2.06.11

Masiá vuelve a España para reinterpretar la cristología

En abril del año pasado, el jesuita Juan Masiá anunció el cierre de sus blogs en castellano. Tiempo atrás sus superiores en la Compañía de Jesús le habían conminado a que dejara de escribir en la prensa española. Aunque él afirmaba estar en la frontera de la ortodoxia, lo cierto es que fueron muchas las ocasiones en que había traspasado la línea que separa la fe católica de la herejía. Al año casi exacto de su retirada, el religioso tuvo la original idea de escribir un artículo arremetiendo contra Papa Juan Pablo II. Aun así, parecía que en España nos habíamos librado de este jesuita transfronterizo. Pues no. Lasciate ogni speranza.

La noticia aparecía ayer en Religión Digital:

La escuela de Teología “Karl Rahner - Hans U. Balthasar” ofrece un curso de verano, del 1 al 5 de agosto, en la sede de Santander de la Universidad Menéndez Pelayo. El curso, titulado “Transformación de la Teologia en la situación actual: pluralismo religioso y laicidad", estará dirigido por el prestigioso teólogo jesuita Juan Masiá, profesor de la Universidad Sophia de Tokyo. Entre los ponentes, teólogos y profesores de la talla de Roger Haight, José María Castillo, Juan José Tamayo, Kotaró Suzuki, Diego Gracia o la benedictina Teresa Forcades.

Hay que reconocer que dada la lista de ponentes del curso, difícilmente podían haber encontrado un director de orquesta más apropiado. Él mismo nos indica qué piensan hacer en Santander (las negritas son mías):

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31.05.11

Monseñor Piris es una víctima más del conflicto por los Bienes

Aunque soy y seré siempre madrileño con sangre cántabra, llevo una década viviendo con mi familia en tierras oscenses. Mis hijos, sobre todo la pequeña, son más fatos que otra cosa y la verdad es que estamos la mar de contentos viviendo aquí. La parroquia a la que pertenecemos es muy maja y mi mujer es una catequista valorada por nuestro párroco. Personalmete no estoy muy involucrado en las actividades diocesanas, pero tanto el actual obispo como el anterior saben de mi disponibilidad para colaborar en aquello que crean oportuno.

¿A qué viene esa presentación si el post va a tratar sobre el obispo de Lérida? Pues porque quiero que quede claro que en relación al conflicto por los Bienes de la Franja, se pueden ver los toros desde el lado oscense de la barrera sin necesidad de caer en el sectarismo -si, he dicho sectarismo- y la simplificación. Y me temo que eso es lo que ha ocurrido al juzgar la labor de Mons. Piris en este berenjenal. He procurado informarme bien de todos los aspectos del conflicto que afectan a la actuación don Joan. Así que creo que sé bien de lo que escribo.

Lo primero de todo, hay que recordar que no fue Mons. Piris quien empezó la feria. Es decir, no fue él quien se negó a acatar la voluntad de Roma manifestada en las diversas sentencias que la Santa Sede emitió sobre los Bienes. Tampoco fue él quien dispuso que el guirigay eclesial pasara al ámbito de la política y el de los tribunales civiles. Es decir, no es el prelado que se saltó el mandato que San Pablo dio a los cristianos en el capítulo 6 de la primera epístola a los Corintios. Muy al contrario, está sufriendo las consecuencias de las malas acciones de otros.

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¿Qué tenemos que "aprender" de quienes ordenan "obispo" a Gene Robinson?

Bajo el impulso que recibió el ecumenismo en el Concilio Vaticano II, el diálogo entre anglicanos y católicos comenzó oficialmente en 1966, propuesto por Pablo VI y por el arzobispo de Canterbury Michael Ramsey. Tras una fase preparatoria, se constituyó la Comisión conjunta (ARCIC) en 1968. En una primera fase (1970-1981) se habló sobre doctrina eucarística, autoridad y ministerio ordenado, lo cual llevó a la publicación de la declaración conjunta de Windsor.

