Las "cosillas" del cura D. José
Decían de don José que era un cura raro. El caso es que su parroquia marchaba como una seda: liturgia cuidada, confesiones, misas, buena formación, Cáritas, asociaciones de fieles… Definitivamente una buena parroquia cultivada por su buen cura que, entre otras cosas, estaba horas y horas pero que a la vez se las apañaba para hacerse presente en ese domicilio con problemas o visitar a un enfermo.
Rarezas muchas tenía el bueno de D. José. Algunas malas lenguas contaban que mucha parroquia y mucho apostolado pero que él personalmente ya se sabe: se decía, se rumoreaba, que si una vez vieron, que… Pues eso, que…
Conocí a D. José. Un ejemplo de vida sacerdotal y celo apostólico. Hablamos largo y tendido. Y así, a lo tonto, le pregunté una cosa: ¿es posible que un sacerdote sea realmente un buen sacerdote, un buen pastor y luego en su vida personal tenga importantes lagunas?
Yo era un cura joven. Pero no he olvidado su respuesta. Me dijo: mira, ante Dios todos somos pecadores, tú y yo. También los sacerdotes, unos más que otros, pero todos infieles de alguna manera a la gracia de Dios. Siguió hablando con el corazón en la mano: “el día en que Dios me llame me presentaré ante él con una vida llena de miserias, quizá incluso más de lo que tú te piensas. Difícil sostener la mirada ante el Señor y aceptar mi pecado, pero aún eso creo que podría hacerlo. Pero hay algo que no podría soportar ante el Señor: haber dejado perder a los otros”.
No me atrevía a decir nada. Estábamos en el terreno de las confidencias de hermano a hermano. Proseguía, era como un abrir el corazón y no poder callar: ¿te imaginas, decía con su voz serena y profunda, colocarte delante de Dios y reconocer que dejaste perder a tus feligreses, que por tu negligencia se vieron privados de la fe, de los sacramentos, de la gracia, de conocer al Señor? Presentarte ante Dios como pecador es duro… pero hacerlo como pastor negligente que permitió que sus ovejas fueran pasto del maligno tiene que ser terrible…
Eres pecador, no dejes de pedir misericordia. Pero sobre todo, por encima de todo, date, sé sacerdote, sirve a tu gente, da la vida por ellos, predica, celebra, confiesa, ayuda a los pobres, enséñales cuánto les ama Dios que hasta entregó por ellos a su propio hijo.
La gente decía que D. José tenía sus cosillas… Seguro. Pero qué gran sacerdote D. José.
9 comentarios
Pues sí Padre, claro está que a usted no le dejó perderse. Sí, qué gran sacerdote D. José.
¡Dadnos, Señor, pastores santos!
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Jorge:
Esto es lo que se llama coger el rábano por las hojas, sacar las cosas de quicio y piensa mal y acertarás.
Doble mérito y doble servicio. Sin duda, el Señor tiene en cuenta esa entrega con esa cruz.
¿Dejaremos de seguir al Mesías, porque alguno de sus seguidores es más débil o más pecador, que yo?
Por ejemplo, un sacerdote que tenga una amante y no vaya a dejarla, siendo sacerdote, sabrá que comete pecado mortal. Y aún así sigue celebrando Misa, administrando los sacramentos (cometiendo sacrilegios) de continuo. Eso es una ruina inmensa, aunque luego haga lo demás fantásticamente.
Padre, si sabemos con certeza que un sacerdote, está en pecado mortal (no rumores o meras sospechas), ¿podríamos abstenernos, por caridad, de recibir de él los sacramentos no necesarios para nuestra salvación? (para que él no cometa sacrilegio).
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