De campanas, faldas y pantalones
Se puede ver la noticia en diferentes medios. La asociación Granada Laica ha denunciado al convento de Santa Catalina, del Albaicín, en Granada, porque parece ser que el tañido de las campanas a las 6:30 de la mañana produce molestias insufribles en los vecinos.
Es la disculpa, porque la verdad de la cuestión la ha expresado perfectamente la superiora: “En estos tiempos como la gente no cree, molestan hasta las campanas, que siempre se ha dicho que eran la voz de Dios”. Pues no se confunde ni un ápice.
En la parroquia de un servidor suenan las campanas llamando a misa cada día desde que se levantó el templo. Recuerdo que a poco de inaugurar el templo me vino un joven al despacho a pedirme por favor que dejáramos de tocar las campanas porque a él le molestaban. Le pregunté los motivos: que si tenía especial aversión a los ruidos, que si era muy sensible a los sonidos. Pues no, nada de eso. Seguí con ejemplos: ¿te molestan los autobuses, las sirenas, los megáfonos de los vendedores? Tampoco. Fui más allá: ¿y si fuera un muecín llamando a la oración desde el alminar de su mezquita? No le molestaría. Fue sincero y me dijo: es que es un sonido que sale de la iglesia y a mí todo lo que sale de la iglesia me molesta.
Mi respuesta fue contundente: estamos dentro de los horarios y decibelios que marca la ley y no pienso dejar de tocar las campanas. Así que tendrás que acostumbrarte o marchar a vivir a otro sitio. No faltaron los buenistas que me dijeron que si alguien se siente molesto por las campanas quizá fuera mejor que no sonaran. Claro. Y si a alguien le molestan la cruz, la torre o la iglesia, nos vamos a las catacumbas y a vivir como las ratas.
El convento de Santa Catalina fue fundado en 1520, es decir, que lleva casi quinientos años tocando la campana sin mayor problema, es más, me atrevo a decir que con gran contento de una inmensa mayoría de los vecinos. Porque es curioso cómo el sonido de las campanas es agradable para creyentes o no. Pues aquí llegan los de Granada laica y deciden que van a acabar con quinientos años de toque de campana porque hay gente que no puede dormir bien. No creo yo que la campana de un convento de clausura produzca sonido similar a cañonazos. Más me inclino por lo de la superiora: “las campanas molestan porque son la voz de Dios”.
He leído también que las monjas se están planteando, para no molestar a los vecinos, que la primera llamada a la oración “se haga de forma interna”. Pues a un servidor eso le parece una claudicación y una subida de faldas de las monjas o una bajada de pantalones de los clérigos correspondientes.
Vaya usted a cualquiera de los miembros de Granada laica y toque un solo privilegio o prebenda de que gocen por la razón que sea. Verán cómo rápido les salen con lo de los derechos adquiridos. ¿Qué pasa, que tocar la campana durante quinientos años no son derechos adquiridos? Tampoco estaría de más preguntar a los vecinos qué piensan de las campanas, porque en este momento en el que todo tiene que ser democrático a lo mejor mira por dónde resulta que la inmensa mayoría del barrio quiere seguir oyendo las campanas de las monjas aunque sea a las 6:30 de la mañana.
Desde luego lo que no acepto de ninguna de las maneras es la claudicación para no molestar a unos cuantos vecinos –sí, no se engañen, no serán más que unos cuantos-. Porque mañana otros vecinos dirán que mejor que no vuelvan a sonar las campanas, para no incordiar a los que trabajen en turno de noche, y diremos que sí. Y más tarde que hay que quitar cruces e imágenes en consideración a los musulmanes. Y luego que si… Y otra vez a las catacumbas, mientras el muecín sigue llamando a la oración y Granada laica se carcajea de lo fácil que es quitarse a los católicos de en medio.
Y una sugerencia: ¿algún informático de buena voluntad no podría iniciar una recogida de apoyos al toque de campanas en los conventos y especialmente en este de Granada? Cuenta con mi firma y con la de muchísimos de mis feligreses.
