¡Que los perseguidos sacudan nuestra mediocridad¡
Con una reflexión que se puede resumir en la frase que da título a este post cerraba Monseñor Munilla el acto que -celebrado en la donostiarra Catedral del Buen Pastor el pasado 9 de febrero- ofrecía el testimonio del padre Luis Montes (IVE), por una parte y, por otra, una intervención a cargo del Director de Ayuda a la Iglesia Necesitada – ACN España, Javier Menéndez Ros. Éste, en su breve presentación del Informe de Libertad Religiosa 2016, lanzaba una pregunta en el mismo sentido: “¿Esto nos dice algo a nuestra fe?”
El padre Montes lleva veinte años –desde su ordenación- en Oriente Medio y concretamente en Irak desde hace seis años. No quiero resumir aquí su testimonio, ni tratar de seleccionar para ustedes las frases más impactantes. Prefiero que lo vean, que lo recen, que cada uno se haga la pregunta que planteaba Monseñor Munilla: “¿Habrá querido la providencia de Dios que esos inocentes den testimonio de su martirio para sacudir nuestra mediocridad?”
Dios quiera que así sea. Mientras Europa se acomoda en la apostasía y el catolicismo occidental es cada vez más irrelevante y más cobarde, los cristianos de tantos rincones del mundo -esos 334 millones de cristianos que viven en países de persecución y esos 60 millones que son discriminados por ser cristianos- se juegan todo por no renunciar a Jesucristo. Por su parte, la mayoría de los católicos occidentales ni siquiera saben de la persecución, porque los medios de comunicación de masas no acostumbran a ocuparse de este incómodo tema. Por eso quienes sabemos siquiera un poco de cuanto está sucediendo a nuestros hermanos tenemos la obligación de difundir esta información en las redes sociales, entre nuestros amigos y familiares. ¡No puede ser que, como denunciara San Juan Pablo II, el siglo XX haya dado más mártires a la Iglesia que los diecinueve siglos anteriores juntos y no nos estemos enterando!
Pidamos a los mártires que intercedan para que Dios levante la fe de occidente, para que se levante de su apostasía y abrace la fe en Nuestro Señor Jesucristo. Ellos descansan ya, como la mártir Cristina –de la que nos habla el padre Montes en su testimonio- en el Corazón de Cristo…
Que vivamos nosotros con la mirada puesta en ese Corazón que tanto ama a los hombres, no ahorrando nada hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor y, en reconocimiento, sólo recibe ingratitudes… (Corazón de Jesús a Sta. Margarita María de Alacoque). Que vivamos dándolo todo por Él, por verle reinar, deseando sobre cualquier otra cosa que nosotros mismos y los nuestros lleguemos a verle cara a cara, por toda la eternidad.
No olvidemos a los perseguidos ni en nuestra oración ni en nuestra caridad:
¡Qué indolentes hemos sido en la práctica de la caridad y del amor! Si la cristiandad hubiera vivido la realidad del Cuerpo Místico de Cristo, si hubiéramos dado la menor prueba de solicitud hacia nuestros hermanos que se hallan entregados a la voracidad de la Bestia, hace tiempo que desde todos los rincones del globo se hubiera puesto en marcha la caravana de la fraternidad, movida por una invisible oleada de caridad. Pero, desgraciadamente, para nosotros el amor divino es letra muerta.
Reflexionad un poco y contemplad los ojos del Señor. ¿Podéis afrontar la mirada del Padre, cuando están sucumbiendo vuestras hermanas y vuestros hermanos sin que vosotros hagáis un gesto para acudir en su auxilio? ¿Se os ocurre pensar lo que será la cólera del cielo para con aquellos que hayan querido ignorar el dolor de sus hermanos? ¡Son hijos de Dios, como vosotros y yo! (P. Werenfried von Straaten. Me llaman Padre Tocino
5 comentarios
Espero que sí
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No, no lo incluyo. Me refiero a quienes son perseguidos sólo por el hecho de ser cristianos.
María Arratíbel
La persecución que hacen de él sus compañeros es verdaderamente sañuda
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Estimado Javier:
Comparto totalmente la línea editorial de Infocatólica.
Tenga en cuenta cuando escriba sus comentarios que no voy a dar paso a más comentarios que pretendan desviar el tema hacia cuestiones que nada tienen que ver con lo publicado.
María Arratíbel
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