El gravísimo problema de los escrúpulos
De cuando en cuando me toca atender en confesión o en dirección espiritual algún caso de persona escrupulosa. Los hay con la conciencia un tanto estricta, que eso se va arreglando poco a poco. Pero puedes encontrarte con auténticos casos que rozan, que suponen directamente, una enfermedad mental.
El escrupuloso, digamos, extremo, es una persona con un trastorno obsesivo compulsivo que le lleva a escudriñar constantemente su vida para encontrar en ella el pecado. Es capaz de dar mil vueltas a su cabeza para conseguir convertir en pecado grave absolutamente todo lo que hay en su vida. La solución la quieren encontrar en la confesión no sólo frecuente, sino en casos diaria, y hasta varias veces por día. Pero eso no soluciona el problema, sino que lo agrava, ya que tampoco queda tranquilo por si la confesión no la hizo correctamente, y en consecuencia ha pecado más.
El escrupuloso cuando llega a este extremo no puede razonar. Toda su preocupación es “por si acaso”, “no sé si hice bien”, “quizá consentí”, tengo dudas”. Busca confesores distintos, directores espirituales diferentes. Una situación de auténtica angustia.
Ante los escrúpulos se me ocurren algunos consejos tanto para compañeros sacerdotes como para aquellos que los padecen. Y seguro que hermanos sacerdotes también pueden aportar su experiencia.
- Acoger con cariño a la persona, sabiendo que podemos estar ante alguien con algún tipo de desequilibrio interior.
- Procurar la confesión y la dirección espiritual, salvo “emergencias”, siempre con el mismo sacerdote.
- Conseguir espaciar las confesiones. Yo a veces hasta se lo pongo como penitencia: no confesarse por ejemplo en una semana, lo que a algunos les produce una ansiedad insoportable.
- Explicar pacientemente los rudimentos de lo que constituye pecado mortal: materia grave, conocimiento y consentimiento.
- Hacer ver que debe confiar en su confesor y dejar en él toda responsabilidad. Si el confesor se equivoca ya responderá ante Dios.
Normalmente con estas pequeñas indicaciones se puede formar la conciencia de un escrupuloso con bastante equilibrio siempre y cuando no llegue su situación a extremos especialmente preocupantes. Otro problema son los síntomas enfermizos: taquicardias, ansiedad, obsesiones incontrolables, angustia, pérdida de sueño. En esos casos no queda más remedio que buscar la ayuda profesional de un psicólogo CATÓLICO, por favor, que sepa lo que está haciendo. No sería la primera vez que se acudió a un psicólogo aparentemente bueno, pero agnóstico, que puso las cosas peor.
Estas son algunas sugerencias. Seguro que entre los lectores, sacerdotes, religiosos y laicos, pueden aportar mayor riqueza.
36 comentarios
Yo animaría a las personas a buscar ayuda no solo en el sacramento y la guía espiritual sino ponerse bajo el cuidado de un médico para mejorar su salud.
Para las personas que tengan el primer tomo de "Teología moral para seglares", del p. Antonio Royo Marín, q.e.p.d., en el tratado IV de la primera parte de la obra, trata de la conciencia (pienso que toda la primera parte, que trata Teología fundamental, debería tenerse por estudiada por todos los católicos), y más concretamente en los puntos 167-172 habla de la conciencia escrupulosa.
Dios le bendiga.
PD: Vendo la obra completa en dos tomos por 15 euros.
- Padre, vengo a confesarme.
- Dígame hija.
- Me acuso de que, siendo católica por ser española, eso significa que si hubiera nacido en Inglaterra sería... protestante... ¿no padre?
A estas personas le debe recomendar que vayan a un especialista (psicólogo o psiquiatra) católico con formación doctrinal o al menos al médico de cabecera (estos pueden recetar psicofármacos).
Los trastornos mentales todavía tienen cierto estigma negativo, y muchas personas se resisten a ir a un especialista, por eso le debe hacer ver que tener un trastorno de ansiedad no tiene nada que ver con estar loco. Los trastornos de ansiedad (el TOC es un trastorno de ansiedad) y los trastornos del estado de ánimo (depresiones) son de lo más frecuentes entre la población general y los católicos practicantes no van a ser diferentes en cuanto a salud se refiere.
Durante mucho tiempo la Psicología clínica ha visto con malos ojos la práctica religiosa, quizá por influencia de Freud que sostenía la teoría de que el sentimiento de culpa generado por la doctrina del pecado era fuente de neurosis.
