No puedo aceptar ser papa
Era momento de cónclave. Por la televisión había contemplado el desfile de los cardenales entrando majestuosamente en la capilla Sixtina. Una liturgia impecable, la solemnidad del momento. Observó cómo se cerraba la puerta tras el “extra omnes”.
Ciento quince cardenales dispuestos a elegir a un nuevo sumo pontífice de la iglesia universal. Uno de entre ellos. Aunque ¿quién sabe? La única condición para ser para es ser varón y bautizado.
¿Qué pasará ahí dentro? ¿Quiénes serán los candidatos más votados? ¿Habrá una lucha de poder entre italianos, curiales, hispanoamericanos…? ¿Y si no encuentran un candidato de consenso…?
Habían pasado apenas un par de horas cuando sintió llamar a su puerta. La sorpresa fue encontrarse con el cardenal camarlengo que acudía acompañado por el cardenal más joven entre todos los electores.
No se asuste. Venimos en total incógnito desde la capilla Sixtina. Los cardenales le piden que acepte ser el nuevo papa de la Iglesia católica. Ya sabemos que no es lo usual, pero usted conoce las normas. Llevamos varios días de votaciones y hoy su nombre ha sido propuesto y aceptado por unanimidad. Es la voluntad de Dios.
No supo decir ni pensar nada. De repente fue encontrarse en una nube mientras el automóvil de incógnito se desplazaba veloz hacia San Pedro. Su mente estaba en blanco y solo se dejaba llevar. Le impresionó entrar en la capilla Sixtina y encontrarse con todo el colegio cardenalicio que acogió su presencia con una enorme ovación. Papa. Él era el papa, el sucesor de Pedro, el vicario de Cristo. Él, apenas un teólogo, un profesor que incluso había tenido sus más y sus menos con la Congregación para la doctrina de la fe.
¿Aceptas la elección? El silencio se mascaba, la tensión era más que evidente. Ante su silencio, de nuevo la pregunta: ¿Aceptas la elección?
Miró a todos y simplemente les dijo: no, no puedo. Lo he pensado mientras venía en el automóvil. No puedo, porque si acepto ser papa automáticamente dejaré de ser infalible.
Sintió unas manos que lo agarraban y lo zarandeaban: oiga, oiga, ¿está usted bien, qué dice, qué está gritando? Se vio en la butaca de su casa, rodeado por sus libros, papeles, revistas. Ha sido solo un mal sueño, María. Ay señor Küng, que tiene usted que cuidarse un poco más.
12 comentarios
Me he reido mucho.
¡Qué pena!. Mira que no escoger a tan honorable teólogo para ocupar la silla de Pedro. Si es muy amigo de Benedicto XVI y piensan casi lo mismo...
Lo que no le perdono a usted es que revele el nombre de este hombre. Ahora nunca podrá ser Papa.
Esto es lo que hizo el gran Papa Su Santidad Benedicto XVI, buscar siempre la Gloria de DIos, y es el ejemplo de una entrega humilde y generosa. Recordemos que no se ha bajado de la cruz, sigue trabajando por amor a Dios y a la Iglesia Católica.
La pequeña conclusión a la que he llegado es que no es posible, y por dos razones, una a priori y otra a posteriori:
1.- A priori, los católicos creemos y confiamos en que el Espíritu Santo ilumine el dicernimiento de los cardenales electores, de modo que, cueste más o menos tiempo y "fumatas", deberán llegar finalmente a la conclusión correcta porque les guía el Espíritu.
Pero... ¿Y si hay en alguna ocasión un número inusualmente elevado de cardenales que carezcan de la humildad de ponerse en manos del Espíritu? ¿Y si realmente pecan al elegir a quien no deben, como todos nosotros pecamos al hacer lo que sabemos que no debemos, al imponer nuestro criterio humano?
