La esperanza...en Dios, no en John Kerry

El pasado miércoles 16 de marzo, la cámara de representantes de Estados Unidos declaraba genocidio la masacre de cristianos -y de otras minorías étnicas, en Oriente Medio por parte del grupo terrorista Estado Islámico. Al parecer, con esta decisión pretendía presionar a la administración del presidente Obama, poniendo como fecha límite el 17 de marzo para que el Departamento de Estado utilizara oficialmente la denominación de genocidio en estos asuntos.

La respuesta del Gobierno estadounidense no ha tardado en llegar, por boca del Secretario de Estado John Kerry, quien declaraba que «según mi juicio, Daesh (Estado Islámico) es responsable de genocidio contra grupos en zonas bajo su control, incluyendo yazidíes, cristianos y musulmanes chiitas».

Esta declaración parece sumarse a la resolución conjunta que aprobaba, el 4 de febrero pasado, el Parlamento Europeo. En ella se afirma que el Estado Islámico “está perpetrando un genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas y étnicas” en Siria e Irak. En esta resolución se solicita también que se «garanticen las condiciones necesarias y las perspectivas de todas aquellas personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares o han sido desplazadas por la fuerza, que hagan efectivo lo antes posible su derecho a regresar a sus países de origen y a preservar sus casas, tierras, propiedades y pertenencias, así como sus iglesias, lugares religiosos y culturales».

¿Pueden estas resoluciones y declaraciones alimentar objetivamente nuestra esperanza en que el Daesh (Estado Islámico) sea derrotado próximamente, la paz regrese a Siria e Irak, los desplazados y refugiados puedan pronto regresar a los escombros que quedan de sus hogares, las mujeres y niñas vendidas como esclavas sexuales sean liberadas y los autores del genocidio castigados? Pues va a ser que no…

En opinión del arzobispo Hindo, “la proclamación del genocidio se realiza orientando la atención hacia el Daesh y censurando toda la complicidad y los procesos histórico-políticos que llevaron a la creación del monstruo yihadista, desde la guerra librada en Afganistán contra los soviéticos mediante el apoyo a los grupos islamitas armados. Se quiere borrar de un golpe todos los factores extraños que dieron lugar a la aparición repentina y anómala del Daesh. Mientras que sólo hasta hace poco, Turquía y Arabia presionaban - Países aliados de los Estados Unidos - para que los yihadistas de Al-Nusra tomasen distancia de la red de al Qaeda, con el fin de ser clasificados y tal vez incluso ayudados por Occidente como ‘rebeldes moderados’…” Es decir, estaríamos una vez más ante uno de esos ejercicios de hipocresía que a menudo se derraman en declaraciones y resoluciones, proporcionando dulces titulares que malamente esconden la hedionda ponzoña que en realidad rige la política internacional, demasiado vendida a intereses que no suelen coincidir con la búsqueda del bien común y la Verdad.

En este sentido afirma el arzobispo sirio-católico que la “declaración de genocidio contra los cristianos” por parte de la Administración de los Estados Unidos es un intento de recuperar terreno, ante el aumento de prestigio de Rusia entre los pueblos de Oriente Medio: “la intervención rusa en Siria”, dice el Arzobispo “ha aumentado la autoridad de Moscú en un amplio sector de los pueblos de Oriente Medio, no sólo entre los cristianos. Los círculos de poder de los EE.UU. temen esto, y por ello han decidido jugar la carta de la protección de los cristianos. Parece que estamos de vuelta al siglo XIX, cuando la protección de los cristianos de Oriente Medio era un instrumento de las operaciones geopolíticas para aumentar la influencia en la región”.

Han pasado ya cinco años desde el comienzo de la guerra en Siria, y todavía muchos medios occidentales describen el inicio del conflicto como el aplastamiento sangriento de una revolución democrática. Si quieren otra versión sobre el inicio de la guerra en Siria -y todavía no lo han visto- no se pierdan este testimonio de la hermana Guadalupe.

Curiosamente, en estos medios se habla más del sanguinario Al Assad que del Estado Islámico que, en estos cinco años, ha conseguido apoderarse de un territorio que alberga a casi diez milllones de personas. Se pueden leer también muchas interpretaciones sobre los porqués de la retirada de Rusia del conflicto. Si me permiten la osadía, a pesar de las informaciones y desinformaciones, yo sí percibo un hecho inequívoco: Rusia se larga sin haber derrotado al Daesh, que hace unos días difundía un video en el que se amenazaba a los cristianos del Líbano a convertirse al islam o a sufrir las consecuencias, y animaba a los sunitas en el país de los cedros a “levantarse” y a imponer la ley islámica. No parece que estén al borde de la derrota, ni mucho menos del desánimo.

Podríamos preguntarnos también si se ha avanzado algo en estos cinco años en el sentido que reclama la resolución del Parlamento Europeo, cuando pide que se «garanticen las condiciones necesarias y las perspectivas de todas aquellas personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares o han sido desplazadas por la fuerza, que hagan efectivo lo antes posible su derecho a regresar a sus países de origen y a preservar sus casas, tierras, propiedades y pertenencias, así como sus iglesias, lugares religiosos y culturales». El cumplimiento de este punto, además, a esta Europa ineficaz le interesa mucho, porque todos sabemos que el único y mejor modo de borrar a los refugiados que se hacinan en los barrizales de nuestras blindadas fronteras es terminar con la guerra y garantizar un regreso seguro. Sí, todos sabemos que también hay quienes buscan un hueco entre los espinos para venir a hacernos la yihad, pero les aseguro que la gran mayoría de quienes han huido de Siria e Irak, hace cinco años no soñaban con cruzar el Mediterráneo en una barca hinchable y dormir después sobre el lodo griego.

