Ser caritativos es lo más humano (por Monseñor García-Gasco)
Esta semana elijo la carta del Arzobispo de Valencia, el Excmo. y Rvmo. Sr. D. Agustín García-Gasco y Vicente
Ser caritativos es lo más humano
Publicada en «Paraula-Iglesia en Valencia» el 19 de noviembre de 2006
A lo largo de la historia y en nuestros días, no ha faltado el testimonio de cristianos admirables por su entrega generosa a los demás, especialmente a los más necesitados. Particularmente son numerosas las personas consagradas que, siguiendo a Jesucristo allí donde les llama, gastan su vida en el servicio a los más humildes y desvalidos.
Por citar sólo un ejemplo, a ningún ciudadano del Tercer Milenio deja de conmoverle la biografía de la Beata Teresa de Calcuta y su incondicional y gratuita entrega a los más desheredados de la India.
La vida de estas personas, ¿es algo tan excepcional que hemos de mirarla con extrañeza? ¿O más bien forma parte de una vivencia del amor a la que estamos todos llamados a vivir?El Papa Benedicto XVI nos invita a mirar estos ejemplos desde la siguiente explicación: el amor puede ser mandado porque Dios nos ha amado primero. El ser humano está conformado de tal manera que su existencia sólo encuentra luz y sentido cuando ama de verdad, cuando el amor ocupa un lugar central en su vida.
El mandamiento del amor es posible cumplirlo. No sólo porque responde a nuestra naturaleza humana, sino también porque de manera decisiva el Hijo de Dios se ha encarnado y, a través de la predicación del Evangelio por su Iglesia, el cristianismo no ha dejado de promover en todas las culturas sus semillas de caridad.
Benedicto XVI dedica la segunda parte de su Encíclica «Deus caritas est». Sobre el amor cristiano a las consecuencias concretas del mandamiento del amor en la vida de la Iglesia. Por un lado, porque la Iglesia no puede dejar de realizar el servicio de la caridad: es inherente a su ser y a su misión; y porque la Iglesia debe testimoniar que el ejercicio de la caridad cristiana nada tiene que ver con la heroicidad humana: es la humilde y coherente respuesta del creyente al amor de Dios. Un Dios que nos ha amado primero, dándonos la vida, rescatándonos del pecado y abriéndonos su corazón traspasado en la Cruz, para remediar todas nuestras miserias y contradicciones. No hay heroicidad en la generosidad de la caridad. Es la consecuencia natural de centrar la propia vida en el mandamiento cristiano del amor
El Espíritu hace manar en los creyentes torrentes de agua viva que les permiten amar. El Espíritu es la potencia interior que armoniza su corazón con el Corazón de Cristo, y los mueve a amar a los hermanos como Él los ama, con servicio y entrega radical en su cruz. El acontecimiento del Espíritu transforma también el corazón de la comunidad eclesial, de la Iglesia, para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad una sola familia en su Hijo.
La consecuencia de esta contemplación del amor de Jesucristo, que la fe nos suministra, es clara para la comunidad cristiana: toda la actividad de la Iglesia es expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano. Busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos; y, al mismo tiempo, busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Se trata de dos caras de la misma moneda: la evangelización lleva a la promoción; la promoción necesita de la evangelización para responder a la verdadera dimensión de las necesidades del ser humano.
Pensando en el ejercicio humilde de la caridad dentro de la Iglesia, Benedicto XVI define el amor como el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres. El amor a los demás, especialmente a los más necesitados, es posible. Pero se trata de un amor humilde. La iniciativa es de Dios, que nos enriquece con el don de la vida, del amor, de su Palabra, de los Sacramentos, y de las personas a las que servimos con todo el respeto y la veneración de dignidad y de su condición de hijos amadísimos de Dios.
Queridos hermanos: os invito a participar en las diversas entidades, como Cáritas, Manos Unidas, Fundación Ad Gentes y otras muchas, que trabajan en tierras valencianas y en otras partes del mundo a favor de los más necesitados: abrid de par en par las puertas a Cristo, para que Él renueve la fuerza y la hermosura de vuestra entrega. Descansad en Él todas vuestras dudas y dificultades, y confiad en la potencia de su amor misericordioso. Os aseguro que no quedaréis defraudados.
Con mi bendición y afecto,