La osadía del cardenal Rouco
Es Cardenal y Arzobispo de Madrid. Y además, por voluntad de la mayoría de los obispos españoles, presidente de nuestra Conferencia Episcopal por cuatro trienios, algo sin parangón, no ya en España sino creo que en el mundo entero. Para colmo, es uno de los principales “culpables” de que la Iglesia en este país recibiera las gracias propias de un evento como la Jornada Mundial de la Juventud.
Por tanto, para lo bueno y para lo malo -que “haberlo haylo", pero hoy no toca- Su Excelencia Reverendísima D. Antonio María Rouco Varela es el referente principal de la Iglesia en España de principios del siglo XXI. Hay otros cardenales y obispos destacados, sin duda, pero él ha brillado con luz propia. De hecho, dada su presencia en el dicasterio donde se ayuda al Papa a elegir obispos, creo que el cardenal gallego es también en buena parte responsable de que los nombramientos episcopales para las diócesis españolas hayan mejorado bastante las cosas en relación a lo que había antes. Por supuesto, esto último es opinable, pero como en este prado nos conocemos todos, se entiende bien lo que quiero decir.
El caso es que al cardenal Rouco se le ocurrió decir en la homilía que predicó en la Misa con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción que sería bueno que “la conciencia guiada por la Ley de Dios, iluminada por el evangelio de Cristo, animada por su gracia y por su amor, un elemento y un órgano decisivo en el comportamiento no sólo personal y privado nuestro, sino en el comportamiento, en la acción y en las actividades públicas que nos afectan a todos".