33 comentarios
Y que sigan tocando las campanas!!!!
Benditiones!
Por tanto, no creo que las cobardes sean las monjas mencionadas en el articulo.
Además de las firmas, un estudio de ingeniería acústica que pruebe que el tañir de las campanas no rebasa los decibelios permitidos.
D.Tomás De la torre puede contar cierto caso similar en Jaén.
No es convincente, por ello creo que la superiora interpreta bien la molestía: no es contra el tañido de las campanas sino lo que representan y de dónde suenan.
Lo que molesta son las campanas bendecidas, pero ¿se lamentan en el sonido de las campanas que no son de iglesias católicas?
¿Se angustian por los petardos o fuegos artificiales que suelen haber en los pueblos?
¿Se rasgan las vestiduras, cuando ven un partido de fútbol y afectados colectivamente por la esquizofrenia, y marcan un gol su selección favorita?
¿Molesta acaso las campanadas (no bendecidas), cuando toca el fin de año, las doce campanadas?
Los claxon de los coches, no suelen molestar.
Pero una campana bendecida sí, y bastante, el alma que está contaminada por la corrupción del pecado, del vicio, sienten grave malestar. Los demonios protestan a través de aquellos que quieren silenciar las campanadas bendecidas.
Santa Catalina Emmerick: «Los sonidos de las campanas benditas los percibía como si fueran rayos de bendición, los cuales ahuyentaban a Satanás. El sonido de las campanas benditas es para mí más santo, más alegre, más vigoroso y suave que todos los demás sonidos».
Texto tomado de: http://es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=510&capitulo=6448
Las campanadas bendecidas molestan a quienes no quieren romper su condición de esclavo con sus vicios y pecados, se atan al demonio, quieren ser felices, pero se sienten atormentados por los recuerdos del Señor, que invita a la conversión.
Pero si es sincero como aquel joven, dirá: “Fue sincero y me dijo: es que es un sonido que sale de la iglesia y a mí todo lo que sale de la iglesia me molesta.”
Esta es la verdadera causa, de que molestan las campanas, porque es un rechazo al pecado, pero que el pecador no quiere romper con sus pecados como queda dicho.
«las campanas molestan porque son la voz de Dios».
Prefieren el ruido del diablo que hace infeliz y desgraciadas a tantas almas, y no la voz amorosa de Dios Padre que nos ama.
Cuando yo escuchaba el sonido de unas campanas, que eran los mismos tonos de un monasteria, sentía alegría, pero luego, cuando vi, ¿de dónde viene estas campanadas? me desilusionaba, porque resultaba que era la de un reloj de un banco, no estaban bendecidas, pero el sonido de las campanadas fue agradable de oír, porque me hizo pensar en lo sagrado.
A pesar de que son bastantes no son molestas, es patrimonio cultural de la humanidad.
En realidad no entiendo lo que esta pasando en España, de verdad que lo que leo es para no creer a veces pienso , esto debe ser broma.
No les molesta el sonido, les molesta que sean de campanas.Punto pelota.
http://www.youtube.com/watch?v=E9vn8nEdI3g
Caaaaampana sobre campaaaana
Y sobre caaaampana uuuuna...
Yo también tuve una discusión en mi blog a cuenta de este asunto con uno que decía que le molestaba el sonido de las campanas porque hacía el turno de noche en su trabajo. Y culpaba de su corto sueño no a su jefe ni al tráfico mañanero, sino a las campanadas.
En una población de la comarca de la Ribera Alta del Júcar, llamada Alberic, ha surgido un problema simlar, esta vez a cuenta de las campanas del reloj de la Iglesia.
