Veranear cristiano, por Monseñor Sanz Montes
Veranear cristiano
Queridos Hermanos y amigos: paz y bien.
Los meses de verano nos invitan a lo propio de unos días de descanso. Hemos acuñado ese verbo castizo: veranear. Un curso queda ya atrás con toda su factura de trabajo, de esfuerzo, de sinsabores y de alegrías. Y quién más o quién menos, en estas fechas hace una pausa para poder descansar y restaurar fuerzas. Es justo y es necesario también.
Pero me ha impresionado lo que me han dicho desde Cáritas diocesana al solicitarme una pequeña colaboración para la memoria del curso pasado: seguimos turnándonos en la atención a los pobres, porque su situación no admite paréntesis ni pausas. Efectivamente, no todos pueden gozar de unas justas y necesarias vacaciones. Ojalá que podamos crear las condiciones convenientes para que cualquier persona pueda ir unos días a descansar. No digo esto para ensombrecer con una injusta mala conciencia los días de descanso de quienes puedan tenerlos, sino para reconocer que es un regalo que muchos recibimos y que algunos hermanos nuestros no lo podrán gozar. Que este dato nos haga agradecidos sin olvidar la solidaridad.
Como en años anteriores, me permito recordar algunos criterios que nos ayuden a gozar cristianamente de estos días de descanso que no pueden reducirse a una simple interrupción de la actividad laboral.
1. En primer lugar, no "despedir" al Señor en unos días de vacación. Él siempre está, nos acompaña, forma parte de nuestra vida. Para un cristiano, las vacaciones no son concebibles si Dios no entra también en ellas. Más aún, podría y debería formar parte de estos días de descanso. No son pocas las personas que dedican un tiempo para disfrutar también de Dios sin el agobio, la prisa y el frenesí que nos impone a veces el ritmo habitual de nuestra vida. Dedicar algún espacio más a la oración, saludar al Señor en las iglesias que visitamos, tomarse un tiempo mayor para leer la santa Biblia o algún libro que nos ayude en nuestra maduración cristiana y nuestra formación eclesial.
2. La belleza nos descansa el alma y el cuerpo. Hace unos días, presentando en un curso una audición musical hablaba de cómo los cantos rusos están cargados de una nostalgia que expresan una espera, porque indican en su misma belleza y pasión la tensión por colmar las exigencias que todo hombre tiene en su corazón. La música, al igual que el arte noble de nuestras iglesias y monumentos, de nuestra pintura, la buena literatura y el encanto del paisaje natu-ral, son citas con esa belleza. El camino hacia el Destino hacia el cual hemos sido llamados cada uno de nosotros, es expresado en estos cauces de belleza cuyo contenido corresponde con el embeleso que provoca el estupor de algo hermoso, simple, ante algo que te arrastra a esa nostalgia por la belleza y armonía que coinciden con la promesa del mismo Dios.
3. Gozar de los tuyos, sea la familia o sean los amigos. Son demasiados los momentos en los que la prisa del mundo moderno nos roba tiempos y espacios para estar con los que amamos. Terminamos siendo conviventes anónimos que apenas nos relacionamos en profundidad compartiendo la alegría de vivir, las dificultades del penar, la esperanza del creer y del amar. Unos días de vacaciones deben ayudarnos también a este reencuentro con los más aledaños, cuya proximidad habitual no siempre se traduce en cercanía afectiva y efectiva.
Nos reencontraremos a la vuelta del verano, para proseguir la marcha cada cual en su tarea y en su lugar, más descansados, más enriquecidos, porque Dios, la belleza y cuantos queremos, nos han ayudado a veranear. Santas y felices vacaciones.
Recibid mi afecto y mi bendición.
Mons. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
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