En la segunda fase, que dio comienzo en 1983, se trataron las doctrinas sobre la salvación, la comunión, el magisterio y la Virgen María. En 2007, la Comisión aprobó el documento “Creciendo juntos en la Unidad y en la Misión". Curiosamente, el Papa Juan Pablo había declarado roto el diálogo 4 años antes, cuando los anglicanos tuvieron a bien ordenar como obispo -en ordenación inválida, por supuesto, como son las ordenaciones anglicanas- a Gene Robinson, que convive públicamente con su pareja homosexual. Se ve que la ruptura no fue tal, sino un mero gesto.

Ahora se ha puesto en marcha al ARCIC III. Al parecer, quieren dialogar sobre “la Iglesia como comunión local y universal y en cómo, en la comunión, la Iglesia local y universal logra discernir la justa enseñanza ética“. Y, sobre todo, unos y otros asumen el “ecumenismo de recepción que, dicen, “se basa en nosotros mismos y en la conversión interior, más que en el intento de convencer a los demás“. Es por ello que en esta fase del diálogo, unos y otros procuraran ir “aprendiendo de nuestros compañeros, más que pidiéndoles que aprendan de nosotros“.

Me resulta muy difícil contenerme a la hora de poner por escrito lo que me parece todo este asunto. De momento, voy a hacer algunas preguntas: ¿cuántos fieles católicos y anglicanos conocen que existen los documentos citados? ¿cuántos se los han leído? ¿a cuántos les ha servido de algo para su vida espiritual? ¿en qué medida han ayudado a que la comunión anglicana se acerque a la Iglesia de Cristo? Todo parece indicar que el paso feliz de numerosos anglicanos a la Iglesia Católica, más que por el esfuerzo de encuentros ecuménicos, se ha producido por el hundimiento del Anglicanismo en la indecencia y la vergüenza: Obispos que son mujeres y algunos homosexuales declarados, uniones homosexuales, ausencia casi total de los fieles al culto, etc. Vienen a la Iglesia Católica, con la gracia de Dios, para pasar de la oscuridad a la luz, de la infidelidad patente a las Escrituras a la fidelidad a ellas, de la muerte a la vida.

Y tengo también otras preguntas: ¿qué ha cambiado desde que la comunión anglicana ordenó como obispo a Gene Robinson? ¿no es cierto que desde entonces no sólo los anglicanos no han dado marcha atrás, sino que han seguido profundizando en la brecha que les separa de católicos y ortodoxos? ¿qué tenemos que aprender de ellos a la hora de discernir la justa enseñanza ética cuando es evidente que ellos se han apartado de la moral evangélica en temas tan graves como la homosexualidad?

De hecho, estas son las grandes preguntas: ¿Qué tiene que aprender la Iglesia Católica de una comunión eclesial cismática y herética que además está en claro riesgo de descomposición interna y de extinción? ¿qué tipo de ecumenismo es aquel en el que no se busca -obviamente de forma inteligente- la conversión a la fe católica de quienes no están en plena comunión con aquella en quien subsiste la Iglesia de Cristo? ¿En qué sentido esa visión del ecumenismo forma parte de la aplicación de la hermenéutica de continuidad sobre el Concilio Vaticano II?

Benedicto XVI nos dio una gran alegría al crear ordinariatos para que los anglicanos que quieren ser católicos puedan unirse a la Iglesia, sin perder aquello de su tradición eclesial que no es incompatible con el catolicismo. Esa decisión papal ya ha traído muchos frutos y sin duda, aunque surjan dificultades, producirá muchos más en el futuro. Pero precisamente los ordinariatos, que se basan en acoger a quienes dicen “no puedo seguir siendo anglicano, quiero ser católico", son la antítesis de lo que se plantea en el ARCIC III.

Vamos a hablar sobre la Iglesia con quienes ni siquiera son “Iglesia", pues no pasan de ser una comunión eclesial en la que no existe verdaderamente el sacramento del orden ni la Eucarístía válida y real. Vamos a hablar sobre la forma de tomar decisiones sobre asuntos éticos con quienes han demostrado contar con un modelo nefasto para hacer tal cosa. Y encima renunciamos a convencer con la verdad a los que viven el error. Y vuelvo a preguntarme: ¿qué tendrá eso que ver con la misión de la Iglesia?

