Y el Rey Salomón se quedó con el niño de Sucumbíos
Créanme ustedes si les digo que a veces me resulta muy difícil contenerme ante determinadas decisiones tomadas por los responsables de la Iglesia. Sobre todo cuando las mismas hacen un daño evidente a la comunión eclesial y a la verdad. El recurso al pataleo sirve de poco, aunque en ocasiones no queda otra salida que manifestar de forma clara y pública nuestro desacuerdo. En la historia reciente de la Iglesia tenemos ejemplos palmarios de la traición cometida sobre fieles católicos que llegaron incluso a dar la vida por Cristo. Y quien dude de lo que digo, que se repase lo ocurrido con los cristeros en México.
Lo que acaba de ocurrir en Ecuador, en relación al conflicto del Vicariato de Sucumbíos, es un ejemplo de cesión irresponsable y dramática ante los enemigos externos e internos de la Iglesia. Porque enemigos de la Iglesia son los políticos que la presionan y amenazan con el veto a obispos -o sea, lo de China- y enemigos de la Iglesia son los religiosos, sacerdotes y fieles que montan literalmente una guerra civil al rechazar el nombramiento de un vicario apostólico por parte del Papa.
Hace unos años, el Santo Padre nombró al P. Gerhard Maria Wagner como nuevo obispo auxiliar de la diócesis de Linz. Los sectores progresistas de la iglesia en Austria, con el apoyo de los obispos austriacos, torcieron el brazo del Papa y consiguieron que el P. Wagner “renunciara” a ser obispo. En Sucumbíos ha ocurrido exactamente lo mismo, con la particularidad de que en esta ocasión ha habido incidentes violentos, presiones gubernamentales y la constatación de un cisma evidente en esa iglesia local.