La caridad chachi guay
Hace unos días me vinieron a la parroquia unos chavales, quince o dieciséis años, no creo que más. Querían pedir permiso para vender en la puerta alguna cosa destinada a un proyecto solidario que estaban haciendo con personas de la calle. Como es natural me interesé por el proyecto, que se apresuraron a describir.
Fue ocurrencia de un profesor y consistía en salir por la ciudad, hablar con personas sin techo, preguntar qué necesitaban y comprárselo. Punto y final. Uno, que lleva en Cáritas su tiempo, solo hizo una pregunta: ¿esto lo coordina Cáritas, alguna ONG, hay algún profesional que os asesore…? No, me respondieron. Nosotros, lo que se nos ocurre, lo que nos han dicho…
La caridad auténtica, el trabajo real con las personas en situación de pobreza o al menos de lo que se llama vulnerabilidad social, no suele ser trabajo chachi guay. Si nos tomamos al pobre en serio, si realmente creemos que la mayor ayuda que se le puede prestar es la de colaborar para que salga de su situación de pobreza y pueda vivir con normalidad y con dignidad, o como mínimo dar pequeños pasos en esa dirección, el trabajo con ellos debe ser profesional, pensado, estudiado, organizado, pensado en su bien y no en nuestra satisfacción personal. Evidentemente trabajar así lo que produce demasiadas veces son lágrimas que tragas como puedes y pellizcos en el corazón.
Meda mucho miedo esa caridad chachi guay de acercarse al desvalido con palmada en la espalda, toma lo que quieras, cena solidaria a beneficio de, dos horas del viernes en la calle, foto y hasta más ver. Comprendo que es sencillo, no necesita de programas ni evaluaciones, es amable y agradable, ya que jamás hay un no que moleste al otro, todo lo contrario, el otro feliz de que a todo digas si y le aportes lo que quiere, que no siempre es lo que más necesita y le conviene.
La caridad auténtica sabe mucho de reflexión y estudio, cercanía silenciosa, amor tan grande que pone en primer lugar el bien del otro aunque sea a costa de decir no, aguantar sus improperios y amenazas, pero en el convencimiento de que la firmeza, unidos al cariño, aunque a veces dejen rastros de amargura, son el único camino para que las personas avancen en dignidad.
Conozco a muchos voluntarios de Cáritas. Hombres y mujeres, si quieren especialmente mujeres, que se conocen sus barrios, patean cada casa, saben de cada persona y su necesidad, escuchan, comprenden, valoran e impulsan, sabiendo conjugar con especial sabiduría el “ánimo, a ver este mes qué tal vamos” y ese otro “mira, no, por ahí sabes que no, y eso no puede ser”. Voluntarios que en el silencio del despacho, en la precariedad de cualquier hogar, allá donde estén, saben ir poniendo ese granito de arena que hace que cada persona, cada familia, vayan dando pequeños pasos en su vivir con dignidad. Voluntarios que han comprendido el valor de una ficha, de estudiar cada caso, de sentarse ora con la gente, ora el equipo, y discernir, valorar, ponerse a ello y dejarse la piel con cada persona que pide su apoyo.
La caridad no es para que el actor Pepítez quede bien, suelte unas lágrimas de emoción el “Niño de los toriles” y los famosetes de turno se hagan la foto en Navidad. Tampoco son los pobres objeto de curiosidad antes los cuales el niño de diecisiete años juegue a eso tan bonito de ser solidario. Los pobres son hijos de Dios, personas con su dignidad de humanos por más que pueda parecer oscurecida tras una barba descuidada, unos cartones para dormir, ropa sin lavar en meses o un olor insoportable. Justo por ser los más débiles, necesitan que nos acerquemos a ellos con un mayor respeto.
Quizá puedan decirme, en el caso de estos chicos, que hay que dar gracias de que sean solidarios. Sí y no. Damos gracias a Dios por su solidaridad, de acuerdo. Ahora falta que sepan que la solidaridad auténtica es más que una simple ocurrencia, que cuando uno trata con seres humanos, y más en situación de debilidad, no puede hacerlo simplemente a base de buena voluntad.
