Cristianos refugiados: testimonio del P. Samir Youssef
Hace unos días el portal de información AsiaNews compartía la carta que el padre Samir Youssef había enviado al padre Bernardo Cervellera para su lectura en el acto de presentación del libro “Delante de los ojos hay un puente", cuyos beneficios se destinarán a apoyar la campaña de AsiaNews “Adopta un cristiano de Mosul".
Les recordamos que Mosul es una ciudad iraquí antaño habitada por miles de cristianos, que fue tomada en el mes de junio de 2014 por las tropas del Ejército Islámico. Hoy, después de perderlo todo, miles de cristianos y yazidíes procedentes de Mosul, viven refugiados en ciudades del Kurdistán iraquí.
Para quienes todavía viven en Mosul, la situación no es precisamente fácil. El pasado febrero, el portal de noticias Iraqi News anunciaba que el ISIS había publicado la lista de más de mil personas ejecutadas en esta ciudad durante el último año. Se habla también del uso de órganos de prisioneros para transplantes en un hospital de Mosul. En la última entrada publicada en este blog, relatábamos algunos casos del horror que se vive hoy en Mosul.
En su carta, el padre Youssef, párroco de la diócesis de Amadiya (Kurdistán), que se ocupa de tres mil quinientas familias de refugiados cristianos y yazidíes, narra la vida cotidiana de los refugiados, regalándonos un testimonio empapado de dolor pero también de esperanza.
DIÓCESIS CALDEA DI ZAKHO E AMADIYA
Queridísimo p. Bernardo Cervellera.
Queridos amigos de Asia News,
Ante todo quisiera agradecer al Señor por vuestra amistad que no hace sentir unidos con vosotros, cercanos a vosotros, no obstante la lejanía.
En las situaciones difíciles como la que estamos obligados a vivir en este momento en Irak, la sensación más difícil que hay que soportar es la soledad, “estar solos” y sentirse olvidados: durante las primeras semanas después que el Isis ocupó la llanura de Nínive y Sanjar y expulsó a los cristianos y a los yazidíes de sus tierras históricas, la soledad y el sentido de abandono eran los sentimientos más insoportables en la vida de todos nosotros. Ver esta pobre gente acamando a lo largo de las rutas, en los parques, alrededor de las iglesias; vivir junto a ellos esta condición de extremo malestar, era un gran sufrimiento. Me lloraba el corazón cuando escuchaba las historias de hombres y mujeres asesinadas, violentadas, muertos de hambre y de sed. En aquellos momentos entendí qué significa decir “el desierto”: este es realmente el lugar donde la fe está puesta a la prueba. Sentí y entendí el grito de Auschwitz, donde la gente se moría de hambre sin que el mundo supiese nada de cuánto sucedía.
El silencio que en aquel momento dominaba mi corazón era a menudo desgarrado por un grito dirigido a Dios: ¿Por qué te has callado, por qué continúas en silencio? Esto es igual aún hoy, para nosotros el miedo más grande es que el mundo ignore nuestra tragedia, la tragedia de los refugiados que después de un año y ocho meses continúa siendo una cuestión de sobrevivencia, en la cual los derechos más elementares de las personas son a menudo violados y olvidados.
En este tiempo de Cuaresma estamos viviendo nuestra fe tratando de donar la esperanza a los refugiados a través de nuestra cercanía con ellos. Durante la pasada Cuaresma, la del 2015, muchas personas se preguntaban y nos preguntaban: ¿Por qué el Señor nos ha abandonado? ¿Por qué nos ha dejado? ¿Cómo ha podido tolerar toda esta destrucción y este dolor? Hoy, por gracia de Dios, en la vida de estas personas sentimos la alegría de la esperanza, no obstante todas las dificultades.
Quisiera contarles algunas experiencias entre las tantas que he vivido este año y medio.
