Ortodoxia y ortopraxis: un mal cuento chino
Siempre hay un espabilado que, con voz de suficiencia, y como si acabara de descubrir la cuadratura del círculo proclama con una medio sonrisa de conmiseración ante los pobres mortales que tienen la paciencia de escucharle, eso tan poco original de que “es preferible un sacerdote comprometido con los pobres, que uno puntilloso en la liturgia o la doctrina”.
Hay que andar despistado (voy a ser bueno) para soltar una cosa así, porque esto en el fondo lo que quiere decir es que aquí una de dos: o estás con los pobres o estás con la liturgia y la doctrina de la Iglesia. Más aún, llevando al extremo el razonamiento, se llega con facilidad a que para estar con los pobres hay que hacer mangas y capirotes con la doctrina, y que los cuidadosos con la doctrina, de los pobres no quieren ni la vista.
Te dicen que algunos mucho rezar, mucho misal, mucho rito y mucho documento, mucho viva el papa (no solo Francisco, sino también Juan Pablo II y Benedicto XVI), pero que pasan de los pobres, mientras que los que pasan de la doctrina deben ser disculpados si están con los débiles, como si esto fuera una patente de corso para todo lo demás. Como usted atiende a los pobres, puede celebrar como quiera, ciscarse en el catecismo, cachondearse de Juan Pablo II y Benedicto XVI, estar a favor del aborto y apoyar el matrimonio gay.
A todo el que me habla de la incompatibilidad entre ortodoxia (correcto pensamiento) y ortopraxis (correcta acción) le digo que eso es un cuento chino de los más burdos. El ejemplo lo tenemos en la beata Teresa de Calcuta. ¿Conocen a alguien más entregado a la causa de los últimos que esta mujer? ¿Conocen a alguien más respetuoso con la doctrina, el papa, la moral, la liturgia que esta mujer? Pues eso.
Teresa de Calcuta es el mejor ejemplo de conciliación de estas dos vías. Ella supo como nadie estar con los pobres entre los pobres, pero para ello no necesitó poner en cuestión el catecismo, criticar al santo padre, pedir la venta de los tesoros de la iglesia ni reivindicar el sacerdocio de la mujer. Pues a ver si aprendemos.
Es curioso cómo Teresa de Calcuta pasó de ser un icono de la iglesia más avanzada y solidaria a quedar relegada al olvido entre los que fueron sus admiradores. La razón es simple, y es que demasiadas veces los pobres son una mera excusa para hacer cada cual de su capa un sayo. Cuando a un progre amante de los pobres le hablas de Teresa de Calcuta le cambia el color, como si le mentaras la bicha. Tanto, que hasta algún artículo he leído donde pretenden sacar a la luz “esos puntos oscuros e inconfesables” de esta extraordinaria católica.
Ortodoxia en pensar y creer lo que manda la Iglesia. Ortopraxis en llevar a la práctica lo aprendido. No solo no son incompatibles, sino que deben estar íntimamente unidas las dos cosas. Teresa de Calcuta es un ejemplo. Por eso tantos no la quieren ni ver. Sus motivos tendrán.
19 comentarios
«Ortodoxia en pensar y creer lo que manda la Iglesia. Ortopraxis en llevar a la práctica lo aprendido. No solo no son incompatibles, sino que deben estar íntimamente unidas las dos cosas. Teresa de Calcuta es un ejemplo».
Repito porque es la clave.
Gracias por el artículo.
Saludos.
Atender a los pobres y preocuparse por sus necesidades es cosa que puede hacer cualquier pagano (aunque es verdad que antes de que apareciera el cristianismo no tenían costumbre ninguna de hacerlo). Aunque nosotros también debemos hacerlo, y en ello debe de observarse que somos de verdad cristianos, no es nuestra verdadera señal distintiva en tanto que creyentes en Nuestro Señor Jesucristo y en su Santa Iglesia.
La ortopraxis tiene valor per se, en el sentido de que las buenas acciones de un hereje o de un pagano desde luego no lo acercan al infierno, sino todo lo contrario. Pero por si sola, su valor es limitado. Lo mismo sucede con la ortodoxia, e incluso en grado aun mayor (¿realmente existe verdadera fe allí donde no la acompañan las obras de la fe?). De lo que hablamos es de dos realidades a las que solo se les saca el máximo partido cuando se las combina en uno solo.
