Miren lo que nos acaban de regalar
No nos falta razón a los curas cuando nos quejamos de que a las parroquias nos llegan demasiados trastos. Cualquier compañero sabe de imágenes y cuadros infumables que alguien llevó a la parroquia convencido de que “todo vale”. Como tampoco extraña abrir las puertas del templo y encontrar cuatro bolsones de ropa, dos sillas a medio uso, un televisor obsoleto y un conjunto de sartenes con más uso y más grasa que el palo de un churrero que alguien generosamente donó en favor de los pobres, que ya se sabe que se muestran encantados de poder llevarse a casa la sartén con la que la señora María ha frito empanadillas en los últimos veinticinco años y si encima lleva la grasa incorporada, pues mejor.
La verdad es que a veces sí que te llevas sorpresas y de las buenas. Lo que pasa es que nosotros contamos los absurdos, que son mayoría clara, vamos a reconocerlo, y nos callamos esos regalos que también llegan, que sorprenden, emocionan y dejan sin palabras. Me van a permitir que les cuente el último regalo de esos tan especiales que nos ha llegado a la parroquia.
De cuando en cuando nos acercamos a llevar la comunión a un matrimonio de ancianos. Encantadores, de buena conversación, la verdad es que cada vez que me llego hasta su casa pasamos un rato muy agradable. Hace días decidieron enseñarme algunas imágenes que tenían en casa. Entre ellas, un precioso Cristo, una talla de unos sesenta – setenta centímetros, con muy buena pinta. ¿Le gusta, padre? Una preciosidad… ¿Le interesaría para la parroquia? Claro… No hay más que hablar, es suyo. Y si podemos, nos hacemos cargo de su restauración.
Pues en la parroquia está y andamos ahora con las primeras gestiones para su restauración. Ya nos hemos puesto en contacto con un taller madrileño con experiencia más que probada y a ver qué nos dicen.
No es el primer regalo de este tipo que nos llega. La talla de la Virgen que tenemos en la capilla de diario, de muy buena factura por cierto, fue donación de una familia que no deseaba para la imagen un anticuario o un museo, sino que tuviese culto. Igual pasó con el precioso cuadro de la Virgen con el niño que se encuentra en la capilla de la adoración perpetua. También es lo que me han pedido para este Cristo: que tenga culto.
Por supuesto que lo va a tener. En cuanto esté restaurado se colocará en la capilla de diario donde hoy tenemos un crucifijo que no está mal, pero que no deja de ser una cosita de escayola. Menudo cambio.
Y algo casi como post data. Cuando se habla de bienes de la Iglesia, rápido hay gente que nos tacha de expropiadores, timadores y no sé cuántas cosas más y que “exige” que se vendan los bienes y se dé el importe a los pobres.
Pues miren, en esta parroquia de un servidor tenemos una talla de la Virgen, un cuadro y ahora un Cristo, de un cierto mérito. No lo vamos a vender por varias razones:
La primera, porque se han donado PARA QUE TENGAN CULTO, no para que acaben en casa de un señoritingo adornando un salón.
La segunda, porque hace más por la caridad cristiana y por los pobres el culto a esas imágenes que las laicas soflamas reivindicativas de lo social.
La tercera, porque los mismos que han donado esas imágenes, también dan para los pobres, cosa que a la inversa no pasa nunca.
La cuarta, porque mucha gente a la que se ayuda prefiere no comer que hacerlo a costa de que una imagen salga de la iglesia para posarse en un mega chalet de papel couché.
La quinta, porque hasta ahora, para atender a cien familias en el economato, y a quinientos usuarios en el programa de paro, no nos ha hecho falta.
10 comentarios
Cuando ocurrió la famosa desamortización de Mendizábal, y se le incautó el patrimonio a la Iglesia, desaparecieron literalmente muchas obras de arte, otras se sabe que acabaron en manos de poderosos y ricos, y por supuesto, los bolsillos de los pobres no sintieron la más leve mejoría.
Lo de siempre: "Quítate tú, que me pongo yo."
Saludos cordiales.
Hace años a mi parroquia, unas personas llevaron unas cuantas imágenes de escayola. Decían que habían pertenecido a sus padres y que habían pensado deshacerse de ellas. El párroco de por aquel entonces, les dijo que las podían dejar allí, más que nada, por no hacerles un desprecio y por qué al ser imágenes sagradas, no fueran a parar a algún contenedor. Cómo eran imágenes pequeñas, de las que se han tenido en casa toda la vida, y además sin valor material ninguno, las pusieron repartidas en la sacristía.
Algunas personas que iban pasando por allí, se fueron fijando en las figuras y previo consentimiento del párroco, fueron llevándoselas a su casa. El párroco dio su consentimiento, porque cómo he dicho antes, eran figuras de escayola, antiguas y estropeadas, y además se las habían llevado porque no las querían.
Cual no fue la sorpresa del párroco, cuando llegan unos ancianitos preguntando por las imágenes y diciendo que se las querían llevar, puesto que sus hijos habían actuado sin pedirles a ellos el consentimiento.
El párroco les contó la situación, pero el matrimonio parece ser que se fue muy enfadado.
Lo digo porque siempre he pensado que mucho decir lo de que la Iglesia venda lo que tiene, pero nadie habla de la voluntad de quienes lo han donado.
Dicho esto, también le veo poca lógica al asunto de "vender los bienes de la Iglesia". Primero por un asunto práctico. Actualmente como muchos, servidor está pasando apreturas económicas. Volteo a ver todos los trastos de mi casa y noto que nada tiene valor suficiente como para que valga la pena venderlo. Como no sea que venga un loco aficionado a las escobas gastadas, vender un par de calcetines con hoyo no me va a sacar de pobre, antes bien, la sartén mugrienta tiene más valor para mí que para alguien que quisiera comprarla.
Claro, la Iglesia tiene joyas, pero... ¿cuánto tiempo conservarían su valor si salieran todas al mercado mañana? Imagínense la gran liquidación de cristos antiguos, todos al por mayor en eBay, ¿habría quién ofreciera dos euros más por el Cristo de Burgos, pudiendo comprar por menos al Señor de Esquipulas? Los pocos cristianos adinerados y los amantes de las obras de arte agotarían sus chequeras mucho antes que la gran inundación de bienes de la Iglesia viera su segundo día; y la recaudación difícilmente superaría la del Óbolo de San Pedro.
¿Y después? Cuando ya no haya Vaticano y todos los templos hayan sido arrasados para construir centros comerciales, ¿qué? ¿A dónde van a ir los pobres? ¿Alquilaremos salones en los hoteles para celebrar Misas sobre mesas plegables? ¿Consagraremos vino en vasos desechables para "no gastar" en cálices y copones?
Si uno hace sus cuentas financieras, la administración de los bienes de la Iglesia es de las más eficientes del mundo, usando a diario edificios de ochocientos años de antigüedad que escasamente necesitan una limpieza cada cien años; nada comparado con las oficinas corporativas de la empresa más humilde que cada dos o tres años necesita renovar mobiliario para mantenerse al día con la moda.
Por eso yo me quedo con mis calcetines rotos y no me molesta para nada que don Jorge se quede con su cristo. Está mucho mejor administrado así.
Hablando de imágenes, me viene a la memoria un precioso Cristo Crucificado que hay en la parroquia de la Inmaculada de Torrevieja, la del centro del pueblo. Es impresionante ¡solo le falta hablar! Ignoro quién fue su autor ni el valor artístico que pueda tener, pero es una imagen que no puede dejar indiferente a nadie.
Dejar un comentario