Por favor, Jorge, reza por mí
Miguel y yo fuimos compañeros de escuela de pueblo. Escuela unitaria, se decía, donde en una única clase nos juntábamos cincuenta chavalotes de distintas edades, bajo el mando y la vara de un maestro, mientras la estufa, alimentada por tomillos que cogíamos a la salida, nos obsequiaba periódicamente con una nube de humo capaz de impregnar nuestra ropa para una semana y hacernos llorar como si hubiérmaoa perdido todas las bolas del guá.
Un maestro, de los de verdad, al que hemos querido con locura y total reconocimiento, que se apañaba como podía para meter cuatro cosas bien dispuestas en nuestras cabezas bajo la máxima de “oveja que bala, bocado que pierde y gorgorito que casca” (gorgorito era el palo que se movía entre nosotros y causaba el lógico respeto). He de decir que ninguno de los alumnos de D. Adolfo nos hemos sentido especialmente humillados ni vejados por gorgorito, que todos probamos en más de una ocasión, que no nos vemos con demasiados traumas, y que aprendimos bastante.
Hoy estoy pasando la mañana en el pueblo. Cosas del cuarto mandamiento que me trae al menos un par de veces por semana al lado de mi madre, que a sus casi noventa y nueve años mantiene una mente lúcida en un cuerpo fragilísimo.
A lo que iba, que me pierdo. Pues que esta mañana me he encontrado por la calle con Miguel. Lo que tiene el pueblo. En un par de ratos te haces todas las gestiones que en Madrid te llevan la mañana: el banco, cortarte el pelo, comprar el periódico, la papelería…
Hombre, ¿qué tal, cómo te va todo? Bien, y tú por Madrid, ¿te va bien, estás bien? Pues sí… y hoy ya ves, dando una vueltecita por el pueblo. Una conversación de lo más intrascendente. Hasta que Miguel, se pone serio y me dice: ¿puedo pedirte un favor? Claro, lo que sea… Que alguna vez te acuerdes de rezar por mí.
Me he quedado de piedra porque este amigo no es de los que frecuenten la iglesia ni es especialmente piadoso. Por eso le he dicho que si ocurría algo. Pues no, está todo bien, pero quiere que rece.
Curioso lo de esta gente que pudiera parecer alejada de Dios. Suele pasar en ocasiones que lo que no tienen es “costumbre” de ir a la Iglesia, pero hay una fe que late en el corazón. No es la primera vez que me ocurre algo así. Personas que tienen su fe, que creen con fuerza, pero que un día dejaron la Iglesia y ahora casi no saben ni cómo volver. Saben que no lo están haciendo bien, tanto que no se atreven ni a rezar. Por eso acuden al sacerdote o a ese amigo de confianza pidiendo su intercesión: tú que tendrás influencias allá arriba, tú que vas a la iglesia. Ya les digo siempre que recen ellos, que acudan a la iglesia otra veza, pero… hazlo tú por mí, por favor.
¿Qué haces? Yo sé lo que voy a hacer. Esta noche, cuando llegue a Madrid, colocaré a mi amigo Miguel ante el Santísimo, y le pediré que le enseñe a rezar y que poco a poco le devuelva a la Iglesia. No sé si esto es lo que Miguel pensaba, pero yo sé que es lo que Dios quiere.
9 comentarios
El domingo, en el chat, una persona me estuvo insultando bestialmente, con algo así como patente odio o rencor a Dios, la Iglesia, los Cristianos...
La cosa empezó cuando invité en general a la Adoración Eucarística propuesta por el Santo Padre. Todo lo que yo decía que oliera a religión era seguido por esta persona (y algún ecuaz que se unió a la causa), por insultos, escarnios... Se burlaba de que no me defendiera, se burlaba además del perdón, con cosas del estilo de «Da igual, él nos perdona, es cristiano».
Yo aguanté, y aguanté... Y a pesar de el chaparrón me seguí dirigiendo a él con esquisito respeto, hasta las 5 de la tarde, que dejé el chat para unirme a la Adoración.
Cual fue la sorpresa, que el lunes, me abre privado para darme las gracias por haber rezado por él. Su actitud seguía siendo algo prepotente, pero, supongo que tiene que ver con no rebajarse/humillarse, y dárselas de machito.
Yo sé que ahí, aunque no lo haya reconocido, está habiendo una conversión.
¿Que como lo sé? ¿Cómo sabe él que recé por él? Pues de la misma forma.
Recordando el caso anterior, ayer, en otro canal de chat distinto a una chica activista atea muy visceral con la que suelo hablar, le dije que rezaría por ella. Muy al contrario de la respuesta agresiva que esperaba, me pidió por favor que lo hiciera.
Sí, sientes la llamada de Dios, sabes dónde está la verdad, pero hay un cierto sentimiento de indignidad, un mucho de soberbia (al menos en mi caso), muchos pecados antiguos y actuales, y demasiados respetos humanos (los amigos, la familia)...
Pero cuando se da el primer paso ya estás en camino de salvación, pues el Señor te va guiando, poco a poco, a su ritmo (con infidelidades y traiciones sí, pero con el objetivo claro), y no me cabe duda que pedir a alguien que recen por él es un magnífico primer paso...
Que Dios les bendiga,
Entre todas las personas del mundo, creo que usted es de los pocos que puede entender qué significa eso. :')
Es muy curioso. Pero sí, creo que los no creyentes hacen bien en acudir a la intercesión de los amigos de Dios. Quiera el Señor que llegue el día en que ellos mismos se unan también a la oración de los creyentes.
Me ha conmovido la petición de su amigo.
Que Dios los bendiga.
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