Memeces coronavíricas
Cuando se nos va la olla, se nos va del todo. O al menos yo lo veo así.
No sé los días que llevamos con el coronavirus de las narices o masculinas zonas más abajo. Que será muy serio, que yo no digo que no lo sea, pero no me negarán que nos ha venido muy bien para que no se hable de otras cosas, especialmente en la televisión, que es la casi única fuente de información para un buen número de españolitos de a pie. Tanto hay que hablar del virus este que no queda tiempo ni para economía, lo de la ministra de Venezuela, la mesa de negociación con los catalanes, la excarcelación de los del proceso ese o la última ocurrencia de Podemos.
Las bobadas por lo civil me superan. Me encocoran las que vienen por lo eclesiástico.
En Italia se ve de todo como es su costumbre. Iglesias que no celebran misas, sacerdotes que se niegan a confesar, otros que han suprimido la paz o los que piensan que en estas circunstancias debería ser obligatoria la comunión en la mano. Tampoco tiene desperdicio lo de cerrar las catacumbas.
Miedo me da que al final tenga más riesgos la estupidez colectiva que la propia epidemia.
Se supone que en cada templo los sacerdotes y colaboradores guardamos unas, entiendo que suficientes, medidas higiénicas. Las que podemos buenamente y mantenemos en el templo, la casa, el bar o la tienda de la esquina.
¿Cerrar templos como en algunas partes se ha hecho? ¿Y los bares abiertos? No me casa.
Es que en las misas se junta gente… Si, tampoco tanta… Más en cualquier hipermercado y a nadie se le ocurre cerrarlos.
Suprimir las confesiones… por la cosa de que el penitente y el confesor mantienen una cierta cercanía. Sí. La misma que la Juana y la Ramona esperando en la consulta del médico. La misma que Juanito y la Eulalia tomando café.
Y la comunión mejor en la mano. Vale. Tampoco resuelve demasiadas cosas. Uno estornuda, se limpia con el pañuelo y algún bichito salta a la mano. ¿Y?
¿Suprimimos la paz? Eso sí es una buena idea, a ver si aprovechando lo del virus conseguimos acabar con ese esperpento que supone el rito de la paz en muchas misas. Por otra parte sería curioso no darnos la paz por lo del virus y luego, al salir, saludar a Manolo con un buen apretón de manos, si no con un abrazo, y a su señora con un par de besos. Pero sin el rito de la paz, por si el bichejo. Estamos memos.
Otra cosa sería que las autoridades sanitarias cerraran todo tipo de establecimientos públicos y se prohibieran reuniones de más de x personas. Pero de momento, y mientras esto no suceda, mientras siga abierto todo, cerrar las iglesias no dejaría de ser una mentecatez. Pero somos capaces de eso y de mucho más con tal de ser los primeros en algo.
Por cierto, antiguamente, ante epidemias y enfermedades varias, la Iglesia, además de atender a los apestados, tenía por costumbre rezar pidiendo a Dios su intercesión. ¿A alguien se le ha ocurrido rezar? Ahí lo dejo.
37 comentarios
Suscribo lo que dice usted sobe lo "esperpéntico" que ha llegado a ser. Pero, en vez de suprimirlo, me parece que lo mejor sería realizar el rito de la paz de manera aleatoria en las misas: unas sí, otras no. Pero de manera aleatoria y sin avisar, porque si los feligreses aprenden en qué misas sí y en qué misas no, irán siempre a las que sí o siempre a las que no. Sería una forma de mostrar que este rito no es el "centro esencial de la misa".
Los modernistas han perdido la coherencia. En adición la fe y la vergüenza, frase celebérrima de Luis Fernando.
