18.04.07

Masacre en Virginia: el rostro del mal

"Me habéis obligado a hacerlo". De poco le habrá valido esa excusa a Cho Seung-Hui cuando haya tenido que rendir cuentas a su Creador, por la matanza que ha causado en la universidad de Virginia donde estudiaba. Este niñato surcoreano de 23 años dejó una nota en su dormitorio en la que atacaba a los "niños ricos", "libertinos" y "tramposos charlatanes" que había en el campus. Esta encarnación del mal ha querido añadir al dolor de la muerte la infamia de: "os lo merecíais".

Es muy típico en los asesinos eso de encontrar una excusa para justificar sus crímenes. El etarra, educado en un entorno social favorable al odio contra lo español, pretende aplacar lo poco que le queda de conciencia, poniendo su violencia al servicio de un ídolo sangriento construido sobre la falsedad histórica. El amante, marido o novio despechado y celoso, modelo "la maté porque era mía", pervierte el afecto convirtiéndolo en instrumento asesino, lo cual hace pensar que nunca amó, pues el amor es entrega al amado y no posesión enfermiza del mismo.

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17.04.07

De las Islas Canarias al Brasil, pasando por Coimbra

¿Conoce el lector a algún hombre de principios del siglo XXI que sea a la vez poeta, actor de teatro, dramaturgo, diplomático, maestro, filólogo, gramático, naturista, enfermero, promotor de hospitales, fundador de ciudades, asceta, misionero y profeta?

Charles Reding nos habla en Forum Libertas del Beato jesuita José de Anchieta, de origen canario, que contribuyó decisivamente a la evangelización del Brasil.

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16.04.07

Padre Fortea, permítame que le dé un consejo.

Estimado padre Fortea, exorcice más y hable menos en los medios. Sobre todo en aquellos que obviamente se toman a chufla todo lo relacionado con el mundo espiritual, las posesiones y sucedáneos de las mismas. Conozco en España a un exorcista con mucha más experiencia que usted y no me lo imagino cada dos por tres en la tele, en la radio o en los periódicos. Usted corre el riesgo de convertirse, si no lo es ya, en un personaje perjudicial para la credibilidad de los exorcistas que hacen su trabajo calladamente y sin bombo. No me gustaría que llegara a ser el "Apeles" del exorcismo y además me huelo que eso llevaría a su obispo a tener que tomar medidas que restringieran su ministerio.

Y no vaya a pensar que soy un incrédulo respecto a la existencia de actividad demoniaca. Aparte de que me bastaría leer los evangelios para constatar esa realidad, en mi vida he tenido oportunidad de comprobarla con mis propios ojos y oídos. Pero créame que no es algo de lo que me guste hablar o escribir. Sé que tan malo es mirar para otro lado y negar la existencia de Satanás y sus ángeles, como andar buscándolos debajo de cada piedra.

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15.04.07

El ciego necio y el sordo sabio

1ª Cor 2,14
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

Érase una vez un ciego necio que dedicó buena parte de su vida a negar la existencia de los colores. No sólo eso. En su estupidez, se pasaba las horas atacando especialmente a aquellos que decían vivir felices en lugares que se caracterizaban por poseer una belleza natural digna de contemplarse. Su actitud no era sino fruto del complejo que tenía por su incapacidad física. A tanto llegó su necedad que cuando le ofrecieron una cura a su ceguera, se negó a recibirla porque "es mentira que la gente vea". Era la encarnación viva del refrán "no hay peor ciego que el que no quiere ver".

Érase una vez un sordo sabio que, aunque no podía escuchar sonido alguno, gustaba de ir a conciertos y representaciones de ópera. Cuando le preguntaban porqué un sordo como él asistía a esos acontecimientos, su respuesta era siempre la misma: "En la ópera veo al actor que está detrás de cada tenor, de cada barítono, de cada soprano. Y en los conciertos consigo discernir si la pieza musical es buena y está bien tocada, cuando contemplo el efecto que crea en los rostros de la gente". Cuando se encontró la curación a su sordera, aquella persona vivió siempre como un regalo lo que para el resto era algo natural.

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