No debemos olvidar que la mayor parte de los millones de refugiados y desplazados que ha engendrado esta guerra no ha emprendido el viaje a Europa. Tampoco son muchos los afortunados que han podido costearse un visado para huir a Estados Unidos o Australia. Así, cientos de miles aguardan el fin del conflicto en países limítrofes, como Líbano (con un tercio de su población formada por refugiados) o Jordania (una cuarta parte de refugiados respecto al total de población), o en zonas de Siria o Irak a las que todavía no ha llegado la guerra. ¿Se han garantizado las “condiciones y perspectivas” de todas estas personas? ¿Hay hechos que puedan indicar que vayan a hacer “efectivo lo antes posible su derecho a regresar a sus países de origen, etc. etc.? Desgraciadamente, otra vez va a ser que no.

La situación de los refugiados y desplazados en origen no sólo no ha mejorado, sino que está empeorando. Nos lo relataba en el portal de noticias AsiaNews el P. Jalal Yako, responsable de un campo de refugiados de un millar de personas, en su mayoría cristianos pero también musulmanes, en Erbil. El P. Jalal relata cómo la ilusión inicial de los refugiados por volver a sus hogares se ha transformado en la necesidad de encontrar un alojamiento digno -y más definitivo- en el kurdistán irakí. La mayoría de los refugiados, o por lo menos aquellos que no han huido al extranjero, “ya no parecen dispuesto a creer que pueden volver algún día a sus hogares. Cuantos eran capaces de encontrar alojamiento en una casa, ahora no pueden pagar el alquiler porque no hay más dinero". “Muchos han perdido sus puestos de trabajo - dijo el padre Jalal - e incluso a aquellos que tienen uno desde hace tiempo no se les ha pagado. Últimamente he oído que 250 empresas han ido a la quiebra, las obras de construcción están en la mitad, sin terminar".

De modo que muchos refugiados están regresando a las tiendas y caravanas. Además, para los cristianos la vida es especialmente difícil en el territorio kurdo: al problema de la casa y el trabajo también se añade el de la lengua: “Si no es local, si usted no habla kurdo ni árabe - dijo el sacerdote – es difícil ser aceptado. Hay una discriminación del lenguaje, lo que resulta en un aumento de los precios, en el rechazo de la asistencia médica y esto termina golpeando a los cristianos. Incluso en mi campo, Asthi Uno, que hospeda familias de Qaraqosh, Mosul, Bartella, el sentimiento predominante es el del abatimiento".

En esta situación de abandono y dificultades imagino que las declaraciones de John Kerry se recibirán -en el mejor de los casos- con cierta frialdad. ¿Dónde reside entonces la esperanza de nuestros hermanos?

“Celebramos misas todos los días, las personas acuden a las iglesias - dice el padre Jalal - y devotamente observan el ayuno el viernes, día en que también participan en la Vía Crucis al aire libre. Y luego recitamos el Ángelus todos los días. Recientemente, con la ayuda de un municipio italiano, hemos construido una campana para llamar a la comunidad a las funciones y dar una señal visible de nuestra presencia, dando testimonio de nuestra fe". “Entre otras iniciativas de las últimas semanas - dice el sacerdote - se ofrecen también para pasar en procesión entre las familias la estatua de la Virgen, para sentir la presencia de María entre nosotros. Es una reproducción de la Virgen de Fátima, que recibimos de una parroquia francesa, en las afueras de París. La gente hace largas colas para rezar ante la imagen y las donaciones de este tipo, así como la campana de Italia, son un buen gesto de comunión entre las iglesias, una manera para que no se sienten abandonados y olvidados".

El P. Jalal describe también el testimonio de perdón de los cristianos, dándonos un nombre propio como ejemplo de ello: Miriam, una niña de diez años que vive en su campo de refugiados y que “en medio de este sufrimiento y dificultades, es un verdadero testimonio de alegría. Canta, sonríe y repite para todos que quiere hacer un regalo de su vida por los demás. Se trata de una niña muy fuerte - concluye - y nunca deja de recordarnos que siempre tenemos que ser capaces de perdonar, porque esta es una de las más bellas enseñanzas de ser cristianos”.

¿Conocen a Miriam? Su testimonio de alegría y perdón fue recogido por una cadena de televisión árabe, y este vídeo que hoy comparto con ustedes dio la vuelta al mundo. Si lo han visto ya, discúlpenme. A mí me da por pensar que debería verlo más a menudo, tal vez porque la sonrisa desdentada de Miriam me recuerda a la de mi niña Catalina, y su testimonio me hace preguntarme si mis hijos hablarían así de su Jesús…¿Cómo transmito yo la fe a mis hijos?

Es un testimonio tan bello que podríamos verlo una vez más ¿no les parece? Eso sí, después de unirnos en oración por nuestros hermanos perseguidos, poniendo nuestra esperanza en Dios. Una oración que hoy podríamos poner en los labios de tantos cristianos que viven su fe, en mil rincones del mundo, entre enormes dificultades:

A ti levanto mis ojos, a ti, que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos en el Señor Dios nuestro, esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.

(Salmo 123)