Un único vecino, de reciente incorporación al barrio donde se encuentra la parroquia de Sant Llorenç, levantó su queja ante el el Sindic de Greuges (defensor del pueblo autonómico), sobre el tremendo impacto psicológico que tenían las campanadas del reloj. La noticia saltó a nivel nacional, y Alberic fue protagonista de este caso, porque el ayuntamiento pretendía multar con 600 euros al sacerdote de esta parroquia, por ese exceso de decibelios nocturnos.
Lo más abracadabrante del caso, es... que el reloj de la torre de la Iglesia es propiedad del ayuntamiento. Esto es así porque a inicios de la Edad Moderna, el organista de la parroquia era un funcionario municipal que aparte de su función musical en los oficios religiosos, era el maestro del pueblo y el encargado del cuidado del reloj. El órgano ibérico desapareció entre las llamas en el verano de 1936, siendo substituido recientemente por un pequeño órgano tubular de coro. Los maestros nacionales sustituyeron ya hace mucho al municipal. Y como único vestigio ha quedado este reloj municipal, enclavado en la torre del campanario, debido a que en aquellos tiempos en que Iglesia y Estado estaban unidos, se consideró que era de sentido común situar el reloj en un sitio mucho más visible, y la parroquia ha seguido con esta servidumbre hasta la actualidad.
Aunque la noticia saltó en febrero, y unas segundas mediciones indicaban que el nivel de decibelios de las campanadas había descendido hasta los niveles marcados por la Ley, los ediles de Alberic han decidido aprovechar que el nuevo sacerdote no llevaba ni 48 horas de haber tomado posesión de las dos parroquias del pueblo, para volver a sacar el tema otra vez a colación, aportando un tercer informe acústico de nueva redacción. Fue precisamente el pasado domingo cuando el nuevo párroco de Alberic tomaba posesión de ambas parroquias, y el martes cuando gentileza de la prensa local, se enteraba de la noticia.
Por cierto, aunque ya se ha hecho demasiada larga esta entrada, la única persona de entre los vecinos que se ha mostrado contraria a las campanadas nocturnas, ha sido precisamente el denunciante, que al parecer del Sindic de Greuges y de las autoridades municipales, goza de poder para impedir que prosiga el toque de campanas de reloj, que se inició seguramente en el siglo XVII.
Bueno, pues aún no he visto que nadie de ninguna asociación "laica" les haya demandado por nada.
Saludos.
Imaginémonos, volviendo la vista muy atrás en el tiempo, cuando en nuestros pueblos y ciudades todo era rural, natural, sin vehículos a motor, sin electrodomésticos, sin aparatos de radio, sin televisión, sin Internet... Las campanas son algo así como una secular herencia que recibimos de esos tiempos que nos parecen tan lejanos y tan distintos que con frecuencia o nos hacemos a la idea de que ya murieron para siempre, o bien, a la idea-perplejidad de preguntarnos cómo pudieron existir, cómo pudo ser posible que nuestros antepasados vivieran como vivieron, sin apenas bienes materiales, etcétera.
En un tiempo pasado de siglos en el que, prácticamente sin nada de lo que hoy caracteriza nuestra época científico-técnica y postmoderna, las campanas acompañaban el ritmo y el trajín cotidiano (los trabajos de sol a sol, puesto que había que aprovechar la luz natural al escasear esta o sencillamente por no existir la luz artificial...). Imaginémonos a miles y miles de campesinos que hoy gozan de la presencia de Dios, sin duda, levantarse al alba con el canto de los gallos, con el despertar de las bestias próximas, con el tañido de unas campanas llamando a la oración matinal... Seguro que, analfabetos la mayoría de ellos, al menos reconocerían en esos sonidos de las campanas el "tiempo de Dios".
Pero me temo que la civilización occidental se ha deshumanizado tanto que es lo que auguraba el gran novelista Bernanos: "Un sacerdote menos, mil pitonisas más". Es decir: cuanto más sacamos a Dios de nuestras vidas, más nos molesta el tañido de las campanas, puesto que la vida la hemos ido desmisterizando, desacralizando, paganizando, secularizando...
