3.12.10

Las reformas buenas y necesarias, cuanto antes mejor

El Secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Mons. Juan Ignacio Arrieta, Obispo titular de Civitate, nos cuenta en un artículo que allá por el año 1988, el por entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Fe y hoy Papa, solicitó un endurecimiento de las penas canónicas para los clérigos que cometían delitos de suma gravedad, como es el caso de los que cometen abusos sexuales. Además pidió que se aceleraran los procesos.

En septiembre de 2007, el Papa mandó que se acelerara ese estudio. Y en las próximas semanas el Pontificio Consejo mecionado entregará a sus miembros un borrador de reforma del Libro VI del Código canónico, base del sistema penal de la Iglesia. En esta grave cuestión, como en varias otras, Benedicto XVI ha acelerado grandemente el enfrentamiento de problemas graves de la Iglesia estancados hacía décadas. Bendito sea Dios.

En todo caso, eso me lleva a hacerme algunas preguntas: ¿Por qué han tenido que pasar 22 años entre una propuesta tan sensata y extremadamente urgente y su puesta en marcha? ¿Cuántos cuántos problemas no se habría evitado la Iglesia de haberse hecho esa reforma a tiempo? ¿Por qué Juan Pablo II no tomó en cuenta la opinión de su mano derecha doctrinal? ¿Por qué la Iglesia es tan lenta en hacer algo que evidentemente redunda en el bien común de los fieles?

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1.12.10

Gobierno cobarde ante los violentos, valiente contra los católicos

Primero fue la presencia de agentes de la Guardia Civil para impedir a un grupo de fieles asistir a Misa en la Basílica del Valle de los Caídos. Luego supimos que grupos antisistema de extrema izquierda quieren acabar con la capilla de la Facultad de Económicas en la Universidad autónoma de Barcelona. Y ahora han sido esos mismos grupos los que hoy deben de estar jubilosos ante el éxito que han obtenido. Han logrado que todo un cardenal de la Iglesia Católica no pueda dar una conferencia en la Universidad autónoma de Madrid.

Conviene tener en cuenta que esos grupúsculos ya han actuado en otras ocasiones intentando reventar conferencias de políticos o historiadores contrarios a su sectarismo totalitario. Es decir, esa gentuza no es sólo anticlerical sino anti-todo lo que no sean ellos mismos.

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30.11.10

Un sacerdote brasileño denuncia el daño que causa Queiruga a los fieles de su país

Algunos pensarán que tengo una especie de fijación con el teólogo Andrés Torres Queiruga, ya que últimamente le he dedicado bastantes posts. Pues sí, tienen razón. Tengo al gallego entre ceja y ceja. Me parece el gran hereje del momento. No voy a parar hasta que quienes están en autoridad en la Iglesia nos aclararen si muchas de sus tesis -en especial las relacionadas con la resurrección- son compatibles con la fe católica o si son absolutamente contrarias a la misma, como pensamos los fieles que acatamos el magisterio en su integridad. Si Pagola, que al lado de Queiruga es casi San Atanasio, mereció la atención de los obispos españoles, es insólito que el gallego reciba la “protección” de altas instancias episcopales, que no han permitido que desde Añastro salga aquello que, esperemos, finalmente saldrá de Roma.

Pero no crean ustedes que soy solo yo el preocupado por los efectos de la teología de Queiruga entre los fieles -y los que dejaron de serlo al creer lo que él- que le leen. Por ejemplo, en Brasil hay sacerdotes tan preocupados como yo. Y es lógico. Al fin y al cabo yo no tengo encomendada ninguna tarea pastoral. Ellos sí. Y uno en concreto, el P. Paulo Ricardo, que entre otras cosas es presidente del Tribunal Eclesiástico de la Archidiocese de Cuiabá, ha grabado una disertación sobre el libro “Repensar la resurrección” de Queiruga. La misma se puede escuchar en Youtube. Está en portugués pero creo que se entiende bastante bien:

Parte I



Parte II

Parte III

Dice el P. Paulo Ricardo que denunciar que la teología de Queiruga es incompatible con la fe católica es su deber de caridad para con los fieles católicos, para con los seminaristas y padres que leen ese tipo de literatura teológica. Y dice bien. Pero no basta con que lo diga él.