Ante todo, la de un hombre yazidí: antes de escapar del monte Sinjar bajo el aumentar de la violencia del Isis, sepultó a su padre y a su madre en la montaña, donde dejó también su grey de cincuenta ovejas y justo en estos días, la benevolencia de Dios le mostró con el nacimiento de un nieto, signo que la vida continúa. La solidaridad es nuestra respuesta al mal de cualquier tipo, también el del Isis.
Otro hombre, un cristiano que había perdido su trabajo y su casa, hoy inauguró un mini-mercado donde trabaja junto a su mujer.
Hoy, después de más de un año de interrupción de sus estudios, hemos logrado organizar el transporte y llevar a las escuelas a más de 850 estudiantes. Esto fue posible gracias a vuestra ayuda y con la ayuda de otras Iglesias pudimos también comprar y distribuir ropas, querosén para calentarse, estufas y otros artículos de consumo, para combatir el rigor de este invierno particularmente rígido, con mucha nieve y frío.
Quisiera contarles también sobre Fauzia, una muchacha yazidí que perdió a toda su familia y se quedó sola (sus padres, hermanos y hermanas fueron asesinados o raptados por el Isis). Hace algunas semanas fue liberada una de sus hermanas y hoy están juntas y han reiniciado el ir a la escuela.
Los niños cristianos y yazidíes se convirtieron en amigos entre ellos, juegan juntos a fútbol y para Navidad tuvieron la idea de ayudarse a distribuir regalos a sus amigos refugiados.
Estas y tantas otras historias son signos de esperanza para todos nosotros.
Frente a estas personas sufrientes, no debemos preguntarnos de quién es la culpa, sino cómo perdonar. Nuestro compromiso de fe nos debe alentar a rezar y a obrar por la salvación de las víctimas, para la búsqueda y la afirmación de la justicia para quien ha sufrido sin tener culpa alguna.
Dios nos ha donado a Jesús para restituir la esperanza a esta gente. Es necesario reconocer los “signos de los tiempos” a la luz de la fe y de la esperanza.
Como dice el Papa Francisco, frente a todas estas tentativas para destruir el mundo, Dios nos dona a Jesús, se acerca a nosotros para confortarnos y darnos su misericordia. Debemos corresponder al don de su amor con nuestro amor y nuestro compromiso hacia el próximo. Es un compromiso que estamos llamados a asumir para ofrecer a cuántos encontramos, el signo concreto de la cercanía de Dios. Donde hay sed de esperanza, donde hay personas abandonadas y sufrientes, en todas estas realidades tenemos el deber de llevar la misericordia de Dios a través de un compromiso de vida que debe ser un testimonio de nuestra fe en Cristo. A través de las obras de misericordia continuamos a llevar a quien sufre el amor del Padre. Pequeños gestos de amor, de ternura, de cuidado, que hacen pensar que el Señor está cerca de ellos.
Es lo que la Iglesia Caldea hace, pero también lo que hacen las iglesias hermanas de Italia y de Europa, tantas organizaciones, tantos amigos, haciéndonos sentir su cercanía moral y su solidaridad material; es lo que está haciendo AsiaNews con su campaña de colecta de fondos: “Adopta un cristiano de Mosul”. A todos vosotros va mi personal reconocimiento y la de nuestros hermanos y hermanas de poder obtener una vida mejor. Y sobre todo no deben perder la fe en Dios y en la Resurrección en Cristo su Hijo.
Cordiales saludos, el párroco P. Samir Youssef
No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento y la necesidad de nuestros hermanos. Apoyémosles con nuestra oración, y también con nuestra caridad. Debemos recordar que somos meros administradores de los bienes que Dios nos ha dado tener. Pidamos también a Dios que sostenga nuestra fe, cuya debilidad tanto preocupa a nuestros hermanos perseguidos…
Ellos son nuestra esperanza, y nosotros somos su esperanza.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios. No desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.
2 comentarios
Gracias por su testimonio y pedido, P. Samir Youssef !
Sepan que están siempre presentes en nuestros corazones y oraciones.
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