Nuestra Señora del Adviento



En estos días de Adviento, la Santísima Virgen debe ser, muy especialmente, la referencia de todo cristiano. Y venerar su nombre una muestra de nuestro inmenso agradecimiento. Es Ella, así podemos llamarla, Nuestra Señora del Adviento, Madre del Que está por venir.    

Recurro a un breve fragmento escrito por el padre Miguel De Bernabé para releer en el Evangelio unas palabras que nosotros, por el rezo del Ave María, estamos acostumbrados a oírlas y apenas nos impresionan. Pero hay que advertir que fue la primera vez que se pronunciaron en el Universo.

Dice así:

En Nazaret, una bellísima joven, absorta, meditaba. De pronto la cueva resplandeció de luz y un maravilloso ángel apareció ante ella. La joven debía ser muy santa porque no se turbó ante la presencia del ángel, pero sí lo hizo al oír sus palabras:

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 28)

Turbadísima, la joven escuchó el inaudito mensaje, que continuaba así:

Vas a concebir… vas a dar a luz un hijo… reinará sobre la casa de Jacob por los siglos… (Lc 1, 31-33).

Su preocupación, a partir de ese momento, fue cómo y de qué manera obedecer dócilmente a Dios (indudablemente estaba acostumbrada al trato con Dios y a qué es lo principal y qué lo secundario cuando Él habla); de ahí su frase:

¿Cómo será esto…? (Lc 1, 34)

Equivalente a: dime lo que tengo que hacer para ―se sobreentiende― hacerlo. Comprendiéndola, el arcángel se lo explicó:

El Espíritu Santo vendrá sobre ti… (Lc 1, 35).

Y, cosa curiosa, el ángel añadió una prueba que la Virgen no necesitaba, ya que no hay en todo el relato la más mínima sombra de duda en Nuestra Señora:

Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez… (Lc 1, 36).

Y fue entonces cuando de María se escucharon las inmortales palabras que en multitud de ocasiones se han pronunciado rubricando trágicas, dichosas, heroicas, definitivas… resoluciones de imitadores de la dulce Virgen de Nazaret:

He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra (Lc 1, 38).

(“El Evangelio vivido”, P. Miguel de Bernabé. Pag.27 a 29. Buenas letras, 2017)

Y añado un comentario:

¡Qué maravilla de diálogo entre Dios (a través de su arcángel) y el más excelso de los seres humanos! Y que emoción produce pensar que bajo la sencillez de este bello intercambio de voluntades se oculta la conversación más trascendente del mundo; aquella que dio lugar a la Encarnación de Dios en el hombre y la Venida de Nuestro Señor Jesucristo a la historia.

Hoy es Domingo. Y celebramos la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Sobrecoge pensar que cuando en la Santa Misa se realice la Consagración se reproducirá en esencia ese dialogo entre el ser humano y Dios: Él se hará Cuerpo, Le recibiremos para quedarse entre nosotros y al comulgar (inmenso privilegio) siguiendo el ejemplo de Nuestra Santa Madre, tendremos la inaudita dicha de decir “Hágase” en forma de un humilde “amén”.

 ¿Estaremos preparados como lo supo estar Ella?

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