My tailor is rich
Posiblemente hoy haya sido día de verduritas y plancha. Quizá incluso hasta de intenso paseo. Me dicen que Rafaela y Joaquina se han acercado hasta el río, y no pilla cerca. Y hasta un pajarito me ha contado que esta mañana ha sido sorprendido el señor Ramón buscando, un año más, su librito de Assimil con la sana intención de pasar por una vez del “my tailor is rich”, a la vez que depositaba tabaco y mechero en la papelera más próxima, que su señora, Marcela se ha apresurado a recoger sabiendo que muy posiblemente volvieran a ser imprescindibles en días u horas.
Es la resaca del uno de enero y los buenos propósitos urgidos por unos pantalones que, misteriosamente, tienden a estrecharse tras las navidades (y nos queda el roscón).
Año nuevo, vida nueva. Buenos propósitos para cuidar un cuerpo y cultivar una mente con fecha de caducidad, esperemos que no próxima.
Por eso ayer, en la homilía de cada una de mis tres misas, además de hablar de las lecturas y explicar el sentido de la solemnidad de Santa María madre de Dios, animé a mis feligreses a un “año nuevo, vida nueva” en el camino de la santidad. Porque, digo yo, aquí mucho perder peso, mucho tipito, mucho lo de “mens sana in corpore sano”, pero si no nos cuidamos para la santidad y el cielo, buena gana de andar perdiendo el tiempo. Lo malo es que hablas de santidad y la gente como que se asusta. Año nuevo, deseos renovados de santidad.
Les decía que lo de la santidad tampoco era tan complicado, empezando, por ejemplo, por lo de acudir a misa cada domingo y algún día más poco a poco. Santidad es acordarse de rezar algo cada día, es plantearse el rosario al menos alguna vez y si puede ser en familia mejor. Santidad es el esfuerzo por ser fiel a los mandamientos, que tampoco es para tanto, y acercarse alguna vez al sacramento de la reconciliación.
Santidad es ese esfuerzo, aunque sea de momento pequeñito, por practicar las obras de misericordia, empezando por los más cercanos.
Santidad es ir haciendo cada día, sencillamente, lo que tenemos que hacer.
Ya. Ya sé que me faltan muchas cosas. Pero es que un servidor habla a sus paisanos, con sus virtudes y vicios, con su generosidad y sus manías, y sabe que esto sí que lo entienden, y que Rafaela y Joaquina harán lo imposible por no faltar a misa un domingo, y que el señor Manolo, todo el día peleándose con las vacas, tiene que hacer el esfuerzo de organizarse y sacar el rato de la misa, y que aunque siempre hay sus cosas, hay que superar roces y limar tanta bobada. Santidad es que alguna vez los Ramones y las Marcelas se dejan caer en misa a diario, que no tienen costumbre. Santidad de pueblo es que sepamos vivir en la fe las tradiciones y fiestas de siempre.
Poco a poco.
Hay gente que para la santidad hace unos planes que asustan al más valiente. Que ya sé que hay gente muy generosa capaces de todo lo que se les eche encima. Los de pueblo somos más elementales. Y no es que no queremos ser santos, es que vamos poco a poco. En eso estamos.
13 comentarios
Padre, es que creo yo que para alcanzar la santidad habremos de empezar por las pequeñas cosas antes de proponernos las grandes metas.
Difícilmente puedo aspirar a santo si soy incapaz de hacer las paces con mi hermano.
Gracias y fuerte abrazo.
Como no recuerdo si le felicité el año, lo hago ahora, FELIZ AÑO D. JORGE!
Un abrazo en el Señor, niño en el portal de Belén
Cuente con su Ave María
Porque mediante el testimonio admirable de tus santos
fecundas sin cesar a tu Iglesia
con vitalidad siempre nueva,
dándonos así pruebas evidentes de tu amor.
Ellos nos estimulan con su ejemplo
en el camino de la vida
y nos ayudan con su intercesión.
Pasado mañana leeremos en el evangelio que el Señor nos pregunta directamente qué buscamos (Jn 1,38). Que cada uno se responda...
Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo...
¡ASÍ SEA!
Una de las definiciones en sentido estricto más geniales de la santidad es la que da santa Teresa a sus monjas, y que pocas veces se recuerda en comparación de otras frase suyas: "toda vuestra perfección está en cumplir la Regla".
Toda vuestra perfección está en cumplir la regla, cada uno de su estado de vida.
Querido D. Jorge:
Esté seguro de que también muchos de sus comentaristas (entre los que me incluyo) nos alegramos de esos valientes esforzados que se atreven con el inglés, el chino, el alemán, el piano, la subida al Himalaya, la ingeniería informática y la física cuántica.
Al fin y al cabo, si son capaces de eso y “de todo lo que se les eche encima”, no hay duda de que estarán bastante preparados para afrontar la vida “como se debe”, es decir, deportivamente (cuando eso sea posible) y, en todo caso, aceptando los riesgos y consecuencias que esta vida conlleva.
Y, precisamente por ser “valientes esforzados”, tampoco les extrañará demasiado que el Señor Jesús nos diga a todos nosotros (¡ellos incluidos!) que “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11, 12).
De todas maneras, a los que somos “de pueblo” nos orienta mucho la oración del santo y sabio cardenal Newman: “(Señor), no te pido ver claro el futuro, sólo un paso, aquí y ahora”.
Así pues, se trata de dar ese paso “poco a poco”, como usted nos indica.
Tengo oída una anécdota de san Juan Pablo II que no sé si es verídica. La cuento por si lo es, aunque, en todo caso, es muy honda y sencilla.
Dicen que, cuando el Santo Padre polaco estaba ya en sus últimos días o semanas, una de las monjitas que le cuidaba le dijo, entre preocupada y cariñosa: “Sabe, su Santidad me preocupa”.
A lo que el santo Papa le respondió sin cortarse ni pizca: “¡A mí también, hermana, me preocupa mi santidad!”.
Un fuerte abrazo, D. Jorge:
José Mari, franciscano
El título de su escrito me pareció raro por hacer referencia al sastre. Pero al leerlo caí en la cuenta de que usted no da puntada sin hilo. O sea que la santidad es paso a paso, como un sastre vamos poco a poco, puntada a puntada mientras nos da Dios el hilo...
Martinna:
Gracias.
Con lo del sastre (del dibujo), que da cuidadosamente cada una de sus puntadas, yo no me había dado cuenta que D. Jorge hace exactamente lo mismo con nosotros.
Se ve claramente que D. Jorge y usted han dado muchas más puntadas que yo.
¡Acertadísimo eso de que Dios nos da también el hilo!
Un fuerte abrazo a los dos:
José Mari, franciscano
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