su Creador, a Nuestro Papá Dios tan bueno y tan bello. El Padre Dios que ha creado las montañas, los lagos, los torrentes, los mares, los océanos. El Génesis recién salido de las manos de Dios debió ser una bellísimo, luego nosotros ya nos hemos encargado de estropear la Obra como hacemos siempre.
Sí, ya sé que se les coge mucho cariño, que acompañan una barbaridad y que son un regalo de la providencia muy bonito, pero siempre sin olvidar que los perros están para servirnos a nosotros, no nosotros a ellos!!. Hoy en día ya sabemos que todo el tema de las mascotas se ha sacado un poco de quicio, aunque obviamente no es su caso, pero no está mal recordarlo para la audiencia.
En todo caso lo Sagrado en general mejor a resguardo de trapella, que en la foto pareciera un miliciano del PSOE, del PC (podemos) ó de ERC en los terribles años 30, pero trapella es mucho más inofensivo, no puede pecar ni obtener méritos, así fue creado. Yo creo que incluso es de derechas. Muy majo, por cierto.
Sonreir con esta inocente situación puede ser muy terapéutico en estos tiempos que... sufrimos.
Toda la creación hasta la creación inanimada tiene que alabar al Señor, eso rezamos cuando oramos con el Salmo 148.
No entendéis que ese perro sabio actúa ad contram con la intención de mostrarle su ternura, como un padre que cogiendo a su hija en brazos le dice "a esta niña no le quiero nada, nada" mientras le mira con sonrisa bobalicona.
Otro ejemplo sería el del teólogo o cura progre que siendo mentes preclaras y futuros Doctores de la Iglesia, por humildad sólo hacen, dicen y escriben gilipolleces.
POR HUMILDAD.
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