Tenacidad a prueba de bombas: otra vez el congreso de la Juan XXIII

Soy de muy frágil condición y hay cosas a las que no puedo resistirme, por ejemplo, a un buen sándwich de Rodilla, una cerveza bien fría y comentar cada año algo del congreso de la Juan XXIII. Otras cosas cada vez me tientan menos.

El congreso viene a ser siempre lo mismo. Un grupo de gente mayor, cada vez menos y más, menos gente y más mayor, que se saben portadores de valores eternos -los extremos se tocan- y se sienten constituidos en la nueva profecía del futuro igualitario, solidario, proletario, trinitario y fuera del armario, en contraposición de todo lo que pudiera ser cavernario y tenebrario e incluso supernumerario. Esto es la base y la altura, la cotangente y la línea matriz del asunto.

El resto va por años. Se coloca algún teólogo, o mejor teóloga, algún representante de algo a ser posible no cristiano, se añade un toque feminista y alguna guinda al pastel. Este año la guinda es multicolor y arco iris, ya que el colofón será una misa preparada por el Colectivo Cristiano LGTBI, lo que supongo hará especialmente alegre, festivo y colorido el evento. Podían invitar a presidirla al ex cardenal McCarrick. De entre todos los ponentes (o ponentas), me ha llamado especialmente la atención Mary E. Hunt, que según el propio congreso es una teóloga feminista, católica activa en el movimiento de mujeres-iglesia y en asuntos religiosos LGBTIQ, y Codirectora de la Alianza de mujeres para la Teología, Ética y Rituales (WATER). Hay que ser cachondo mental para formar parte de una cosa llamada WATER, que en ingles sonará bien, pero en castellano huele mal. De todos modos, si el colectivo LGBTIQ anda por medio, la alegría que no falte.

Dicho esto, el tema central es lo de menos. Total, año tras año me pasan el borrador del mensaje final antes de iniciarse el congreso. Este año todavía no lo tengo en su redacción definitiva, parece que hay fallos en el ADSL, pero sé que harán una llamada a apoyar las reformas del papa Francisco, otra solidarizándose con la Amazonia y su sínodo, una más pidiendo solidaridad con los inmigrantes, así como me han soplado una condena al capitalismo salvaje, aunque no se ponen de acuerdo en citar expresamente a Trump. No hay duda en el apoyo a la mujer, pidiendo de una vez su ordenación, así como la repulsa a los casos no de homosexualidad en el clero, para que los colectivos esos de tantas letras no se molesten, sino de pederastia, cuya culpa la tienen el celibato sacerdotal y Juan Pablo II.

Este año no consigo saber a qué será dedicada la colecta solidaria, aunque ya me han confirmado que los proyectos y las obras de las Misioneras de la Caridad han sido excluidos. Hay voces que piden se emplee en algún proyecto de inmigrantes, pero está por ver.

Lo cierto es que el congreso tiene poca emoción sobre todo cuando se sabe desde hace más de un mes, y así lo publica Europa Press, que concluirá con la propuesta de “una mística en perspectiva feminista, integradora de las diferentes experiencias religiosas y laicas, que responda a los desafíos de este tiempo". Vamos, que vas a un congreso en el que las conclusiones se han tomado de antemano.

Acabo de llamar a Rafaela y a Joaquina y se lo he contado. Les he dicho que qué les parecería iniciar en el pueblo algo así, eso de la mística en perspectiva feminista y demás. La respuesta de Rafaela ha sido unánime: “mira, cura, estamos en fiestas y me temo que te has pasado con la sangría. Dicho esto, si no es la sangría y es tu última ocurrencia, te pego un par de bofetás que te espiazo”.

Repuesto por la amenaza de Rafaela, secundada por Joaquina, que no dudaría en soltarme un puntapié con los zapatos de puntera fina para que la resaca se me vaya de repente, tengo que confesar que yo tampoco entiendo mucho, pero era por si colaba. No lo ha hecho.