2.- En tal caso, a posteriori, creo que tampoco el papa será el que no debe: quien ocupa la silla de S.Pedro goza por ello de una gracia especial, que le permite por ejemplo hablar "Ex Cathedra", con garantía de ausencia de error doctrinal, cosa imposible de alcanzar con las capacidades simplemente humanas. Así pues, esa persona "equivocada" será incapaz de errar en cuestiones fundamentales, imposibilidad que ha quedado patente en notorias ocasiones a lo largo de la historia de la Iglesia, como relata Vittorio Messori en el capítulo 11 del libro "Leyendas Negras de la Iglesia", donde se pregunta:
"¿Qué hubiera sucedido si, a causa de alguna enfermedad psíquica, tan sólo uno de estos «vicarios de Cristo» hubiese empezado a dictar algo contrario a la fe católica de la que es inapelable guardián? ¿Qué habría sido de la Iglesia si un Papa hubiese redactado y promulgado documentos oficiales provistos de la autoridad de su sello —porque el derecho eclesiástico le otorgaba todas las facultades— conteniendo deliramenta, herejías, extravagancias, errores dogmáticos o aventurismos teológicos?".
Él mismo responde: "Nunca sucedió; y el creyente está seguro de que jamás sucederá."
Así pues, respondida mi propia pregunta, creo que debemos estar tranquilos con la elección del nuevo Papa, ya que tenemos la garantía de que será el que debe, sea porque el Espíritu Santo dirija su elección, sea porque dirija su papado.
...incluido el sr. Küng, si se diera el caso.
Además, si Benedicto XVI ya ha dejado bien clara su plena confianza y obediencia al nuevo papa, sea quien sea, y no seré yo quien le venga a a enmendar la plana y a afirmar que se equivoca.
Un saludo.
"lo sorprendente es que el cuadro bimilenario de la salud pontificia parece presentar todas las patologías existentes con una sola excepción: la locura. Que se sepa, no hubo papas locos, o al menos, los posibles desequilibrios psíquicos graves (si se dijeron) no influyeron en su enseñanza. Ni siquiera la arteriosclerosis senil, que sin duda afectaría a algunos de ellos en sus últimos años, provocó delirios perjudiciales para la enseñanza dogmática. De lo que se deriva para el creyente —les decía— la confirmación de una ayuda especial del Espíritu Santo.
En efecto, la potestad del Papa in spiritualibus es absoluta: la Iglesia ve en él al maestro supremo de la fe. ¿Qué hubiera sucedido si, a causa de alguna enfermedad psíquica, tan sólo uno de estos «vicarios de Cristo» hubiese empezado a dictar algo contrario a la fe católica de la que es inapelable guardián? ¿Qué habría sido de la Iglesia si un Papa hubiese redactado y promulgado documentos oficiales provistos de la autoridad de su sello —porque el derecho eclesiástico le otorgaba todas las facultades— conteniendo deliramenta, herejías, extravagancias, errores dogmáticos o aventurismos teológicos?
Nunca sucedió; y el creyente está seguro de que jamás sucederá. Ha habido papas inmorales, indignos —al menos según nuestras actuales categorías éticas— de su altísimo oficio. Pero, por una paradoja en la que una vez más el punto de vista religioso percibe un enigma de la Providencia, justamente esos pontífices que menos practicaron las exigencias de la fe fueron los más firmes y decididos proclamando la verdad de la misma.
Ya mencionamos en otra ocasión que Alejandro VI Borgia, considerado un ejemplo tal vez demasiado fácil de la abyección moral en la que cayó el papado renacentista, fue un impecable maestro de fe. Quizás actuó mal pero predicó estupendamente, y esto es lo que se espera de un sucesor de Pedro, llamado por Jesús mismo a una función principal, la de «ratificar a los hermanos en la fe».
La enseñanza papal precede y es mucho más importante que el también deseable ejemplo moral. Sin embargo, la pureza de dicha enseñanza siempre se ha visto protegida de los estropicios de la arteriosclerosis y los accesos de locura, más que de la inmoralidad de las costumbres: practicadas pero nunca «teorizadas» ni presentadas al «estilo radical» como un bien. No es poco. Por el contrarío, era lo que se necesitaba entonces y ahora."
Sólo agregar que se puede descargar el libro, en PDF, en:
http://mercaba.org/IGLESIA/Messori/
Un saludo.
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