Esa visión va cambiando y psicólogos actuales de gran prestigio como Seligman sostienen que las creencias y prácticas religiosas no sólo no son negativas sino que favorecen de forma decidida la salud y bienestar psicológicos, por las emociones positivas que generan, sentimiento de esperanza, seguridad y optimismo.
Y es que el Mal también se esconde en la exacerbación de un Bien mal entendido.
Buenos consejos nos da hoy, desde luego.
PD: Diría que también aparece esto mismo en "Los cuatro amores", por ejemplo en el caso de esas "madres amantísimas" que se vuelcan tanto en querer hasta la extenuación a sus familias, que acaban literalmente asfixiándolas y esclavizándolas con ello.
Un saludo.
Una solución que se me ha ocurrido y que intento practicar, es confesarme "religiosamente" una vez al mes. No más, no menos. De hecho, hasta tengo fecha fija. De esa manera no permito que mi conciencia se afloje ("me toca confesarme en tantos días"), ni que se exceda ("ya me confesaré en tantos días").
Algo que he notado es que a veces los extremos se tocan. Cuando uno se excede de escrúpulos por las cosas pequeñas, muchas veces deja pasar los verdaderos y grandes pecados, enfocado en las cosas sin importancia. Es una lucha constante y con frecuencia uno cree que no podrá ganarla jamas.
Es más creo que salvo casos justificadísimo debería considerarse ocasión próxima al pecado ir -por cualquier causa- a uno que no lo sea. El mal hecho por estos es inconmensurable-
-Y lo peor. Que solo, éste, el visionario llegue a convencerse de la inutilidad de buscar consejo ajeno al respecto. Pues lo que es singular y personal de cada uno no es plural y público de muchos.
-Del "para-nüs" o aquel que camina, que va al lado del espíritu; Sin precisar si el que pretende hacer ver y oír lo que a otros no concierne sea éste un espíritu de alturas o de profundidades.
-Yo admito que desde que tenía como unos cuatro años, hasta hoy día que tengo 89; Soy uno de esos paranoicos del espíritu de alturas.
- Y digo que lo primero y principal que he pedido, y sigo pidiendo a mi espíritu de alturas es: que yo sea lo suficientemente sabio como para despejar las incógnitas de mi vida; y así no engañarme a mi mismo
-Y he de decir que hasta la fecha he sido satisfecho cumplidamente en mi demanda.
Para una persona con marcados rasgos obsesivos, hiperculpabilizada o con rasgos paranoides significativos el hecho de confesarse, más allá de los efectos puramente sacramentales de perdón de los pecados, tiene un efecto devastador porque agudiza el cuadro psicopatólogico o su trastorno afectivo. Esto es así. No quiero ser irreverente, pero alguien así no siente en absoluto que se le perdona nada, sino que aplaca a su perseguidor porque el entorno de la confesión es marcadamente persecutorio para este perfil de personas. Es por esto que acuden constamente a confesarse. Más allá de su mucha o poca fe, se confiesan porque se están persiguiendo a sí mismos constantemente, y acuden al lugar de máxima persecución, el confesionario, para comparecer ante la autoridad o el juez que posee la capacidad de perdonarles. Y allí se produce una ceremonia de sometimiento que poco tiene que ver con lo religioso: muestran sus "gravísimos" pecados en infinita y detalladísima retahíla para satisfacer las demandas insaciables del juez interior que, por gracia de la situación, para hacerse exterior en ese curioso habitáculo.
Hay otro tipo de escrupulosos que hacen de su rigor un modo de agresión al otro (el anterior es de carácter autoagresivo). En efecto, nada más agotador y alienante que hacerse cargo, que escuchar su discurso quejumbroso.
Sus consejos para sobrellevar estas situaciones están bien, pero con eso no cambiará ni el perfil de estas personas ni el modo como viven la confesión.
Por si a alguien le puede ser de utilidad:
http://mission.liguori.org/newsletters/scrupanon.htm
Escrupulosos anónimos (en inglés y católicos).
Aquí podéis encontrar los 10 mandamientos para el escrupuloso, newsletters y más cosas muy interesantes.