31 comentarios
La educación es muy difícil siempre. Y si lo que se intenta es educar en valores cristianos en un mundo como el nuestro, más aún. Por eso no veo tan mal el intento del profesor. Todo depende de como siga. Tal vez los chicos sí vean, luego, que su intención vale no solo por su intención sino por su resultado.
Pero no está mal el intento del profesor si, cuanto menos, se les despierta la intención.
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Jorge:
El infierno está empedrado de buenas intenciones.
Recuerdo que Santa Teresa de Calcuta decía con respecto a la caridad y amor al prójimo había que "Dar, dar hasta que duela y después seguir dando". Es un compromiso total absoluto, a largo plazo, diametralmente opuesto a lo "chachy guay"
¿El amor produce alegría? Sin duda, pero el verdadero también produce dolor, y dolor de cruz.
Eso mantenido indefinidamente o hasta que ese pobre pueda encontrar un trabajo o recibir una pensión.
Lo demás es decoración.
A la gente que tanto recela de los "profesionales de la atención caritativa", supongo que la Iglesia Católica también le parecerá un hatajo de profesionales de la religión que chupan del bote y matan el verdadero cristianismo, etc. etc. Supongo que lo mejor es el niño de papá que se va a un lugar exótico por su cuenta a "ayudar" gastando dinero en viajes y perdiendo el tiempo en vez de contribuir con el dinero que tiene a que los propios habitantes locales desarrollen su propia economía. O los que no pagan impuestos porque "les roban" (el malvado Estado de profesionales de la corrupción), y luego con cuatro duros del cepillo o unas actividades de la parroquia salvan el mundo.
Para algunos las obras de misericordia son un deporte que se practica en el tiempo libre sin pensar en los efectos reales de la acción para calmar la conciencia y mantener nuestro estilo de vida y nuestras finanzas inalteradas. Igual que en el deporte, cuanto más se sude y se "sufra" y se nos vea, ¡más beneficios!
Ahora bien, siempre será mejor "acercarse al desvalido con palmada en la espalda, toma lo que quieras, cena solidaria a beneficio de, dos horas del viernes en la calle, foto y hasta más ver" que no hacer nada.
Es el eterno dilema de "no le doy un euro a ese pobre que se lo gastará en vino". Pues hombre, piensen y tengan empatía, porque una persona que vive en la calle pasando penalidades, sin familia ni esperanza ¿en qué se lo va a gastar? ¿en invertirlo en bonos del Estado a largo plazo?
¿Dónde encuentro yo el mayor fallo en esta situación? Pues creo que en el profesor, que les ha lanzado pero no ha hecho el seguimiento imprescindible de la iniciativa.
Además encuentro un enorme riesgo en este tipo de actuaciones. Parece que lo que se está buscando no es tanto ayudar al que lo necesita como educar y formar a los chavales (yo tuve este tipo de formación, aunque controlada, siendo muy joven, y creo que ha sido fundamental en mi vida). Preocuparse por la formación de unos jóvenes alumnos, más allá de la estricta obligación del profesor, es algo que le honra y sus alumnos agradecerán pero, en este caso, puede dañarse a los necesitados, que, en el fondo, están siendo "utilizados" para conseguir mejorar la formación de los chicos.
Si los chicos van de veras tal vez se podría realizar una "tutoría" de sus iniciativas (sobretodo para no dañar a nadie) o que ayuden, aunque sin profesionalizarse, a algunos voluntarios de Cáritas; o que monten algún tipo de intervención más a sumedida y que no exija continuidad de momento (nosotros hicimos una serie de funciones de teatro en domingo por la tarde en hospitales infantiles hace unos 25 años, y lo agradecían los niños, el personal sanitario y, sobre todo, los padres). Tal vez los chicos solo precisan orientación para hacer mucho bien a otros y a ellos mismos, quizá se pueda hablar con el profesor que les despertó,...