Lo que debería llamarnos a la reflexión, es si alguien está realmente ante esa disyuntiva. ¿Alguien debe decidir si rezar o matar a una persona? ¿En realidad hay sacerdotes teniendo que decidir entre "segur el rito" y "estar con los pobres"?
La pregunta parece inútil, pero quizás no lo es. Pongamos un ejemplo sencillo: el bautizo del hijo de una madre soltera. Es muy lógico que las normas de la parroquia exijan que para bautizar a un niño se requiera la presencia de ambos padres y ambos padrinos, todos bautizados y casados por la Iglesia. ¿Es mejor dejar a ese niño sin bautizo porque no se puede garantizar su futura educación cristiana? (CIC 1255) ¿O es mejor hacerse la vista gorda con las normas y bautizar como si se tratase de una emergencia? (CIC 1256) No es una decisión fácil. De un lado se violan las normas y se pone mal ejemplo, del otro se puede perder un alma. Claro que hipotéticamente existen vías alternativas pero en la vida real, del día a dia, hay que tomar decisiones y la decisión, según la Iglesia, es siempre estar del lado de los pobres.
Ahora bien, venga usted, amigo sacerdote, a bautizar al hijo de una madre soltera y mañana tiene dos filas frente a su puerta: una de madres solteras y la otra de parroquianos enfurecidos, con la enorme dificultad de discriminar quiénes están allí con justa razón y quiénes solo se están aprovechando de la situación.
El conflicto no es entre la ortropraxis y los pobres. Es entre la Iglesia y los "fieles" (con unas comillas enormes) que no son capaces de distinguir entre una obra de caridad y un camello. Si los fieles realmente lo fueran, comprenderían las razones del párroco para bautizar o no a este niño. Como no lo son, son ellos los que provocan el conflicto, se desgarran las vestiduras porque Jesús come con las manos sucias y salen corriendo a los medios para que crucifiquen al párroco.
Es por eso que algunos sacerdotes se ven obligados a decidir entre una cosa y otra: se respeta el rito y se mantiene contentos a los que todavía llegan a Misa, o se estiran las normas, se pierden los parroquianos regulares y se ganan otros bastante irregulares. Habría que ser un santo, con extraordinarias habilidades de bilocación y entendimiento, para mantener contentos a todos y aún así respetar cada una de las normas. Excelente ejemplo el de la Madre Teresa, pero lamentablemente no todos los sacerdotes son santos. Para los que son simples pecadores navegando en este mar de laicismo e indiferencia, el conflicto sigue existiendo.
Bien dijo quien dijo que el cristianismo es un trípode cuyas tres patas son la fe, la liturgia/los sacramentos, y la caridad. Cualquiera de estos elementos que falten o deformemos -ampliando o reduciendo a nuestro antojo- deja inestable la mesa y con posibilidad de caerse.
Lo hemos visto con sacerdotes tan entregados a la causa de los pobres que han olvidado el alimentar a esos mismos pobres con la Palabra que nos da vida (Jn. 6, 35) y el Pan eucarístico que nos salva (Jn. 6, 54).
Y por otra parte, la fe sin la caridad para con el prójimo es una fe muerta, como claramente nos recuerda la Epístola de Santiago.
Hay gente que dice que no robar ni matar ni mentir basta, y eso apenas sería el 30% de lo que nos manda Dios. Hay que ser completos y obedecer al 100%. Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
La simplificación (o el desandar el camino que BXVI había impulsado) de la liturgia, la progresiva desaparición del latín y del canto gregoriano, la desaparición de ciertas prendas ligadas a la Tradición como la dalmática, fanón, etc. así como a la muceta (por no hablar de los juegos cambiándose el anillo del Pescador por el de Cardenal), y demás, pueden contribuir a asociar que es imposible estar junto a los pobres y dignificar al máximo la Santa Misa. Qué gran ejemplo estaría dando al mundo si, siendo tan cercano con los que sufren, predicando con la fuerza que lo hace, nos ayudara a descubrir mejor a Dios en la Santa Misa.