Sin embargo, creo que, en un país donde hasya ayer solo había 6 casos de infectados, esta medida priva del derecho de todo fiel que frecuente la Forma Ordinaria de recibir la comunión del modo tradicional, es decir, en la boca (cabe recordar que la comunión en la mano se puede recibir solo en virtud de un indulto de la Santa Sede a aquellos países en los que se ha concedido). Mientras, los obispos se olvidan de los fieles de la Forma Extraordinaria, que se ven simplemente privados de la Sagrada Comunión. En una situación de verdadera emergencia sería más que lógico que la comunión no se distribuyera entre los fieles (recordemos que la Iglesia solo manda comulgar una vez al año, por Pascua). Pero, ¿es realmente una situación de emergencia la que se vive? ¿Por qué no se toman medidas similares cuando hay epidemia de gripe estacional, si esta es más virulenta y causa más muertos?
Además, como apunta el obispo Schneider, la comunión en la mano es más peligrosa para ingerir virus, puesto que estos pueden vivir durante días en diversas superficies que tocamos con las manos. Por tanto, no casa muy bien esta directriz... ¿tal vez es que a algunos molesta que se comulgue en la boca y esta es la excusa para atacarlo?
En cuanto a suprimir las confesiones, es un sinsentido: se priva a los fieles de un sacramento fundamental, y muy necesario en tiempo de cuaresma, y en tiempo de enfermedad. Además, si usan los confesionarios tradicionales, con una rejilla de por medio (incluso con un velo, como se hace en las iglesias tradicionales), el contacto es totalmente nulo.
Estas medidas sirven, con toda seguridad, para crear un alarmismo injustificado entre la población. Por otra parte, las personas siguen trabajando, amontonándose en el metro y haciendo su vida normal...
Más procesiones de rogativas, y menos memeces...
Ayer salieron hablando de la Semana santa andaluza, y los cofrades dijeron que no temían pues la Virgen intercedería. Que contrasentido fieles lógicos que no temen a lo sagrado y obispos haciendo de doctores con más miedo y canguelo que no se. Claro pura lógica, si vamos a Lourdes a bañarnos en sus aguas porque estamos enfermos y por la intercesión de la Santísima Virgen María pedimos la salud y su milagrosa curación, si ahora dicen que mejor dejar en suspenso las visitas, los actos y demás los que no creen pensarán con razón que no tenemos Fe. Siempre en estos casos a lo que se ha recurrido es a la Fe como así lo demuestran los testimonios en muchos santuarios de España y en las fiestas populares de media España celebradas cuando terminó no se qué epidemia, peste o enfermedad epidemológica.
Si se tratara de una guerra convencional a nadie le asombraría ver la valentía de los sacerdotes en el frente de combate y en las ciudades bombardeadas.
Si se tratara de la lepra los sacerdotes que por ayudar a los enfermos se contagian y mueren pueden ser llevados a los altares.
En un atentado como el de Las Torres la valentía de muchos fue puesta en evidencia.
Pero si se trata de este virus...
Vamos a seguir las recomendaciones oficiales que nos den, y vamos a intentar no quedar en ridículo, al contrario que este grupo, que ya ha quedado en evidencia ante todo el país.
2. ¿Cómo sería la fe de los obispos, sacerdotes y feligreses en el Imperio romano que ni a la espada, a la tortura, a los leones o a los virus confiaban en Dios?
3. Porque con los virus, los cristianos eran los únicos que permanecían en la ciudad con los infectados. El resto se marchaba de la ciudad, los idólatras de sí mismos, del dinero, del poder, del placer, de los dioses de mármol, ... del espíritu del mundo.
4. Qué centuriones de la fe observamos en la Iglesia Católica.
5. Qué luz transmiten los pastores.
6. Qué sal condimenta a la fe.
7. Qué fe hallará Nuestro Señor Jesucristo.
También cerrarán el Congreso y el Senado ¿no? (iluso que es uno). Y hasta con un poco de suerte no aprobarán leyes infectas (no caerá esa breva) Ni los políticos darán mítines, ni manos, ni besos a los que se les crucen por la calle, ni los "informadores" podrán asistirles para aumentar aún más su ego (toma penitencia). Si es que a todo esto hay que verle el lado bueno.