Pero creo que siempre, ante iniciativas de este tipo, lo que debemos hacer es canalizarlas debidamente, ¡aunque nos lleve muuucho trabajo!.
Y el final nos lo cuenta en otro post la semana que viene.
La caridad guay se limita a dar dos capotazos que pueden ser muy bonitos y que otorgan una inmerecida tranquilidad de conciencia, sí, pero el problema serio no se resuelve, y la pobre Ligia sigue aterrorizada.
¡Cómo se nota que sabe de qué habla! Quiero decir que tiene una gran experiencia de tratar con Dios y con los necesitados.
Cuando yo tenía la edad de esos chavales de los que habla me repugnaba él caritativismo bien intencionado. Tuve una experiencia chunga cuando era colegiala y fuimos con las monjas a un barrio pobrísimo de la España de hace sesenta años. Entonces algunos podían pero España no tenía, así que los pobres pobres eran. Me sentí fatal al entrar en una cueva donde vivía toda la familia sin nada de nada, me dio vergüenza dar a una chica poco mayor que yo lo que les llevábamos, que estaba bien, pero su pobreza dejaba en ridiculo nuestra buena intención. No sé cómo explicarme pero nunca lo he olvidado y desde entonces me repugnaba la caridad que comparte pero no reparte.
Luego tuve muchas oportunidades de ir aprendiendo en los grupos parroquiales. Trabajábamos todas las parroquias de acuerdo con las asistentas sociales del ayuntamiento para coordinar esfuerzos y ser de mejor ayuda. Atendíamos transeúntes, drogadictos, personas mayores solas, todo lo que se podía. Hacían reuniones donde se enseñaba bien el evangelio, donde se oraba, se compartían experiencias y se aprendía. A mí me enseñaron mucho y me quitaron muchas tonterías mal entendidas.
Hay que aprender a recibir ayuda, para saber mejor cómo hay que darla.
Sigo aprendiendo. Por esto P. Jorge le agradezco de corazón lo que nos enseña tan bien en este articulo tan bueno.
Tengo la convicción de que en el amor, en todo amor, no sólo en el amor por los pobres, lo que importa es a quién amamos y no nuestros sentimientos por sí mismos.
Por cierto, la fotografía, no será en la puerta de la iglesia de San Ginés de Madrid sita en la calle Arenal número 13?
Perdone la ortografía, pero es que acabo de escribir este mensaje con la tableta. Bueno, "tableta". El corrector no perdona.
Un saludo.
Solo espero que esta estupenda idea no se la dieran profesores de un profesor de colegio católico.
Los niños que hablan de sus amigos llamándoles "el gordo", "el gafotas" o "el subnormal ese" tienen un problema que no se soluciona lanzándose a la calle a buscar mendigos. Los niños que no reparan en las personas mayores que están a su alrededor también lo tienen.
Cuando yo era niña, y ahora me doy cuenta de la confianza que su madre depositaba en mi, llevaba de la mano al colegio a una niña que tenía una discapacidad y, a veces, algún gracioso tenía que decir algo y yo le fulminaba con la mirada, mirada de una niña de doce años por supuesto. Aquella niña era mi amiga y mi responsabilidad y eso educa más que cualquier otra cosa. Tendría que aclarar que la niña tenía un año menos que yo y, por supuesto era una ciudad pequeña donde las distancias no eran excesivas.
Hace años conocí la historia de un hombre muy mayor que vivía en una especie de cabaña que se había construído él mismo en un descampado. Los vecinos veían con preocupación en las noches de invierno, con lluvia, con mucho frío, a ese pobre hombre viviendo de tan mala manera y fueron a los servicios sociales a dar cuenta del problema. Incluso el párroco de la zona fue a hablar con él para ver si conseguía hacerlo entrar en una residencia de ancianos, algo que no consiguió. Muchas de estas personas por alguna razón, prefieren llevar ese tipo de vida a otra sin duda más cómoda, supongo que por problemas de socialización o de negarse a aceptar normas. No sé qué sería al final de aquél hombre.