Creo necesario volver a insistir en la necesidad de que la Iglesia ponga coto a la propagación de herejías en su seno. Es una cuestión de supervivencia espiritual para muchos fieles. Quien, como Queiruga, va por ahí diciendo que si aparecieran los restos del cuerpo de Cristo él sería feliz, no puede ser ni sacerdote ni teólogo católico. Pero no basta con que eso lo diga yo o un sacerdote de Brasil. Eso lo tienen que decir los obispos. Lo ideal es que lo dijeran los españoles. Bastaría con que uno diera el paso adelante, sin temor incluso a enfrentarse a quienes miran para otro lado. El bien de los fieles está por encima de diplomacias episcopales. Pero de no ser ellos, que lo haga la Santa Sede.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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29.11.10

¿Tiene que pedir permiso el arzobispo de Pamplona para ejercer de arzobispo?

Monseñor Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona-Tudela, se ha convertido en la nueva diana del progresismo eclesial-mediático de este país. ¿Su “pecado"? Tomar las decisiones que él cree oportunas para el bien común del rebaño que le ha sido encomendado como pastor. Lo cual, convendrán ustedes conmigo, no es precisamente un pecado, aunque así lo presenten los que se resisten a entender que su tiempo ya ha pasado y que soplan nuevos vientos en la Iglesia que peregrina en Navarra.

Una de esas decisiones ha sido la de prescindir de los servicios de Jesús M. Asurmendi como profesor del Centro Superior de Estudios Teológicos de Pamplona. Hablamos de alguien, por tanto, que ha sido responsable de la formación de seminaristas y estudiantes de teología en Navarra. Y por lo que se ve, así ha sido durante más de veinte años. Al menos así se lo cuenta a José Manuel Vidal en la entrevista que éste ha publicado en Religión Digital.

El propio cesado reconoce que don Francisco tenía derecho a hacer lo que ha hecho, pues a partir de los 65 años los Estatutos de los dos centros de estudios de Pamplona estipulan que el cese-jubilación de los profesores queda a discreción del arzobispo. A lo cual yo añado que independientemente de lo que digan unos estatutos, si un obispo no tiene confianza en la formación que un profesor pueda dar a sus seminaristas o a los seglares que estudian teología, lo normal es que le sustituya por otro del que sí se fíe. ¿O es que un obispo tiene que asumir como suya la herencia que le han dejado independientemente de lo que, en su leal entender, crea que es lo mejor para sus fieles?

En realidad, eso es lo que está en juego. Cuando a una diócesis llega un nuevo pastor, es de sentido común que al cabo de un tiempo prudencial, una vez que ha tomado conciencia mejor de la situación real de su iglesia local, introduzca los cambios que crea oportunos. ¿Tan difícil es de entender y aceptar algo tan elemental?

No conozco la labor de Jesús M. Asurmendi. La única pista que tengo es precisamente su entrevista con José Manuel Vidal. Pero me basta y me sobra. El siguiente párrafo aclara cualquier dudas sobre el acierto del arzobispo de Pamplona:

Vista la situación general me dio pena por los alumnos del Instituto de Ciencias Religiosas San Francisco Javier, laicos que “pagan” caro (en tiempo, esfuerzo y dinero) sus ganas de formarse en teología. Los seminaristas es otra cosa. La mayor parte de ellos están formateados y, desgraciadamente, la formación intelectual resbala. En ese ambiente de “escuela del partido", aunque no sea más que un atisbo de postura universitaria y por lo tanto crítica no cabe. Por otro lado, teniendo en cuenta lo dicho, se siente uno honrado de haber sido cesado por instancias que se definen y actúan así. En definitiva llega a ser un honor no participar ni colaborar en un plan estratégico global de exclusión de toda reflexión intelectual y teológica digna de ese nombre.

