Cisma de facto
A lo largo de la historia de la Iglesia han habido muchos cismas, siendo los más importantes los acontecidos en el siglo XI, Cisma de Oriente, y en el XVI, con la Reforma protestante. Antes fueron destacados los cismas de los montanistas, donatistas, nestorianos, anti-calcedonianos varios, etc. Dramático pudo ser el Cisma de Occidente, con varios papas y antipapas reclamando la legitimidad de sus causas. La elección de Martín V en el concilio de Constanza puso fin a aquel conflicto que, curiosamente, no fue capaz por sí sólo de hacer triunfar las tesis conciliaristas que afirmaban la superioridad del concilio ecuménico sobre el Papa.
Cisma y herejía suelen ir de la mano pero a veces va uno después del otro. En ocasiones la herejía persiste en sobrevivir dentro de la Iglesia y es ésta la que acaba expulsándola de su seno, mientras que en otros momentos el cisma, motivado por cuestiones disciplinares, litúrgicas y personales, aparece antes de la herejía. Aunque es claro que no hay cisma alguno que, si perdura en el tiempo, no acabe convirtiéndose en herético, tal y como me temo que vamos a ver pronto si el lefebvrismo sigue en esa actitud inconsciente e irresponsable de no aceptar los ofrecimientos de reconciliación que les hace Roma.