El caso de NAVARRA es paradigmático: la dictadura del buenismo ramplón, unido a la soledad del sacerdote ha provocado casos de extorsión de verdadera película de miedo. Y no hablo de curitas jóvenes inexperimentados, sino de sólidos curas párrocos.
La pena es lo de siempre: LA LENTITUD Y LA FALTA DE ARROJO para diagnosticar los problemas y aplicar remedios. Una pena. La situación actual del clero de dejadez y abandono es absolutamente INSOSTENIBLE.
Si, se conoce una parte de una realidad, pero muy limitada. Es necesaria la persistencia y hasta cierto grado de sacrificio, cosa que en esta sociedad se omite, porque eso puede crear , ahí va la palabreja : "traumas".
El privarse de algo, aunque sea del propio tiempo libre y colaborar con aquellos que saben, conocen y sobre todo, hacen de forma continuada una labor, es buena escuela , y cada uno que lo experimente sabrá si, como el joven rico, se da la vuelta entristecido o bien sigue a Cristo en cada uno de los ayudados.
Otra cosa que también se da D. Jorge es la situación de aquellas personas, sobre todo en las que ya en sus años de jubilación o porque ya los hijos se casaron, ayudan a su manera, implicando a otros que de buena fe quieren ayudar, que son los que les hacen la labor, mientras ellas con mucho mando en plaza, ordenan a diestro y siniestro, sin tan siquiera despintarse las uñas o despeinarse la permanente y quedando muy bien entre las amistades. Y no es que no sepan mandar, que lo mandan todo, demasiado en muchas ocasiones , sino que no saben dirigir, no tienen empatía, no saben predicar con el ejemplo, y aburren y hacen huir a los que siendo voluntarios no son bien dirigidos.
No entro en los "maratones solidarios de la temporada navideña", pues creo que la caridad, cuanto más escondida, mejor. Ya sabe D Jorge; "... cuando tú des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha"
Hay muchos tipos de pobreza. En el caso de los transeuntes o vagabundos, la más visible, es bien sabido que su situación de vivir en la calle raramente es causa, sino que suele ser consecuencia.
Por tanto, lo que más les ayuda no es darles algo material, sin conocer cuál ha sido su fracaso en la vida, o cuál es la afección mental o adicción que les encadena y esclaviza. Es muy significativo que casi la totalidad de ellos carece de familia, o ha roto los lazos con ella, lo cual nos da una pista de que otras personas con sus mismas taras y fracasos, pero con buena acogida familiar, no duermen en la calle (por poner un ejemplo tópico o burdo, no encontrarán ustedes un gitano transeunte, pues el apoyo familiar en esa etnia es sagrado, da igual las condiciones del sujeto).
Además de los problemas psicológicos o de personalidad, y de la falta de apoyo familiar, no es raro que estas personas tengan verdaderos traumas emocionales y espirituales. El apoyo debe ir en todas las direcciones, por eso los voluntarios de Cáritas se implican en un nivel mucho más allá del puramente material, y no es raro que lleguen a ser "amigos" del vagabundo. Con frecuencia lo que más necesitan (además de tratamiento médico-psiquiátrico) es amor, sentirse reconocidos y valorados. Lo que se hace con ellos se parece mucho más a un rescate que a un reparto de sacos de arroz por los cascos azules durante una hambruna.
Creo que estoy con Juanlu, don Jorge: por muchos defectos que tenga la iniciativa del profesor, al menos les ha llevado a su puerta. La alternativa en la mayoría de los centros educativos no es la Caridad eficaz y efectiva, sino la nada. Si tiene su teléfono, llámeles, póngalos en contacto con algún voluntario de Cáritas que pueda enseñarles el modo de practicar la caridad con los más desfavorecidos. Por usted, que no quede.
Que no le de miedo Cura. La caridad encuentra el camino entre el corazón de esas buenas intenciones - que no siempre terminan en el infierno - y la vida encarnada del que sufre y necesita. Miedo debe darnos esa doctrina social que prefiere no hacer nada, simplemente porque no se puede hacer todo. De esa no está llena el infierno, sino la religión inútil.
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