Fomentar la costumbre de la oración D Jorge, ahí le ha dado Ud. de pleno. Y como el movimiento se demuestra andando, aprovechando que estamos en Cuaresma, rezaremos aún más .
En Costa Rica, el 1 y 2 de agosto hay una multitudinaria romería al Santuario de Nuestra Señora de los Angeles, Patrona del país. Hace algunos años, cuando la peste de moda era la fiebre H1N1, el Ministerio de Salud tuvo la genial idea de prohibir la romería porque podía ser una foco de contagio debido a la aglomeración de personas. Curiosamente, no se les pasó por la mente prohibir los partidos de fútbol. El asunto es que los obispos, en vez de defender la piadosa tradición, dócilmente acataron la disposición del Ministerio de Salud, cancelaron la romería y cerraron el Santuario. La historia tiene un final feliz. Los devotos de la Santísima Virgen acudieron en masa al igual que todos los años. Cuando llegaban al templo, rezaban el Ave María ante la puerta cerrada. ¿Y la fiebre H1N1? Pues no mató a nadie. La peste de moda, sea corona virus, gripe aviar, fiebre porcina, vacas locas, o lo que sea, solamente sirven para sembrar pánico. Circula la broma de que la única cura para el corona virus es no ver televisión. Rezo su Ave María.
En fin, sacerdotes como usted y otros que conozco, son los que me confirman que efectivamente, las puertas del infierno no prevalecerán.
Le rezo su Avemaría. Y rece usted, también por mí, ¡puñetas! que me hace falta.
Ven Señor Jesús.
A veces da la impresión de que cualquier excusa es buena para echar el cierre en las iglesias. Si la infección es leve, no hay motivo. Y si es grave y te pone en peligro de muerte, misa, confesión y unción. Iglesias abiertas y sacramentos disponibles. Y aprovechar la histeria para insistir al personal que se pongan en paz con Dios.
He puesto sacos de tierra en la entrada de mi domicilio tras los que me parapeto con un Mauser alemán de la guerra del 14.
¡Son tantos los peligros que nos acechan!
El corona virus, el cambio climático, el chuletón de vacuno...
Los sensatos curas de Padua no habrán oído hablar del P. Damián en Molokai pero me encantaría hacer una comida con ellos para partirme de risa con su humor zumbón y de paso aprender algo de doctrina.
Nuestra única esperanza es el gobierno progresista que disfrutamos, con el Presidente veraz, sus vicepresidencias de "gente" coherente; sus ministros (y ministras, oig) que marcan un antes y un después en la formación intelectual y laboral de un político.
Quizás los millones de vacunas que compró Zapatero para frenar la letal gripe A, no hayan caducado.
Dada la aprensión excesiva en la Iglesia sobre el coronavirus, más pronto que tarde, en muchas Diócesis no darán la comunión en la boca.
No olvidemos que Dios cuida de sus hijos. Bien está que pongamos los medios necesarios, uno de ellos es hacer las formas más grandes, al respecto recuerdo a un sacerdote enemigo como tantos otros de dar la comunión en la boca, y además como es muy escrupuloso en la misa que celebraba, consagraba varias formas grandes, las cuales partía en cuatro trozos, en evitacion de que pudiera impregnarse los dedos con la lengua del comulgante. Sobre la higiene de las manos, el sacerdote se las lava en la sacristía antes de la celebración de la misa, en cambio los ministros extraordinarios y los que sin serlo son requeridos para ayudar al celebrante a dar la comunión por la gran afluencia de fieles, no las tienen debidamente limpias por haber tenido antes contacto con objetos o personas.
En cuanto al rito de la paz que no es preceptivo, debería prohibirse no solamente por el coronavirus, sino mucho antes por el abuso desmedido de ir yendo de aquí para allá, contraviniendo las normas litúrgicas.
