A falta de decidir qué prelados presidirán las comisiones de Patrimonio Cultural, Pastoral Social y Relaciones Interconfesionales, creo que ya se puede hacer una valoración del intensísimo día de votaciones que ha tenido lugar hoy en la madrileña calle de Añastro, sede de la Conferencia Episcopal Española.
Lo más destacable es la reeleción del Cardenal Rouco como presidente de la Conferencia. Además, ha sido en primera votación, por mayoría absoluta. Algunos dicen que ha sido muy ajustada. Yo creo que si hubiera sido necesaria una segunda votación, seguramente habría obtenido más votos que en la primera. Pero hablar de lo que podría haber sido sabiendo lo que sí ha sido, no tiene sentido.
La importancia de la presidencia de la CEE es fundamental. Decía Juan Rubio, director de Vida Nueva, en un artículo previo a la votación, que “en un organismo tan presidencialista en sus estatutos no se puede hacer gran cosa“. No sé bién qué gran cosa se podría hacer en caso de que el organismo no fuera tan presidencialista. A mí me da la impresión de que el presidencialismo depende más de la actitud del presidente que de los estatutos. En ese sentido, el cardenal Rouco es como es. No le vamos a descubrir ahora. Conoce la CEE como nadie. A menos que el Papa Benedicto XVI le acepte antes la renuncia por edad que tiene que presentar en agosto, tendrá el mando de la Casa de la Iglesia los próximos tres años.
Muy significativo resulta el apoyo que ha tenido Mons. Blázquez para ser reelegido como vicepresidente. De hecho, obtuvo un respaldo bastante importante en la votación para la presidencia. Eso significa que sus compañeros de episcopado le tienen en alto aprecio. Y no es de extrañar. Es un hombre afable, sin arista alguna, discreto y trabajador. Además, el Papa ha mostrado su confianza en él al meterle de lleno en el turbio asunto de la Legión de Cristo. En estos momentos es el visitador de los Regnum Christi. Don Ricardo puede estar contento. Se sabe querido y valorado.
Mons. del Río y Mons. Asenjo siguen formando parte de la Ejecutiva. Aunque me parece una pérdida de tiempo de hablar de la sucesión, lo cierto es que el arzobispo castrense es uno de los candidatos preferidos por el sector progre-mediático-eclesial para tomar el timón de la CEE tras la salida del cardenal Rouco. Y el arzobispo de Sevilla fue en su día secretario general y portavoz de la Conferencia, lo cual implica que también conoce bien cómo funcionan las cosas en la misma. Es decir, está bien colocado en la carrera sucesoria que será dentro de tres años o antes si el Papa dispone otra cosa. Ahora bien, si algo ha quedado claro hoy es que los obispos españoles pueden romper cualquier quiniela que hayamos hecho antes los “formadores de opinión". Dábamos por hecho que Sistach sería el vicepresidente y si no llega a entrar en Liturgia se queda hasta fuera de la Permanente. Por tanto, que nos pongamos a especular con quién sucederá a Rouco es ganas de perder el tiempo.
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