El cabreo de Secundina

De repente echas en falta a Secundina. ¿Sabéis algo de Secundina? Es que hace tiempo que no viene por la iglesia. ¿Está enferma? No. Enferma no está porque uno mismo la ha visto por la calle alguna vez y porque así me lo corroboran las vecinas. Pues ya no viene.

En las grande ciudades estas cosas pasan. Predica mejor el párroco de san Venancio y, además, en mi parroquia no celebran bien y en las homilías se les desliza alguna inexactitud. No es el caso de las parroquias rurales.

Los curas de pueblo no solemos destacar en demasía. No tenemos la profundidad teológica de santo Tomás, tampoco predicamos como un san Juan Crisóstomo, no  celebramos con la elegancia y pulcritud de un antiguo benedictino ni destacamos en una vida de oración a lo san Juan María Vianney. Dicho esto, tampoco nos metemos en charcos especialmente rompedores, así que lo de Secundina debe ser por otras cosas.

Sí. A veces la gente se cabrea, no siempre lo dice, pero lo manifiesta a su estilo. Por ejemplo, dejando de venir a misa o marchando a un pueblo vecino donde el celebrante no sea el propio. No me parece ni bien ni mal. Somos libres y allá cada uno con sus cadaunadas. Pero sí quería contarles algunis cabreos que uno ha observado en su dilatada experiencia de cura párroco, y especialmente como cura rural. Evidentemente, los nombres, inventados. No así los hechos.

Secundina ha dejado de pisar la iglesia, especialmente la suya, porque un día, saliendo de misa, tropezó y se hizo un muy serio esguince. Ya ve usted, señor cura, toda la vida viniendo a la iglesia y ayudando y san Magín no ha querido protegerme. Yo no vuelvo.

Jesús se siente ofendido porque su párroco acude el domingo, al acabar la misa, a tomarse un vinito al bar con la gente. ¿Y eso es un cura? Yo no vuelvo. Lo triste es que en otro pueblo, y lo sé, donde el sacerdote no pisa el bar ni por asomo, Manolo, el del bar, ha dejado de ir a la iglesia -nunca fue especialmente aficionado- porque si el cura no va a su negocio, él tampoco al suyo. 

Genara decidió ausentarse porque llevan más de un año sin poner en el altar de la virgen el mantel que regaló su madre mientras que el que regaló la María lo han vuelto a poner para la fiesta. Claro, como la María es amiga del cura…

Paulino se ha cambiado de pueblo. Dice que está harto de que el cura tenga que mandar en todo, fijese, me dice, hasta nos tiene prohibido que movamos los bancos y las cosas de la iglesia sin su permiso. Del todo intolerable. 

El gran cabereo de Nicolasa viene desde el funeral por su madre. Lo quería el domingo de la octava de pascua. Pero no una intención en la misa sin más. No. Funeral - funeral en la misa de ese domingo y el cura de morado. No puede ser, le dije. No puede ser porque a usted no le da la gana. 

No se pierdan lo de Enriqueta y familia. Bautizo del nieto. Los padres sin casarse, la práctica religiosa prácticamente nula. Bueno, sin prácticamente. Y llegan a pedir el bautizo con fecha ya decidida para dentro de nada porque es cuando pueden todos y además ya tienen reservado el restaurante. Y dices que no, porque justamente ese día y a esa hora tienes la celebración de la fiesta de otro pueblo. Imaginen… Encima que vienen a bautizar al niño, en lugar de facilitar las cosas todo son pegas. 

Yo ya ni me molesto por estas cosas. Total, hagas lo que hagas siempre habrá alguien que encontrará la disculpa justa para no pisar la iglesia y echar la culpa al cura. Si quieren venir, que vengan, y si no, qué se le va a hacer. Ante los argumentos expuestos, y palabrita del niño Jesús que son cosas que me han pasado, si hay que dialogar se dialoga, pero en estos casos acaba siendo una pérdida de tiempo.