Su patrón es Saint Alphonsus Liguori
http://en.wikipedia.org/wiki/Alphonsus_Maria_de_Liguori
A mí esta página de Escrupulosos anónimos me ha ayudado bastante, porque yo sufro de escrúpulos. Y también tengo un poco de TOC desde hace unos cuantos años. Por ejemplo el comprobar muchísimas veces si una puerta está cerrada, si me he dejado las cosas bien, si he puesto todos los documentos que tenía que poner en un sobre para enviar por correo... un rollo. Lo compruebo todo muchas veces y casi nunca me doy por satisfecho.
Así que cuando tengo algún escrúpulo referente a mis confesiones pienso que es por el TOC, no porque no me haya confesado bien.
Como comenta Álvaro, en "Cartas del diablo a su sobrino", de C.S.Lewis, el diablo le aconseja a su sobrino principiante cómo aprovecharse de esos escrúpulos... Por cierto, merece la pena leerlo, o mejor tenerlo en la mesilla: es un libro de muy pocas páginas, pero que puede servir para una vida entera!
Otro caso de escrupuloso de conciencia lo encontramos retratado en "El hereje" del gran Miguel Delibes. Hace una descripción tan minuciosa en los primeros capítulos que a mí personalmente me puso en guardia sobre por qué caminos no me tengo que dejar llevar (quede claro que no me refiero al de las herejías).
A veces tanto miramiento de conciencia(o de ombliguismo autojustificante) nos lleva a la inacción, a la inactividad, a dejar de hacer el bien por miedo de no acertar, y acabamos dejando que triunfe el mal. Es típico luego empezar las frases con el consabido "si hubiera/s hecho ésto o aquéllo...", recriminaciones y amarguras que van pudriendo el alma, pero de las que cuesta mucho ser consciente, y se exteriorizan de la forma "por mi culpa pasó ésto, o dejó de pasar aquéllo.." y lamentaciones varias que no tiene nada que ver con "el cristiano alegre" que debemos ser.
Atentamente,
Isabel
pd: Todo esto igual parece que es juntar churras con merinas, pues no soy psicólogo, simplemente es mi humilde percepción, que ya detecté cuando tenía quince años, en mi propia familia y que desde entonces he intentado combatir y no inculcar a mis hijos.
También puede leerse sobre los escrúpulos lo que escribió Royo Marín en su obra de Teología Moral para seglares. Con indicaciones muy útiles y provechosas.
Como sostiene Tanquerey en su Compendio Teología Ascética y Mística: "el mejor, y puede decirse que el único remedio, es la obediencia plena y absoluta a un sabio director".
Es decir, que la única solución a este problema viene siendo la OBEDIENCIA CIEGA al confesor o director espiritual. Obviamente, siempre que se trate de un mal moral, y no de un desorden psíquico. Pues de lo contrario debería ir a un especialista (católico).
Menos mal que cuando dice que el psicólogo católico debe ser "practicante y bien formado" no se refiere a que sea guapo y ponga inyecciones, sino a que tenga gran Fe y conocimiento de la doctrina, y la viva activamente... :-)
"Es más creo que salvo casos justificadísimo debería considerarse ocasión próxima al pecado ir -por cualquier causa- a uno que no lo sea. El mal hecho por estos es inconmensurable-"
Ahí se ha pasado: los psicólogos, como los curas o los melones, no sabes cómo son hasta que los pruebas. Así pues, salvo que vayas a un psicólogo que sea de confianza de un cura que a su vez sea de tu confianza, es bien difícil saber a priori si ese psicólogo es o no tan "fetén" como quisieras.
Un saludo.
D. Jorge menciona que, si llega un caso de escrúpulo patológico, se debe enviar a la persona a un especialista.
Confío en que no considerará que eso sean meros "consejos para sobrellevar" estos casos. Recuerde que los "curas" lo son porque se dedican a "curar" almas, incluídas las aquejadas por males más allá de los morales (para quienes buscan la ayuda especializada que sus "enfermos" necesiten).
Un saludo
Normal que le parezca excesivo, ya que D.Jorge no ha "tildado a alguien que padece escrúpulos de conciencia como enfermo mental". El escrupuloso es alguien que demuestra -y eso es un hecho- un exceso de celo, y eso tanto puede ser una simple confusión como una patología. En los primeros casos, el sacerdote debe formar a la persona en el control de ese excesivo celo, y en los segundos debe remitir el caso a un especialista que, por su calidad de católico, sepa entenderlo y tratarlo adecuadamente.
