¡Despierta!

“Cuando oigo que tantos cristianos en el mundo están sufriendo, ¿soy indiferente, o es como si sufriera uno de mi familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y hasta dan la vida por su fe, ¿esto toca mi corazón o no me llega? ¿Estoy abierto a aquel hermano o hermana de la familia que está dando su vida por Jesucristo? ¿Oramos los unos por los otros? Déjenme preguntarles, pero no respondan en voz alta, sino solo en el corazón: ¿cuántos de ustedes están orando por los cristianos que son perseguidos? ¿Cuántos? Cada uno responda en el corazón. ¿Rezo por aquel hermano, por aquella hermana que está en problemas, por confesar y defender su fe? ¡Lo importante es mirar más allá de su propio espacio, sentirse Iglesia, una sola familia de Dios!”

Papa Francisco. Audiencia general del miércoles 25 de septiembre de 2013

¡Cuánto más tranquilos estábamos muchos de nosotros, tan cómodamente apoltronados en nuestra fe aburguesada, sin saber de ellos! Pero, a pesar del silencio o la información parcial de muchos medios generalistas, hemos llegado a saber. Incluso, tirando de ese hilo ensangrentado, hemos conocido pasados genocidios, y hemos sabido que hay puñados de cristianos rodeados de fieras, resistiéndolo todo en lugares remotísimos.

(Corazón, Corazón…hoy mismo te han degollado, decapitado, han vuelto a crucificarte. ¿Dónde estaba yo a esa hora? ¿Qué hacía?)

Algunos llevan la fe tatuada en la muñeca, y sólo arrancándoles la piel  pueden borrar esa cruz, que es “escándalo para los gentiles”. Parece tan fácil evitar el martirio: “Reniega de tu fe, y dejaremos de hacer pedazos los dedos de tu hijo”. Pero el padre mira al cielo, seguro de que después del Viernes Santo llegará la Resurrección. Espera abrazar a su hijo, ya sanado por el abrazo del Padre, cuando todo haya terminado, después de haber pasado por la cruz, instrumento del martirio del primer mártir –testigo-, Jesucristo, que precedió a todos, en el martirio y en el amor.

Tú y yo hemos llorado ya viendo las imágenes de sus martirios. Y a veces nos retorcíamos de impotencia. Hemos oído que los que aún resisten, y los que huyeron, los que lo han perdido todo menos su fe, nos piden oración.

-       Bueno, sí, rezar está bien pero…habrá que hacer algo, ¿no?

Rezar…¿es hacer poco?

¿Qué pidió la Madre que hiciéramos cuando se apareció el 13 de mayo de 1917 en Fátima? Esta fue su última petición: “Rezad a diario el Rosario”. ¿No dijo Él “pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”(Mt 7:7)? Oremos, oremos, oremos sin cesar, siempre y en todo lugar, y encomendémonos a los mártires para que Dios nos mantenga también a nosotros firmes en la fe, “porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados y las potencias, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que habitan en las alturas” (Ef 6,12) y porque ellos son nuestra esperanza, y nosotros somos su esperanza.

Y, sí, hacer también, por qué no. Porque sabemos “que Cristo condenó a un sacerdote porque, en el camino que va de Jerusalén a Jericó, se olvidó del deber de amar al prójimo. Y el mismo Cristo multiplicó los panes y sació a los allí reunidos, porque no quiso hablar de Dios a una muchedumbre hambrienta.” (P. Werenfried van Straaten – “Dios llora en la tierra”) Ya hablaremos, también, del hacer…

Os invito, a través de este blog, a conocer a los cristianos perseguidos. A ponerles cara, y nombre, para enredarlos en las cuentas del rosario.

Y, ahora, oremos:

Señor Jesucristo,

Tú nos enseñaste a rezar al Padre en tu nombre,

y nos aseguraste que recibiríamos todo aquello que le pidiéramos.

Por tanto, venimos a ti con absoluta seguridad

Te pedimos que nos concedas la gracia y la fuerza para perseverar en esta tormenta,

y alcanzar la paz y seguridad antes de que sea demasiado tarde:

Ésta es nuestra oración, y aunque nos parezca imposible,

confiamos en que Tú nos darás todo lo que necesitamos

para nuestra supervivencia y nuestro futuro.

Ayúdanos, Padre,

en el nombre de tu Hijo crucificado y resucitado, Jesús,

a seguir trabajando juntos, a ser libres, con responsabilidad y amor, a descubrir Tu voluntad y llevarla a cabo con alegría, esmero y valentía.

En Caná, la Madre de Jesús fue la primera en darse cuenta de que no había vino.

A través de su intercesión te pedimos, Padre,

que, igual que Tu Hijo convirtió el agua en vino, transformes nuestra situación de la muerte a la vida.

Amén.

+ Mons. Luis Rafael Sako

Patriarca católico caldeo de Babilonia