Jesus es Dios, es la fuente de la Vida y la Salud, del arbol de la Cruz donde esta Crucificado Jesus fluye la vida de los catolicos y paganos, nada subsiste sin la vida que mana de Dios! Como vamos a temer que la Sagrasa Eucaristia, cuerpo, sangre, alma y divinidas de nuestro Señor, puede traernos muerte y enfermedad, es una blasfemia monunental y horroroza, una falta de fe y confianza abominable!! Jesus resucito muertos, curo enfermos, hizo toda clase de milagros en donde dejo en claro su inconmensurable poder! Y no olvidemos los innumerables milagros de la Sagrada Eucaristia, de los santos, y de los sacramentales que ha documentado la iglesia a lo largo de la historia para reafirmarnos en el amor y la confianza absoluta en el Pan de los Angeles.
Estoy segura que la FSSPX no va a dejar de dar misa ni la sagrada comunion aun en medio de una peste mortal, mas que nunca se va a ver quien realmente cree en Jesus y quien no es catolico!
Yo doy la paz llevando la mano a mi pecho acompañado de la expresión Paz y Bien. Como anécdota jocosa en una ocasión una anciana me atizó en las piernas con la garrota por no darle la mano, desde entonces las beso en la frente, sobre todo a las conocidas, aunque ahora con el coronavirus me abstendré.
Saludos cordiales en el Señor.
Saludos cordiales.
Mi formación médica me dice que hay que seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias. El sentido común tb. Poner en duda esto no es muy sensato y además da una imagen horrible.
Lo que ocurre aquí es que todo el mundo habla de lo que no sabe. La última, en Málaga, que si hay que recibir la comunión con la mano.
Hablan periodistas, políticos, y legos en la materia, entre ellos nosotros. Ocurre tb que legos tb son los propios especialistas del tema, que con honestidad reconocen que no saben mucho sobre este "extraño virus"??. Están todavía en la fase de recogida de datos, y mientras este campa a sus anchas bajo la histeria colectiva,o cierto grado de broma de otros
Cómo todo, en los tiempos que corren, se pasa del histerismo a la frivolidad, la última mascarillas de lujo?. Del esperpento, pagar 500€ por cinco mascarillas, a la contradicción, limitando el acceso al culto o los sacramentos, como la confesión y no limitar las aglomeraciones en lis supermercados o en un evento deportivo.
Todo es un poco caótico, no existen medidas coordinadas y cada cual opina y hace, todo muy de nuestro tiempo.
Histerismo fuera, alarmismo tb, pero una alarma sanitaria se debe valorar y no frivolizar. Puede tener un 2 o un3%de mortalidad, pero ayer pensé en la residencias de ancianos y me imagine lo que supondría la entrada del mismo en una de ellas. Sensatez ante lo poco que sabemos, confianza en Dios, pero tb debemos ser conscientes que no podemos caer en la frivolidad ni el alarmismo. Cuestión de equilibrio.
Mi trabajo me exige el uso de mascarilla, guantes y el lavado de manos. Esterizacion de instrumentos. Un entra y sale de personas. Evidentemente estoy tranquila, soy más escrupulosa en lis protocolos si cabe, mi contacto es menos de un metro con el paciente. Si me salto esto, no sólo el Coronavirus, sino otros estarían a sus anchas.
Prudencia y sensatez, por parte de todos.
Lo de la comunión en la mano, me ha dejado estupefacta. Supongo el sacerdote la dará con guantes 😳
Las mascarillas escasean y han subido de precio. En mi trabajo tenemos cajas apiladas en stock. Pensé me cojo el tren a Madrid, por ser una de las zonas más afectadas. Me pongo a venderlas y hago mi agosto 😂😂😂. El miedo nos atonta el cerebro..... mucho de lo que oímos y vemos tienen esta raíz.
Dios les bendiga y les siga conservando el sentido del humor.
