El Señor es mi lote y mineral
Salíamos de misa una tarde y una Rafaela cualquiera me dice: qué cosa más rara lo del salmo de hoy. ¿Rara? Sí, la respuesta, eso de que “El Señor es mi lote y mineral". Evidentemente la respuesta era otra cosa: “El Señor es mi lote y mi heredad".
Pero esta buena amiga estaba poniendo de relieve un problema que lleva consigo el salmo responsorial de toda la vida. Que la antífona no se entiende, se lee mal y demasiadas veces acaba degenerando hasta convertir al Señor en mineral.
El modo de proclamar el salmo responsorial en la liturgia como teoría está muy bien. El salmista recita o entona la antífona, el pueblo responde, y se van intercalando el recitado del salmo con la respuesta de los fieles, bien cantada, o en la inmensa mayoría de los casos, hablada.
Me voy a referir a nuestras misas “de diario” donde la respuesta del salmo no se canta. Llega el lector, por ejemplo ayer, y lee la antífona: “La gloria del Señor se eleva sobre el cielo” y eso que no es de las peores. Me estuve fijando en la respuesta de los fieles: cada vez menos y al final del salmo ya con algunas variantes.
¿Qué ocurre? Pues que o bien tienes muchísimo cuidado de que no se te olvide la frasecita, en cuyo caso del salmo casi ni te enteras, o prestas toda la atención al salmo con la consecuencia de que lo que se olvida es la antífona.
Siendo servidor seminarista la costumbre que teníamos, y creo que para nada disparatada, era proclamar la antífona, repetirla todos, el salmista leía el salmo completo, sin pausas, y al final proclamaba de nuevo la antífona y la repetíamos todos.
¿Ventajas? Pues que nadie se distraía con el esfuerzo de no olvidar la respuesta y así era posible atender al salmo. Todo ventajas.
La pregunta que me hago es si sería muy disparatado poder leer el salmo responsorial de esa manera. Ojo, a salvo de lo que haya que salvar, y respetando las normas litúrgicas sobre el particular. Pero es que lo que se observa es que se comienza con una respuesta y a cada frase la respuesta sufre variaciones, se cambian las palabras y encima apenas nos enteramos del salmo.
Quizá en grandes asambleas es un lío, y más habida cuenta de que la gente se mueve y no va a estar atenta a las mil y una variaciones que a los curas o equipos de liturgia se nos puedan ocurrir en torno al salmo responsorial. Pero para pequeñas asambleas, comunidades, misas de diario, lo mismo era algo a tener en cuenta.
Una última cosa, y hablando del salmo responsorial. Por favor, el salmista no vuelva a decir desde el ambón en los días de su vida, y bajo severísimas penas canónicas “Salmo responsorial”.
25 comentarios
De paso serviría para ahondar más en nuestra fe comunitaria e individual.
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-¡Haber Don Jorge explíquese! Porque tanto yo como otros de mi parroquia terminada la anterior lectura solemos decir: ¡Salmo responsorial!,..
Y al final de cada salmo leyendo y recordando a los que no se enteraron: Todos: -El Señor es mi heredad,..-
Me parece correcto lo de la antífona al principio y al final (en la liturgia de las horas se hace así).
Otra opción sería que en un cartel bien visible se escribiese la antífona para que todos pudieran repetirla prestando atención al salmo. Se hace para señalar cantos en algunas parroquias.
Muy bien los otros apuntes a lectores (yo lo soy ocasionalmente, y he caído en todos los errores jejejeje).
Por cierto, para que la heredad no se convierta en mineral (aparte de que algún feligrés anciano se compre un audífono), convendría recuperar la figura litúrgica del lector, que en la Iglesia antigua era incluso un grado eclesiástico menor.
Varios feligreses deben entrenarse en lectura bíblica (ya saben, piezas tan lindas y sencillas como "y tomó Aarón por mujer a Elisabet hija de Aminadab, hermana de Naasón; la cual dio a luz a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar"), porque es libro sagrado, escrito en forma antigua y con lugares de nombres exóticos, y se debe conocer bien, recitar con claridad y seguridad (no está de más cursos sencillos de dicción, no hace falta ser Demóstenes) y con gran devoción, pues no son menos importantes la primera, salmo y segunda que el Evangelio, sólo porque no los lea el cura.
El problema no está en que los judíos antiguos escribiesen de forma enrevesada, sino en nuestra ignorancia actual de cualquier modismo que no sea contemporáneo. Nos empobrecemos en todos los sentidos. Lote y heredad no son palabras tan raras.
Si el cura se preocupara de dar un breve cursillo de liturgia de las lecturas a los feligreses escogidos, sería la lectura mucho más clara, mucho más devocional y mucho mejor.
Actualmente hay unos lectores fijos que aportan su magnífica voluntad, pero no necesariamente preparación. No es raro que muchas veces se eche mano de "voluntarios" cuando no hay de los otros, con el resultado de que no conocen las lecturas, muchas veces les da miedo o vergüenza, o se ponen nerviosos al hablar en público, e incluso (que hoy en día no es raro) no suelen leer de forma habitual.
Por alguna razón, en la ventolera posconciliar se decidió que cualquiera podía ser lector, y que lo contrario era "alejar al fiel de la eucaristía" (algo así como que cualquiera puede ser médico, porque lo contrario es alejar a la gente de la salud). No estaría de más corregir ese error, porque la divina liturgia es un acto de adoración a Dios, y lo que quiere la congregación ante todo no es que "participemos todos haciendo cualquier cosa", sino que se haga con la dignidad y devoción (y, por qué no, con la belleza) debidas.