Por otra parte, se hace eco de lo de los escrúpulos de los grandes santos, pero temo que ello es una comparación poco afortunada por la sencilla razón de que sus escrúpulos no eran desproporcionados, dada la perfección de su fe. Es como decir que esa persona que se lava cincuenta veces al día las manos, con cinco jabonadas cada vez y refrotando nerviosamente por si alguna partícula de suciedad pudiera sobrevivir, no se excede porque los cirujanos extreman su higiene cuando van a operar.
De hecho, entiendo de algunas otras respuestas, que los escrúpulos morales no patológicos pueden entenderse, simplificando mucho, bien como crisis de cambio (limpieza necesaria) o bien como ansia de perfección mal gestionada (que se resuelve mediante la obediencia ciega a un buen director espiritual).
Un saludo.
En alguna ocasión he escuchado hablar algún sacerdote de lo que le ha dicho alguien (anónimo) en la confesión, sinceramente, no me parece muy respetuoso y favorece que la gente no confiese; pero ese es otro tema.
Reconozco que yo también me pongo un poco nervioso cuando un cura comenta las confesiones, pero al contrario de usted, creo que más bien esos comentarios favorecen a que la gente se acerque al sacramento: mientras no se viole el sigilo -o sea, que no se sepa quién dijo qué- no hay peligro para el penitente. Y siempre he escuchado los comentarios como temas generales, no como confesiones particulares y en ese sentido creo que sí son edificantes.
Mi párroco, por ejemplo, suele comentar sobre las cosas que no son pecado que -obviamente- la gente llega a confesarle. Cosas como salirse de la Misa para atender al niño que llora, morder la Hostia o no ir a tal o cual servicio.
Creo que tomar ejemplo de lo que otras personas confiesan y cómo lo hacen nos ayuda a preparar mejor nuestras propias confesiones. Como digo, mientras no se sepa quién lo dijo, creo que los comentarios generales son más positivos que negativos.
Saludos.
No veo por qué van a ser antónimos. Por ejemplo, en gran medida "cura" es ambas cosas.
Me da la impresión de que puede vd estar identificando al psicólogo en general con el adepto a determinadas escuelas de psicología, por ejemplo la freudiana, y en tal caso sí puede suceder que sean incompatibles la catolicidad y la adscripción a escuelas de pensamiento fundamentadas en el ateísmo, la vaciedad y todo tipo de clamorosos errores conceptuales.
Es eso lo que sucede en el caso del idolatrado Freud, de quien tantos han acabado renegando en cuanto se han dado cuenta de que lo que escribió no aplicaba apenas para la mente humana en general, sino que sólo se ajustaba a su retorcido caso particular.
Un saludo.
1) No repetirás un pecado en una confesión cuando ha sido confesado en una confesión anterior, aún cuando haya una duda de si fue confesada o una duda de que fue confesada de una forma suficientemente adecuada y completa.
2) No confesarás pecados dudosos en una confesión, pero sólo los pecados que son claros y ciertos.
3) No repetirás tu penitencia después de la confesión o alguna de las palabras de tu penitencia porque sientes o piensas que tuviste distracciones o podrías no haber dicho las palabaras correctamente.
4) No te preocuparás de haber roto tu ayuno antes de recibir la Comunión, a no ser de que hayas puesto comida y bebida en tu boca y lo tragaste de la misma forma en que una persona lo hace cuando come una comida.
5) No dudes en mirar a ningún crucifijo a a ninguna estatua en la iglesia o en casa o en ninguna otra parte porque podrías tener malos pensamientos en tu mente e imaginación. Si estos pensamientos ocurren, no son pecado.
6) No te considerarás culpable de malos pensamientos, deseos o sentimientos, a no ser de que puedas con toda sinceridad jurar ante el todo-verdadero Dios que recuerdas claramente y con toda seguridad haber consentido a ellos.
7) No desobedecerás a tu confesor cuando te diga que nunca debes de hacer otra confesión general de pecados del pasado que ya han sido confesados.
8) Creerás y actuarás como corresponde, para que cuando sea que estés en duda de si tienes o no obligación de hacer algo o no, lo tomes por seguro que no estás bajo obligación.
9) Si, antes de que hagas u omitas algún acto, tienes duda de si es pecado o no, supondrás como cierto que no es pecado y actuarás sin ningún miedo de pecado en absoluto.
10) Pondrás toda tu confianza en Jesucristo, sabiendo que te ama como sólo Dios puede amar, y que nunca dejará que pierdas tu alma.
EN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia.
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente.
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin 55 años
Ave María Purísima.
Dejar un comentario