Eso sí, suspendo mi juicio sobre otra figura que antes tenía como ejemplo de ésto, y es que mientras no se explique en qué circunstancias el Vaticano bajo el papado de Juan Pablo II ocultó a cientos de sacerdotes pederastas, mi antigua admiración por el Papa polaco queda en suspenso.
Estoy de acuerdo contigo. Quiero mucho al Papa Francisco y es una bendición de Dios, pero como lo he dicho antes me angustia que sus acciones sean malinterpretadas y perdamos las cosas buenas que hemos ganado con los Papas anteriores. Al fin al cabo eso fue lo que le pasó al Concilio Vaticano II. Fue necesario, bien concebido y bien intencionado pero mal interpretado y mal implementado.
La comparación es injusta. En realidad estamos decidiendo entre ir con un mecánico amigo que hace la reparación necesaria y cobra lo justo, e ir al taller del concesionario, hacer la reparación según el manual del fabricante y pagar diez veces más. No seré yo quien diga que no hay que ir con el concesionario, pero tampoco seré yo quien afirme que la reparación del amigo está mal hecha.
Curiosamente (da la casualidad que yo sé un poco de eso), entre el 80 y 90% de usuarios de automóviles van con un amigo, y entre el 80 y 90% de los "católicos" no se acercan a los sacramentos. Hay que reconocer que algo están haciendo mal los concesionarios. De la Iglesia no afirmo ni niego nada, pero el dato allí está.
Posiblemente es que no existan esos "centenares" de "sacerdotes pederastas" durante el pontificado del Beato Juan Pablo II que además fueran encubridos por personas de fe, como nos pretenden hacer creer.
Tampoco entiendo que niegue que hubiera centenares (o más) de sacerdotes que cometieron este acto. ¿De qué hablaba entonces Benedicto XVI cuando dijo que había que ponerlos a disposición de la justicia? ¿Por que tuvieron que renunciar algunos obispos al demostrarse que no hicieron nada contra curas que abusaban de menores?
Creo que ser católico es incompatible con esa ceguera voluntarista que tanto abunda. La Verdad y la verdad ante todo. No creemos en una ideología, sino en Dios. La verdad nunca nos ha de dar miedo.
La dificultad de la cuestión radica en que la ortopraxis no tiene absolutamente nada que ver con el modus operandi progre y sus soflamas, aunque en apariencia y muy superficialmente puedan parecerse.
Pero claro, no es lo mismo hacer como que estás junto a los pobres para instrumentalizarlos y utilizarlos en beneficio de tu ideología política (por ejemplo, organizando tumultos para acosar a adversarios políticos al grito de "no más desahucios" mientras se presenta una iniciativa legislativa que provocará más desahucios) que defenderlos realmente, que es lo que hacen quienes practican la ortopraxis, ya que la ortopraxis pasa por amar de corazón a esos pobres, y la progrez no (incluso la progrez pasa por despreciarlos, ya que si los respetases no serías capaz de mangonearlos así).
De hecho, no sólo tenemos el ejemplo del sarpullido que provoca la Madre Teresa en los progres, sino que tenemos ejemplos más notorios, como por ejemplo los ataques de los progres a la parte de la Iglesia que destaca más por cómo ayuda a los pobres: recordemos por ejemplo cómo desde CCOO Córdoba se acusaba de mafiosos a Cáritas.
O sea, los de los "piquetes informativos" de vándalos rabiosos acusando de ser mafiosos a los que dan de comer al hambriento, de beber al sediento, enseñan al que no sabe, visten al desnudo, buscan trabajo al parado, etc.
PD: Por cierto, estos días se ha visto cómo los sindicatos CCOO y UGT se han unido a los "kaleborrokos" que pretextan los desahucios para su presión política antidemocrática. No está de más recordar el caso de la cooperativa PSV, propiedad de UGT, desde la que se estafó a unas 20.000 familias, que se quedaron sin una casa que habían pagado. Eso sí, hacer como que se defiende el derecho a la vivienda da muy buena imagen, sobre todo entre los desmemoriados.
Un saludo.
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