Sed de almas
Entre las líneas del último post les proponía que apuntaran con su catalejo hacia las Bellezas de la Iglesia. Hoy les pido que apunten hacia las almas. No les pido que juzguen a las almas. Pero sí que las miren imaginando cómo podría Dios mirarlas.
Les escribo hoy desde un tren. Les escribo con el teléfono móvil, de modo que voy a ser breve.
Para entretener el viaje estoy viendo una conferencia de Peter Kreeft (poniendo los subtítulos en inglés) sobre el problema de la existencia del mal y el dolor frente a la existencia de Dios. Tomo apuntes. Doy gracias a Dios por haber sanado al menos en parte mi entendimiento para poder abrazar la Verdad…
Pero en medio de mi entusiasmo, a pesar de los auriculares, la voz del mundo entra en mis oídos. El tren está lleno de gente. Y siento lástima. A mi derecha una chica lee una revista del corazón. Me llegan retazos de conversaciones que me recuerdan al pozo del que Dios tuvo a bien rescatarme. Y me da por sentir lástima. No hay Dios en esas vidas. Y sí hay mucho dolor. ("Tu exmarido es un mierda” “esto va a acabar con mi vida")
¿Qué me quiere dar Dios hacer? Me veo disfrutando de este asomarme a la Verdad como quien se tumba a tomar el sol con los ojos cerrados. La inquietud por saber, por comprender las cosas de Dios, ¿para qué?
A pesar de los auriculares se me ha colado el sonido de la sinrazón. Es la tétrica música de la modernidad. La música a cuyo son yo bailaba en otros tiempos.
Perdónenme. Entiendan lo que voy a decir ahora. Pero tengo que gritarlo: ¿importa algo en este instante el Sínodo amazónico? O, más bien, ¿Puedo yo ahora hacer algo al respecto?
Sed de almas. Dame, Señor, sed de almas. Yo sé que tú eres la respuesta a esa tragedia que está relatando, ya con lágrimas, una mujer en el Tren.
Contaba Monseñor Aguirre que le llega gente a la diócesis con muy poquita cosa y una sonrisa: “lo hemos perdido todo menos la fe".
Quizás nosotros lo tenemos todo menos la fe. Y precisamente por eso no tenemos nada. Se rompen las vidas y el dolor es un sinsentido. Todo el tren está oyendo los detalles de esa tragedia.¿Cómo mira Dios a esta alma que grita? Él tiene la respuesta para ese dolor.
Sed de almas.
5 comentarios
Recemos para que la Luz del Espíritu Santo rasgue las tinieblas de estas Almas.
Mucho "ruido" no nos deja reposar en las profundidades (como decía el Mons. Aguirre).
En estos momentos turbulentos de la Iglesia Dios no nos dejará huérfanos de santos, de grandes santos. Tal vez alguno subirá a los altares o ninguno, pero el altar no es medida exclusiva de santidad.
Gracias por este inspirado artículo.
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