Cualquiera que haya conocido y tenido trato con padres, abuelos y bisabuelos que hoy tendrían sobre los cien años o incluso más -yo alcancé a conocer a uno de mis bisabuelos, que si viviese tendría hoy lo menos 130 años-, sabe de lo que digo. En todas esas personas casi sin excepción, junto a múltiples defectos, debilidades humanas y sobre todo fala de ilustración libresca, desde luego había una sensibilidad para aprehender el misterio de las cosas de Dios que en la actualidad se ha ido perdiendo, tan hechos como estamos a los avances tecnológicos -que bienvenidos sean-, pero cerrados a la simplicidad del misterio: el tañido de las campanas, el recogimiento de la vida natural, las faenas del campo...
Perder esa sensibilidad puede ser algo dramático.
Hasta mi adolescencia o quizá hasta mi primera juventud, aparte del tañido de las campanas de la iglesia de mi pueblo como de 1.000 habitantes, llamando a misa (misas dominicales, funerales, días de especial solemnidad, etcétera), me acompañó lo que conocíamos como sonido de la sirena. Este sonaba a las 8 de la mañana, a las 12, a las 13.30 y a las 17 horas. Se debía oír en todos los pueblos de la comarca; era el sonido con el que cientos de trabajadores de fincas de plataneras conocían los momentos de entrada y de salida del trabajo. Ya hoy día ha desaparecido para siempre el sonido de la sirena, tan íntimamente ligado a mi infancia, sobre todo camino, de ida y vuelta, del colegio.
Cuántos encuentros de todo tipo se ajustaron durante decenas de años al ritmo de aquella sirena. Cuántas iluminaciones personales, cuántas reconciliaciones con la vida, cuántos ajustes horarios cuando uno mismo, en mitad del campo y sin reloj a mano -entonces no habían aparecido los móviles-, o jugaba, o paseaba, o ayudaba en las faenas del campo...
Pues exactamente lo mismo con respecto a las campanas de iglesias, conventos y monasterios. Por este camino por el que vamos de querer secularizarlo todo, la vida se va a convertir en irremediablemente huérfana de humanidad. Ya lo estamos viendo.
Católico, toca tus campanas, toca tus campanas!!!
No se engañe padre, estos no dan puntada sin hilo. Hoy las campanas, mañana las inmatriculaciones de ermitas, pasado las declaraciones de apostasía. Se entretienen mucho.
Por cierto que en el susodicho Ayuntamiento gobernaba entonces con mayoría absoluta (hoy relativa) un partido tan, tan, tan (las tres) católico como Upn.
En tales condiciones, efectivamente, es insultante sostener que estamos ante un caso de derechos adquiridos.
Tampoco es justo ni equilibrado y, ni siquiera, bien intencionado, equiparar el tañido o el repique de campanas con el ruido que emiten autobuses, sirenas (se supone que de policía o ambulancias)y vendedores ambulantes. En los dos primeros casos se trata de servicios públicos con lo que no es equiparable jurídicamente a los ruidos emitidos por una entidad PRIVADA como es la Iglesia. Los vendedores ambulantes tienen su regulación y sus limitaciones por lo que tampoco es comparable.
El problema es que ustedes, católicos, están acostumbrados a disponer siempre a su lado de un poder político que les ha amparado, creando cuando menos agravios con los no católicos. Pero han de pensar que una Sociedad Civil, con leyes para todos, no puede seguir manteniendo sus privilegios "acústicos" como tampoco los fiscales y administrativos o la financiación. Parece ser que el poder civil, como ustedes, aún no se ha enterado de que, los primeros legislan y gobiernan para TODOS y ustedes conviven con otras sensibilidades (religiosas y no religiosas). Pienso que hasta deberían ser ustedes los más interesados en que la permanencia de la Iglesia deje de sustentarse en privilegios.
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Jorge:
Se le ha olvidado citar la inquisición y las cruzadas.
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