Revestidos de Cristo y limpios del pecado
Sinceramente, no sé qué sería de mí sin el don de la fe. No puedo imaginarme mi vida sin la referencia constante a Dios. Sería como ir desnudo por la calle, expuesto al frío que congelaría mi cuepo o al sol abrasador que quemaría mi piel. Dice San Pablo que todos aquellos que somos bautizados, de Cristo estamos revestidos (Gal 3,27). Me encanta esa imagen paulina. Mientras que Adán y Eva fueron vestidos por Dios con pieles y túnicas justo antes de expulsarles del Edén, a nosotros nos viste de Cristo como paso previo a nuestra entrada en su Reino celestial.