Fiestas de pueblo. No somos un mozo más
Ahora que ando como los almendreros, de fiesta en fiesta, me preguntan, me pregunto, cómo debe estar un sacerdote en las fiestas de sus pueblos. Oigan que no es ninguna tontería.
Los hay, los ha habido, partidarios de ser algo así “como un mozo más”, ya saben que en el pueblo mozo es todo aquel que no ha contraído matrimonio, aunque tenga sesenta años. Ser un mozo más significa que sí, que uno hace las funciones religiosas, pero luego está en todas partes por la cosa de ser uno más del pueblo: comidas, bebidas, copas, baile (aunque no baile, que a veces también), diversión hasta las horas que toque, participar como uno más en absolutamente todo.
Otros hay para los que las fiestas no son nada, salvo sus estrictas funciones religiosas. Compañeros sacerdotes que no quieren saber nada de actividades que no sean estrictamente litúrgicas, cuando no aprovechan para soltar una soflama contra los excesos de esos días.
Como siempre, hemos de irnos al punto medio. Pienso que el sacerdote debe primar, evidente, las funciones litúrgicas, preocuparse de que se celebren bien, lo que incluye animar a una buena confesión, y luchar por un fondo religioso auténtico, no sea que lo religioso quede reducido a mera costumbre tradicional. Dicho esto, toca estar con la gente.
Estar en la comida de los mayores, asomarse a los concursos infantiles, dar una vuelta por la plaza, acompañar a las autoridades en los actos oficiales.
Dicho esto, y tras la experiencia de párroco rural durante nueve años, en otro momento, y lo que hoy me toca, me atrevo a ofrecer a los compañeros curas algunas ideas, por si les sirve de algo:
- Hay que estar en la fiesta. En la iglesia y en la calle. En los dos sitios.
- Creo que es bueno, también en la fiesta, la romería o lo que sea, mantener el traje clerical, que es una forma de que todo el mundo sepa de que ese de ahí es el señor cura.
- Saludar a todos con agrado y con mesura. Personalmente huyo de esa costumbre reciente de repartir besos si es que puedo, que a veces se te lanzan.
- Procurar acompañarse de gente de confianza.
- Cuidar mucho los horarios. El cura no pinta nada a las tantas de la mañana por el pueblo.
- Cuidar muchísimo la comida y sobre todo la bebida. La comida (qué tragón, que chupón, como se aprovecha) y la bebida más que nada. Una copa de más y ya tenemos el lío, el riesgo de hacer alguna bobada más de lo necesario y la fama de borrachín para toda la vida.
- Bromas, las justas. No es extraño que en días de fiesta, y algunos con una copa de más, intenten sobrepasarse con alguna chanza de no excesivo buen gusto. En esos casos silencio o un sencillo “vale, anda no te pases”.
En una ocasión ya he citado un curioso manuscrito del año 1946 en el que el señor cura párroco de Braojos describe costumbres del pueblo y de la iglesia y ofrece sus consejos. Entre otros, uno que viene un poco a cuento de estas cosas: “Tienen verdadero interés en que el cura vaya a presidir los banquetes con ocasión de bodas y bautizos. No es conveniente bajo ningún motivo, pues el ambiente, bromas, curiosidad, etc., deja un tanto que desear, haciendo el sacerdote un tanto el ridículo y pierde prestigio, ya que da pie a tomarse alguna confianza con él…”
Qué bien lo explicaba el cura entonces. Y qué bien si hoy lo siguiéramos teniendo en cuenta, simplemente manejando esa rara virtud denominada prudencia.
14 comentarios
Dios te salve...
Quede con Dios.
Que tome nota alguno que viste de blanco.
Del Real Madrid, digo.
Otro asunto importante es el de invitar en los bares (no se si en esos pueblos hay bares permanentes o que abren sólo cuando hay más gente); pero hay que tener cuidado entre quedar como muy espléndido o como un gorrón.
Con las limitaciones que usted muy acertadamente ha indicado, el cura debe estar, pero sin estar. Hacer presencia, sí, pero no integrarse como uno más. Un sacerdote nunca es uno más en nada. Mantener una amable y gentil distancia es necesaria. Un cura fiestero (un cachondo, en lenguaje coloquial) es para mí algo bastante lamentable de presenciar.
Creo que un cura debe participar en los actos profanos, siempre que éstos sean en sí honestos, pero con mucho cuidado, pues el jolgorio de la fiesta y el bon vino pueden hacer derivar a lo honesto hacía terrenos vedados. Mejor retirarse a tiempo si se ve que el ambiente se pasa de jolgorio.
Tuve un maestro cura, era ya mayor y yo bastante pequeño, pero recuerdo que era de sentencias firmes, y una de sus expresiones recurrentes era "El cura donde no hace falta estorba", jejejejeje
Bien está que el cura se entrevere en las fiestas y en los lutos de su parroquia, que para eso es el cura,pero manteniendo las prudentes cautelas que tan bien apunta D.Jorge. Tiene que ser mucha responsabilidad el portar unas manos capaces de consagrar, de bautizar, de absolver los pecados, de uncir enfermos, de sacramentar a dos tortolitos.
Esta es mi firme opinión; alguien puede pensar que estoy equivocado, y si tal me dijere, descargaré mi responsabilidad en el autor de todos los males que nos afligen.
¿A que no sabéis como se llama?
Da la sensación de pasarse un poco pero tiene todo el sentido del mundo. Cuantos matrimonios se habrán roto por esta combinación; sensualidad, vista, tacto, alcohol, etc.
Un cura polaco de 73 años es cosa muy seria, pues ha vivido los rigores del comunismo, y sin duda llevará la impronta de San Juan Pablo II en cuanto a la devoción a la Virgen María y la confesión de la sana doctrina sin veleidades progremodernistas.
No me extraña que Pére Marian sea casi inmune al alcohol, pues el frío de las estepas polacas como que les obliga un poco a trasegar alguna copita extra, dentro de un orden, claro.
Un cordial saludo y si te parece bien nos cuantas de vez en cuando alguna andanza serrana del Pére Marian en tierras francesas. Adieu et vive la France catolique et la Vierge de Lourdes.
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