Bono, de apóstol a mártir de los progres
Los que conocemos bien la política española, sabemos quién es don José Bono. Encarna a la perfección la figura del político demagogo, de verso fácil, de frases que suenan bien en los oídos de ese sector de la población, existente en todo país, que se deja arrullar por la simpleza del discurso populista. En eso se parece a Zapatero, quien también es muy dado a esconder su incapacidad como gobernante y su ínfima preparación intelectual detrás de una dialéctica propia de barra de bar a la hora del aperitivo. Pero mientras el presidente del gobierno hace gala de un tono de voz crispado y agresivo, el del Congreso habla siempre como si fuera una monja ursulina dando catequesis a niños de primera comunión.
Bono lleva muchos años haciendo gala de ser católico. En un país donde los políticos católicos no se caracterizan por decir que lo son, el solo hecho de que unos pocos lo hagan destaca mucho. Ocurre algo parecido con Paco Vázquez, actual embajador de España ante la Santa Sede y anteriormente alcalde socialista de La Coruña. El problema con Bono es que resulta un católico muy poco católico. No pierde ocasión de mostrarse contrario a la doctrina de la Iglesia en materia de moral sexual y de doctrina sobre la familia y la vida. Y cuando habla de religión hace uso del mismo lenguaje buenista y facilón que utiliza al hablar de política. Suelta frases cortas tipo “a Dios le interesa poco lo que pase de la cintura para abajo” o “me importa más la solidaridad, que la bragueta“.
Además, Bono descubrió un filón el día en que se pasó por Entrevías a solidarizarse con los curas de la parroquia San Carlos Borromeo, cuyos abusos litúrgicos llevaron al cardenal Rouco Varela a amagar con retirarles de circulación. La foto de Bono comulgando con rosquillas es todo un símbolo del tipo de catolicismo que representa ese político castellano-manchego. Y, como era de esperar, el “progrerío” eclesial le adoptó como su profeta. No falla. Siempre que un personaje público se manifiesta contra la sana doctrina católica, los progres de turno le convierten en mesías de su causa perdida. No es de extrañar que el insigne padre Juan Masiá, sj, le eligiera a él para presentar su último libro en el salón del colegio de los Escolapios en la madrileña calle de Conde de Peñalver.