Mientras el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos se dedica a no convencer a los anglicanos y se compromete a aprender de ellos, las palabas de San Agustín de Hipona a un obispo cismático de su época siguen dando testimonio de una verdad que la Iglesia no puede jamás dejar de confesar:

“Fuera de la Iglesia él puede tenerlo todo menos la salvación: puede tener el honor del episcopado, puede tener los sacramentos, puede cantar el `aleluya´, puede responder `amén´, puede tener el Evangelio, puede tener y predicar la fe en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; pero nunca podrá encontrar la salvación sino en la Iglesia Católica”
Sermo ad Caesariensis ecclesiae plebem 6

Eso vale tanto para un obispo donatista del siglo IV como para un “obispo” anglicano del siglo XXI. Se llame Rowan Williams o se llame Gene Robinson.

Luis Fernando Pérez Bustamante

30.05.11

Cuando el error es propuesto a todos los fieles

“El Domingo” es una hojita A4 doblada al medio que circula por miles y miles en las misas dominicales argentinas en forma gratuita hace más de 20 años (Ediciones San Pablo). Hasta ahí todo normal ya que estamos ante algo muy habitual en todas las diócesis católicas. Lo que ya no es normal es que el nº 4186 de “El domingo", distribuido ayer, aparezca publicitado en la última página el nuevo libro de Marciano Vidal “Sexualidad y Condición Homosexual en la Moral Cristiana", de la editorial San Pablo. La tapa del libro, cuya foto se reproduce en el anuncio, presenta la imagen equívoca de lo que aparentan ser dos mujeres abrazándose. No me negarán ustedes que como imagen de un libro publicada por una editorial católica, la cosa deja mucho que desear.

El problema, sin embargo, no reside solo en la foto de la portada de ese libro. No, lo “peligroso” es algunas de las obras de su autor, Marciano Vidal, C.Ss.R, ya han sido condenadas por la Iglesia por sostener posturas erróneas sobre moral. Las obras que fueron objeto de la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe son “Moral de actitudes", cuya primera edición apareció en 1974, “Diccionario de ética teologica", “La propuesta moral de Juan Pablo II” y “Comentario teológico-moral de la encíclica Veritatis Splendor".

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28.05.11

Las lágrimas de Sharona de Denóbula

Lágrimas vienen a mis ojos cuando recuerdo a Denóbula, hija de Ronara, en todo su esplendor. Montañas imponentes hacían de castillos que la protegían de sus enemigos. Sus ríos, bosques y playas enamoraban al extranjero que se aventuraba a visitarla. Durante siglos había sido habitada por un pueblo fiel al Emperador. Pueblo curtido en mil batallas, en diez mil conquistas, en cien mil epopeyas. Sus soldados y sus clérigos fecundaron otras tierras con la garra y el espíritu de sus ancestros.

Hoy Denóbula está postrada, derrotada, vencida. No ha caído ante el enemigo que vino de fuera para conquistarla. No ha sido sometida a la espada del guerrero foráneo. No, ella ha caído por la cobardía de sus príncipes, por la tibieza de su pueblo.
Todo empezó cuando abandonó su fidelidad al Emperador. Ronara vio con impotencia como la más bella y valiente de las hijas del Imperio era entregada en manos de los Siervos del Poder Oscuro. Robaban su alma y asesinaban su espíritu.

El Emperador hizo llamar a los príncipes de Denóbula. Quería saber si podía ser rescatada, si había aún esperanza para ella. No se resistía a perderla. Les preguntó:

- “¿Dónde están vuestros sabios y maestros? ¿Cómo habéis permitido que vuestros hijos olviden vuestra historia? ¿Qué hacíais vosotros mientras el pueblo bebía el veneno del error?

Uno de los príncipes tuvo una idea:

- “Señor, venga a Denóbula. Su visita puede devolver a nuestro pueblo a la buena senda. Sus palabras traerán la verdad que muchos han olvidado. Su sabiduría iluminará a nuestros jóvenes”.

El Emperador aceptó la invitación, pero advirtió a los príncipes:

- “Sois vosotros quienes gobernáis vuestro pueblo. Son vuestras palabras las que deben anunciar la verdad. Es vuestra sabiduría la que debe impedir que vuestros hijos se pierdan para siempre. Yo sólo puedo ir a confirmar la buena obra que antes hayáis puesto en marcha”.

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