19.12.13

Volvió a Dios... y Dios se lo llevó

Tan simple como esto. Tan maravilloso como esto. Tan don del cielo como esto:

«Quiero volver a Dios», me soltó a bocajarro. En su azarosa y complicada vida de artista, hubo de todo, pero había llegado el momento de recuperar lo esencial. Quería casarse por la Iglesia con Marta Ugena, bautizar a sus hijos y recibir formación cristiana.

Juan Tarodo había tenido prácticamente todo lo que este mundo le podía dar. Compositor, letrista, batería y cofundador del grupo Olé-olé, uno de los grandes grupos españoles en la década de los 80 y principios de los 90. Casado, padre de dos hijos y con proyectos por delante. Pero hace tres años la leucemia hizo presencia en su vida. Y entonces volvió sus ojos a Dios. El P. Juan Pedro Ortuño cuenta el proceso de su conversión y posterior fallecimiento en un artículo publicado en Alfa y Omega y que reproducimos en InfoCatólica.

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Pagola y el Dios interior

El sacerdote y teólogo José Antonio Pagola ha escrito un artículo titulado “Experiencia interior”, en el que hace unas reflexiones que me resultan un poco inquietantes. Dice:

De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso, muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del Universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

Pregunto: ¿qué tiene de insuficiente buscar a Dios en su palabra, en el sacramento de la Eucaristía y en el mismísimo Cristo, que al fin y al cabo es Dios encarnado?

Dice más:

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nuestro interior, nos será más fácil rastrear su misterio en nuestro entorno.

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18.12.13

Aclarando lo de la autoridad de las Conferencias Episcopales

Vivimos un tiempo de cierta convulsión debido a la avalancha de interpretaciones, razonables o no, que surgen de cualquier cosa que proceda de Roma, sea de boca del Santo Padre o de alguno de sus colaboradores. Muchos fieles se ven inmersos en un remolino de titulares espectaculares que a veces hacen pensar y esperar falsamente que la Iglesia está a punto de convertirse en algo esencialmente diferente a lo que ha sido siempre. Y no todos tienen el suficiente conocimiento de lo ocurrido en los últimos veinte siglos como para poder discernir lo que está ocurriendo a la luz de una perspectiva histórica verdadera. Créanme ustedes si les digo que conocer la historia de papas y concilios ayuda bastante a mantener la calma, la paz y la esperanza. Aunque nada ayuda tanto como la fe y la confianza en que el Señor cuida de su Iglesia.

Entre los temas que han provocado cierta desazón en algunos sectores de la Iglesia, figura una breve referencia del papa Francisco a la autoridad de las conferencias episcopales. Así figura en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium:

32…El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden “desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta". Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal.

Vaya por delante que lo de “auténtica autoridad doctrinal” no es un invento de este Papa. Aparece en el Motu proprio Apostolos suos de Juan Pablo II. Cito:

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16.12.13

Pastoral en la verdad y la caridad

En el post del pasado jueves cité un magnífico texto de Benedicto XVI de su etapa como cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Aunque el mismo trataba sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar, hay no pocos párrafos que se podrían aplicar a la actividad pastoral de la Iglesia en cualquier ámbito. La parte final del documento es, en mi opinión, magistral:

Una serie de objeciones críticas contra la doctrina y la praxis de la Iglesia concierne a problemas de carácter pastoral. Se dice, por ejemplo, que el lenguaje de los documentos eclesiales sería demasiado legalista, que la dureza de la ley prevalecería sobre la comprensión hacia situaciones humanas dramáticas. El hombre de hoy no podría comprender ese lenguaje. Mientras Jesús habría atendido a las necesidades de todos los hombres, sobre todo de los marginados de la sociedad, la Iglesia, por el contrario, se mostraría más bien como juez, que excluye de los Sacramentos y de ciertas funciones públicas a personas heridas.

Si eso se escribió en 1988, ¿qué no se podría decir hoy? Existe la idea de que la Iglesia es una especie de madrastra que se limita a dar una serie de normas para que sean cumplidas por los fieles como si éstos vivieran bajo un régimen de disciplina militar, de forma que el que se salte alguna es arrestado y enviado al calabozo. Y eso chocaría con la imagen falsamente idealizada de Jesucristo, al que se le presenta como una especie de bonachón que iba por la vida restando importancia a la necesidad de obedecer la ley de Dios y diciendo a los pecadores: “no os preocupéis por vuestros pecados, Dios acoge a todos y da su perdón a los pecadores sin exigirles condición alguna".

Lo cierto es que esa idea adultera la misión de Cristo y su mensaje. Ciertamente Él vino a salvarnos del pecado. Pero esa salvación tiene dos caras sin la cual no hay moneda que nos pueda dar acceso al cielo. Nos salva del pecado mediante su obediencia y sacrificio vicario en la Cruz, por el que paga el castigo que nos correspondía a nosotros:

Y vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo habéis vivido, siguiendo el espíritu de este mundo, bajo el príncipe de las potestades aéreas, el espíritu que actúa en los hijos rebeldes; entre los cuales todos nosotros fuimos también contados en otro tiempo y seguimos los deseos de nuestra carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus depravados deseos, siendo por naturaleza hijos de ira, como los demás; pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida con Cristo —por gracia habéis sido salvados— (Efe 2,1-5)

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14.12.13

¿Rouco desobediente?

“Rouco desoye las instrucciones del Papa". Así se titula el editorial que ha publicado hoy “El Periódico de Aragón”. Como todo el mundo sabe, un periódico aragonés es el que mejor enterado está de lo que hace un arzobispo de Madrid. Y es por eso que dice:

… boicotear el sondeo encargado por el Papa casa muy mal con la praxis en obediencia de una organización tan altamente jerarquizada. Y sobre todo, revela una deplorable resistencia a pulsar la opinión de los gobernados –la grey católica en este caso–, lo que no es más que un signo de autoritarismo y debilidad.

¿Hay alguna prueba de que la archidiócesis de Madrid esté boicoteando el sondeo encargado por la Santa Sede? No. ¿Hay alguna prueba de que la archidiócesis de Madrid esté haciendo algo esencialmente diferente a lo que están haciendo el resto de las diócesis del mundo? Tampoco. De hecho, ¿hay alguna indicación clara y rotunda por parte de la Santa Sede sobre la forma en que se ha de distribuir y responder a ese sondeo? Pues tampoco. Y sin embargo, el cardenal Rouco es acusado ni más ni menos que de desobedecer al Papa. De ahí a acusarle de ser un vil cismático, un paso.

Va más allá el editorial del medio aragonés. Vean ustedes:

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