Más que a la epidemia de coronavirus, debemos temer a la epidemia del miedo. Por mi parte, me niego a ceder al pánico colectivo y a someterme al principio de precaución que parece mover a las instituciones civiles.
Así que no tengo la intención de emitir instrucciones específicas para mi diócesis: ¿los cristianos dejarán de reunirse para rezar? ¿Renunciarán a tratar y a ayudar a sus semejantes? A parte de las precauciones elementales que todos toman espontáneamente para no contaminar a otros cuando están enfermos, no resulta oportuno agregar más.
Deberíamos recordar que en situaciones mucho más serias, las de las grandes plagas, y cuando los medios sanitarios no eran los de hoy, las poblaciones cristianas se ilustraron con pasos de oración colectiva, así como por la ayuda a los enfermos, la asistencia a los moribundos y la sepultura de los fallecidos. En resumen, los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes, sino todo lo contrario.
¿El pánico colectivo que estamos presenciando hoy no revela nuestra relación distorsionada con la realidad de la muerte? ¿No manifiesta la ansiedad que provoca la pérdida de Dios? Queremos ocultarnos que somos mortales y, al estar cerrados a la dimensión espiritual de nuestro ser, perdemos terreno. Disponiendo de técnicas cada vez más sofisticadas y más eficientes, pretendemos dominarlo todo y nos ocultamos que no somos los señores de la vida.
De paso, tengamos en cuenta que la coincidencia de esta epidemia con los debates sobre las leyes de bioética nos recuerda oportunamente nuestra fragilidad humana. Esta crisis global tiene al menos la ventaja de recordarnos que vivimos en una casa común, que todos somos vulnerables e interdependientes, y que es más urgente cooperar que cerrar nuestras fronteras.
Además, parece que todos hemos perdido la cabeza. En cualquier caso, vivimos en la mentira. ¿Por qué de repente enfocamos nuestra atención sólo en el coronavirus? ¿Por qué ocultarnos que cada año en Francia, la banal gripe estacional afecta a entre 2 y 6 millones de personas y causa alrededor de 8000 muertes? También parece que hemos eliminado de nuestra memoria colectiva el hecho de que el alcohol es responsable de 41000 muertes por año, y que se estima en 73000 las provocadas por el tabaco.
Lejos de mí, entonces, la idea de prescribir el cierre de iglesias, la supresión de misas, el abandono del gesto de paz durante la Eucaristía, la imposición de este o aquel modo de comunión considerado más higiénico (dicho esto, cada uno podrá hacer como quiera), porque una iglesia no es un lugar de riesgo, sino un lugar de salvación. Es un espacio donde acogemos al que es Vida, Jesucristo, y donde, a través de Él, con Él y en Él, aprendemos juntos a vivir. Una iglesia debe seguir siendo lo que es: un lugar de esperanza.
¿Deberíamos calafatear nuestras casas? ¿Deberíamos saquear el supermercado del barrio y acumular reservas para prepararnos para un asedio? ¡No! Porque un cristiano no teme a la muerte. Es consciente de que es mortal, pero sabe en quién ha puesto su confianza. Él cree en Jesús, que le afirma: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”(Juan 11, 25-26). Él se sabe habitado y animado por «el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos» (Romanos 8:11).
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Además, un cristiano no se pertenece a sí mismo, su vida debe ofrecerse, porque sigue a Jesús, quien enseña: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y el Evangelio, la salvará ”(Marcos 8:35). Ciertamente, no se expone indebidamente, pero tampoco trata de preservarse. Siguiendo a su Maestro y Señor crucificado, el cristiano aprende a entregarse generosamente al servicio de sus hermanos más frágiles, con miras a la vida eterna.
Entonces, no cedamos ante la epidemia de miedo. No seamos muertos vivientes. Como diría el Papa Francisco: ¡no os dejéis robar la esperanza!
+ Pascal ROLAND
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