Al final, la belleza y solemnidad de la liturgia está en cuidar los detalles.
Pero es que, en mi posiblemente equivocada opinión, me parece que la reforma litúrgica hizo (subrayo el tiempo pasado) que muchos sacerdotes que la vivieron pensaran que eran sus arquitectos: "Hemos hecho el cambio, y lo hemos hecho entre todos..." Y así pasa: que si una morcilla por aquí, que si mi Plegaria adaptada por allá, que si "Este es Jesús, el Señor que viene a nosotros (...(de tres líneas)) el Cordero de Dios..."
Bueno lo del Salmo, a parte de dejar anécdotas graciosas que hacen "más humana" la Misa (este es mi argumento progresista), me parece que no es tan difícil. El salmista puede repetir la antífona con la asamblea desde el micrófono lo que facilita tan arduo ejercicio intelectual y memorístico.
Porque lo del salmo puede tener otras soluciones, pero ¿que hacemos con los Tesalonicenses? ¿como evitar a los adEfesios? ¿Cómo resaltar que el mayor mal que hizo el rey de Babilonia al pueblo elegido fue llamarse Nabucodonosor?
Lo de tener una sencilla formación para profundizar en el sentido de la Liturgia y mejorar en su aplicación puede ser el remedio para solucionar algunos problemillas de forma...y quien sabe si de fondo.
En mi parroquia nos dan una hoja para leer todos el salmo.
Y que la repita el salmista junto con el pueblo en todas sus intervenciones. Porque a veces se queda callado a ver cómo lo hacen los demás.
Una hoja ayuda, pero la palabra de Dios, toda ella, está pensada para ser escuchada y no tanto para ser leída durante la liturgia.
Me he partido la caja. Muy buena reflexión.
Me gusta la solución que propone. Una estrategia que he desarrollado con bastante resultado es la de repetir mentalmente entre verso y verso del salmo, la primera parte de la respuesta (en este caso sería "El Señor es") con lo que logro dar una promediada atención a las dos cosas.
Eso sí, hay algunas respuestas que por su excesiva longitud o abundancia de complementos son imposibles de recordar, por ejemplo, "Te doy gracias, Señor, porque me has formado de manera tan admirable" o "El Señor reina, altísimo, por encima de toda la tierra". Pienso que lo ideal para el caso más habitual sería que las respuestas no tuvieran una longitud mayor a ocho palabras e incluyeran apenas una única idea, para que así fueran fáciles de recordar. Es interesante que en Pascua se pueda sustituir la respuesta del día por "Aleluya, aleluya, aleluya" (por lo menos así aparece en los leccionarios de por acá, aunque nunca lo he visto poner en práctica).
La cuestión de los lectores es todo un problema... Se necesita un cierto entrenamiento y algunas explicaciones, pero vaya uno a saber porqué, a nadie se le ocurre pedirle al que va a leer que repase las lecturas antes de la Misa, o comentarle alguna cosa que podría mejorar en otra ocasión (Convendría que te acercaras más al micrófono, que leyeras más despacio, cosas del estilo).
En cuanto a lo de la respuesta "ES palabra de Dios" que menciona JAHC, debería ser punida con las mismas penas que lo de "Salmo Responsorial". Es broma, pero chirría. Y ni decir cuando uno llega a oir "Hermanos, esta es, verdaderamente, palabra de Dios".
Pobre señora. Para ella lo del mineral tuvo que ser algo, por lo menos inquietante.
Éso no pasaría si lleváramos un misal como lo llevaban antiguamente, me imagino que cuando la misa se decía en latín.
Saludos afectuosos.
Según las indicaciones litúrgicas, no se debe decir salmo responsorial, como no se dice Primera lectura o Segunda lectura, (aunque algunos lo leen) y creo que en el leccionario lo señala en rojo. No es lo mismo decir Lectura del libro del Génesis, o del Éxodo, o Carta de S. Pablo a los Hebreos o a los Corintios. Se dice el libro, como se señala evangelio según S. Mateo o S. Juan, pero no la explicación para el que ha de leer. Sólo lo digo para ayudarnos.
En los Leccionarios, lo que esta en ROJO, NO SE LEE, son explicaciones o instrucciones al lector.
Es triste ver que nadie (párroco, equipo de liturgia...) corrige este error y otras costumbres como leer deprisa, no hacer las pausas, sobretodo al final antes de decir "Palabra de Dios" y mirar a la asamblea para pedir su respuesta y también lo dicho de los añadidos que no están permitidos ("es...", "esto es..."...).
Ser lector es una gran responsabilidad y hay que preparar las lecturas.
Muy acertados todos los comentarios... y D. Jorge.
Por otro lado: la razón por la que no se dice "salmo responsorial" o "primera lectura" es práctica, todos los fieles saben que toca el salmo, y que hay que repetir la antífona. La liturgia aconseja siempre que las moniciones sean las estrictamente necesarias. Se supone que los asistentes saben participar en Misa.
La experiencia en la parroquia es que si se canta, primero hay que ensayarla, se lee de forma clara, una o varias veces, y se aprende la melodía.
Si se lee el salmista no se desentiende al final de cada estrofa, sino que apoyando a la asamblea la recita de forma inteligible.
Dos consideraciones más: el lector, los lectores deben ser buenos lectores, los mejores y conocer su ministerio y el texto que van a pro-cla-mar; la otra es que la asamblea debe alcanzar ya la mayoría de edad estar atenta a lo que celebra y participar con escucha activa.
"Es de cristiano bien formado,
no leer lo colorado"
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