Ya ven ustedes cuánta prepotencia y soberbia intelectual y espiritual se gasta este señor. Su desprecio hacia los centros en los que deja de trabajar es patente. Vamos, poco menos que viene a decir: “La decadencia más absoluta se instala en Navarra con mi partida".

Como no podía ser de otra forma, la cuestión se presenta como una involución. Pues bien, es exactamente lo contrario. Lo que huele a pasado, a naftalina del armario de la abuela Angelita, es ese tipo de formación teológica a la que Asurmendi califica de “crítica”. Demasiado conocemos lo que significa esa palabrita en boca de un teólogo o de un biblista. En otros tiempos se le llamaba herejía o heterodoxia. Y precisamente la heterodoxia es lo que menos necesitan aprender los seminaristas y estudiantes de teología, salvo que sea para combatirla.

Creo que todos los fieles, pero muy especialmente los navarros, debemos manifestar nuestro apoyo y gratitud al arzobispo de Pamplona. Está dando un ejemplo que pueden seguir otros obispos, que no tienen por qué sentirse secuestrados por un pasado que no ha sido precisamente glorioso. La tan cacareada crisis post-conciliar, que en realidad empezó mucho antes del concilio, se soluciona con decisiones inteligentes, valientes, encaminadas a mejorar la formación de los futuros sacerdotes, de los catequistas y de los profesores de religión. Y si para eso hay que dejar a un lado a quienes se piensan el ombligo del mundo y no son más que un ejemplo de por qué dicha crisis ha sido tan intensa, pues loado sea Dios.

Por tanto, gracias don Francisco. Cuenta usted con nuestras oraciones para que la gracia del Señor le acompañe en el ejercicio de su ministerio apostólico.

Luis Fernando Pérez Bustamante

28.11.10

He recibido mucho más de lo que he dado

Maricruz Tasies, nuestra querida blogger de Costa Rica, lanzó hace unos días la siguiente pregunta en su blog:

Cómo católico, ¿cuál es el impacto que has recibido en tu vida del hecho de colaborar en la formación, divulgación y fortalecimiento de nuestra fe junto a otros católicos en la web, personas que no conoces y quizá nunca llegarás a conocer?

Como quiera que llevo una década en esos menesteres de divulgación y defensa de nuestra fe, es lógico que me haya encontrado con decenas y decenas de católicos, por no decir centenares, que de forma esporádica o habitual han estado haciendo lo mismo. En la práctica totalidad de ellos he constatado una misma característica o cualidad: su amor por la Iglesia. Por supuesto, siempre hay excepciones, pero sólo sirven para confirmar la regla. Dicho eso, también digo que el tener amor por la Iglesia y celo por defender su fe no capacita a todos para embarcarse en esa defensa ante los ataques que recibe la doctrina católica desde fuera y desde dentro de la comunión eclesial. Es más, algunos hacen daño a la Iglesia y a sí mismos metiéndose en debates para los que no están preparados. Si uno no sabe cómo defender la sana doctrina, lo mejor es que se quede quietecito.

Cuestiones técnicas aparte, puedo decir que he recibido grandes bendiciones de lo alto al conocer a tantos hermanos en la fe. Primero, porque muchos me han ayudado a ver aspectos del tesoro de nuestra Iglesia que difícilmente habría descubierto yo solo. Segundo, porque no pocos me han testimoniado que el Señor se ha servido de mí para hacer lo mismo con ellos. Es lo que tiene la gracia. Vence nuestros defectos y nos convierte en bendición para los demás. Lo que sí tengo muy claro es que yo he recibido mucho más de lo que he dado.

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